Bouck contaba con que los norteamericanos que había en la población le advirtiesen de cualquier ataque alemán que se produjese, ya que tenían mejor visión de los accesos de la parte alemana del pasillo de Losheim, el único de tamaño apreciable en el frente de las Ardenas.
El comienzo de la preparación artillera el 16 de diciembre solo afectó a las inmediaciones de la posición de Bouck y pronto se alejó en busca de otros blancos más distantes hacia el oeste, a su retaguardia. Pero tras el alivio vino el sobresalto, al ver a loso hombres de la formación de cazacarros salir apresuradamente del pueblo de Lanzerath, que quedó desierto.
Bajando por la ladera hasta la villa con algunos de sus hombres, Bouck encontró un lugar ventajoso en el tejado de un edificio, echó un vistazo a la carretera que había más allá de la población y vio a una columna alemana que se dirigía hacia su posición. Dejó a dos hombres allí como puesto avanzado y radió la información a la plana mayor del regimiento. Pese a la literalidad del mensaje no terminaron de creérselo los oficiales de estado mayor del regimiento, ya que todavía en esos momentos, la ofensiva de las Ardenas no se había mostrado en toda su dimensión.
En un instante, elementos avanzados del 9.º Regimiento Paracaidista de la 3.ª División Fallschirmjäger, llegaron a las calles de la población mientras Bouck observaba desde su posición en la ladera. Hubiese preferido esperar algo más hasta que los alemanes estuviesen plenamente a distancia de tiro, pero una muchacha rubia salió a la calle y pareció alertarlos. Los diecisiete hombres de la sección de Bouck abrieron fuego de inmediato, alcanzando a muchos de ellos antes de que se pudiesen poner a cubierto.
Como consecuencia, al menos un batallón tuvo conocimiento de la presencia de los norteamericanos y, como era de esperar, respondió con gran ferocidad. No obstante, por razones desconocidas, los alemanes atacaron una y otra vez de forma insensata y sin apoyo de su artillería a través de unos cien metros de terreno despejado que había antes de llegar a los pies de la ladera de la colina.
Bouck si solicitó apoyo de su artillería situada en la retaguardia, pero fue en gran medida ignorado. Allá abajo, con el paso de los minutos e incluso de las horas, se apilaban los alemanes muertos. A sus hombres no les gustaba tener que disparar a unos blancos tan fáciles. Bouck volvió a comunicar pro radio con la plana mayor del regimiento para pedir instrucciones, informando de que su sección era superada ampliamente en número. La respuesta fue seca y tajante: “¡Resiste a toda costa!”.
La situación se dilató. Una sección conteniendo a todo un batallón alemán. No obstante, por la tarde, los norteamericanos se habían quedado prácticamente sin munición. Bouck les dijo a sus hombres que ya habían hecho todo lo que estaba en su mano y que aquel que quisiese replegarse podía hacerlo. Su operador de radio, el soldado William J. Tsakanikas, dijo que solo se iría si también lo hacía Bouck, pero éste le dijo: “No, yo tengo órdenes de resistir a toda costa. Yo me quedo.”
Finalmente, ninguno de los miembros de la sección abandonó su posición, salvo dos mensajeros enviados por Bouck a la plana mayor del regimiento. Los alemanes eliminaron finalmente su molesto obstáculo mediante un ataque por los flancos. De forma sistemática fueron despejando la línea de posiciones de pozos de tirador con subfusiles MP-40 hasta que todos los norteamericanos cayeron muertos o fueron hechos prisioneros. Bouck se encontró entre estos últimos y también su radio operador Tsakanikas, que había resultado gravemente herido. Comenzaba ya a anochecer. A los alemanes les había costado ocho horas preciosas reducir a la sección norteamericana apostada en Lanzerath.
De igual forma que la sección de Bouck, diversos elementos del 394.º Regimiento habían contenido el avance alemán en varios puntos del flanco sur del V Cuerpo durante el día. Una de esas acciones tuvo lugar en el propio cruce de carreteras de Losheimergraben. Al atardecer del 16 de diciembre, los alemanes habían despejado en su avance la mayor parte de los alrededores del cruce, pero un pequeño grupo de soldados norteamericanos refugiados en casas en las inmediaciones de la intersección bloqueaban todavía el camino a las tropas del 48.º Regimiento de Granaderos alemán.
Finalmente, el comandante de los granaderos, Wilhelm Osterhold, se acercó a las casas y les dijo a los estadounidenses que no había forma humana de que un puñado de soldados pudiesen resistir durante mucho más tiempo. Los amenazó con acabar con ellos lanzándoles una mina anticarro norteamericana por la ventana si no se rendían. Minutos más tarde los estadounidenses se entregaron y Osterhold en persona los ayudó a salir de la casa. Ya como prisioneros de guerra, se marcharon custodiados por la carretera que llevaba a Alemania. Habían evitado que el cruce de carreteras cayese en manos alemanas durante todo un día.
Los militares llaman a estas acciones iniciativa individual, y eso es lo que los elementos dispersos del 394.º Regimiento de Infantería hicieron aquel siniestro día frente a unas fuerzas enemigas abrumadoramente superiores en número. Los retrasos acumulados en los primeros estadios de la ofensiva serían vitales en el desarrollo posterior de las operaciones del Sexto Ejército Panzer de las SS.
Viene de La Sección de Reconocimiento del 349.º Regimiento frente al Sexto Ejército Panzer de las SS (I)
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