Cuando los primeros soldados del Afrika Korps desembarcaron en Trípoli para enfrentarse a las fuerzas británicas en el desierto norafricano, no podían imaginarse que, en realidad, su primer combate no iba a ser contra este enemigo, sino contra otro muy distinto.
Se encontraron con él por primera vez el 16 de febrero de 1941. La columna se hallaba a dos kilómetros de la localidad de Misurata, cuando la vanguardia de las fuerzas alemanas en Libia se encontró repentinamente con que una muralla de arena de gran altura venía hacia ella. Primero, pensando que se trataba del polvo levantado por una gran cantidad de vehículos británicos, se dio la orden de alto; luego, se desplegaron las tropas a ambos lados de la carretera; y finalmente, se descubrió que no se trataba de tropas motorizadas enemigas, sino de un ghibli, una de las feroces tormentas de arena que azotan el desierto líbico. De más de quinientos metros de altura, la tormenta iba a durar cuatro días.
Sin embargo, la fuerza tenía que seguir adelante para, siguiendo las instrucciones de Rommel, llegar al frente lo antes posible, y para ello era necesario volver a colocar todos los vehículos sobre la carretera y formar de nuevo la columna de marcha. ¿Cómo ejecutar semejante maniobra cuando uno es incapaz de verse la mano delante de la cara debido a la opacidad provocada por la arena en suspensión? Los alemanes lo consiguieron a base de voces, ruido de motores, maldiciones y colisiones; haciendo girar los vehículos en círculo hasta encontrar el firme de la vía Balbia, la larga carretera que recorría la costa de Libia, y haciéndolos avanzar con cuidado, entre los vehículos, hasta colocar cada uno de ellos en su lugar del orden de marcha.
Luego se reanudó la progresión; al paso, con los faros encendidos y con una consigna imperativa: prohibición general y absoluta de apartarse de la carretera o abandonar la unidad propia, incluso para aliviarse de las necesidades fisiológicas más básicas. El motivo es evidente, evitar que los soldados se pierdan, o peor…
El Arco dei Fileni y la vía Balbia, cuya escasa anchura se puede apreciar aquí.
Parece ser que los propios beduinos afirman que, tras cuatro días de tormenta, incluso el asesinato debe ser perdonado. Probablemente, el Capitán Wilhelm Forsch, quien circulaba a bordo del Spähwagen conducido por un soldado apellidado Berg (según el testimonio recogido por Jean-Marie Fitere en su libro “Panzers en Afrique”, Presses de la Cité, Paris, 1980), desconocía este refrán.
Aquella tarde el ghibli empezaba a remitir, pero seguía siendo intenso. Ejerciendo de coche escoba de la columna, el vehículo acababa de cruzar Misurata cuando se encontraron con dos siluetas que, a cincuenta metros por su derecha, progresaban en dirección contraria. Forsch les dio el alto una vez, sin embargo las dos figuras no solo no se detuvieron sino que giraron y empezaron a progresar hacia el vehículo. Forsch les dio el alto por segunda vez, avisando que iba a disparar… y abrió fuego.
Los dos peatones se derrumbaron de inmediato; y cuando poco después Forsch y Berg, el conductor, llegaron junto a los cadáveres, descubrieron que se trataba de dos soldados alemanes. Estos, el Obergefreiter Hans Schreiber y el Gefreiter Heinz Heller, del Panzerjäger Abteilung 39, incumpliendo la orden de no separarse ni de su unidad de la carretera, habían abandonado el camión en el que viajaban para satisfacer una necesidad fisiológica inexcusable y, perdidos, habían remontando la columna hasta encontrarse con el Capitán Forsch quien, confundido por el hecho de verlos avanzar en dirección contraria, y ante la ausencia de respuesta a sus avisos, había pensado que eran exploradores británicos.
Muertos en combate contra el enemigo, dijeron, a pesar de todo, las cartas enviadas a sus familias. Tal vez fuera mejor así. Al día siguiente, 21 de febrero, cesó el ghibli, que acababa de provocarle al Afrika Korps las dos primeras bajas de la campaña de África.
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