En la tarde del 26 de septiembre de 1944 un avión de transporte aliado despegó del aeródromo de Maison Blanche, en Argel, para dirigirse hacia el norte. Era ya noche cerrada cuando el aparato, tras haber sobrevolado el mediterráneo, llegó sobre tierras italianas más o menos a la altura de Génova. Siempre hacia septentrión, el bimotor llegó a la altura del lago de Orta, el más occidental de los lagos del norte de Italia. Entonces empezó la Operación Chrysler, cuyo objetivo era dejar en tierra a la misión Mangosteen (Mangostán).
La unidad de paracaidistas que saltó del avión estaba formada por ocho hombres. Al mando estaba el comandante William Holohan, del OSS (Office of Strategic Services, “Oficina de Servicios Estratégicos”) norteamericano. Junto a él saltaron los tenientes Victor Giannino, segundo al mando, y Aldo Icardi, oficial de inteligencia; el sargento Carlo Lo Dolce, operador de radio; dos partisanos italianos llamados Gianni y Tullio Lussi (también conocido como Capitán Landi, perteneciente a la organización de resistencia de Di Dio); así como el sargento Arthur Ciarmicola, experto en armas; y “Red”, un operador de radio italiano.
La operación había sido promovida por el propio William “Wild Bill” J. Donovan, jefe supremo del OSS, y la razón que la había motivado tenía mucho que ver con el esperable fin de la guerra. Hasta no hacía mucho, los aliados habían estado suministrando armas, equipo de comunicaciones y otros bienes a la resistencia italiana, tanto la que estaba a su favor como la comunista, pero ante la llegada de la victoria se habían sucedido una serie de conflictos entre ambas facciones, y los envíos citados habían acabado por congelarse. En aquel momento, la única carga de los aviones aliados con destino a Italia era comida, ropa y suministros médicos. Esta era la situación cuando William Donovan decidió enviar a un oficial norteamericano para que investigara e intermediara sobre el terreno y, sobre todo, para que se asegurara de que los partisanos obedecían las órdenes del Decimoquinto Grupo de Ejércitos.
El elegido fue William Holohan, graduado en el Manhattan College de Nueva York y luego en la escuela de Derecho de Harvard, y antiguo abogado de la Comisión de Comercio y Títulos Valores. Cuando Donovan le propuso la misión, el candidato aceptó encantado, aunque no tenía ni idea de italiano. Otro de los componentes de la misión, el teniente Icardi, se había graduado en la universidad de Pittsburgh con un título de ciencias políticas. Oficial de inteligencia profesional, su trabajo había sido coordinar las operaciones de inserción de agentes norteamericanos en territorios enemigo, así como director de una escuela de entrenamiento para operativos en el sudeste de la Bota. Él sí hablaba italiano.
Nada más llegar a tierra, los paracaidistas fueron recogidos por un grupo de partisanos y llevados hasta su campamento. Iban a pasar el mes siguiente escondidos en Coiromonte, mientras los alemanes, que parecían disponer de algún tipo de información, ejecutaron varias misiones de búsqueda. También es interesante indicar que, por algún motivo, los infiltrados no fueron llevados al valle de Ossola, una zona montañosa situada hacia el noroeste de su escondite que, sin ellos saberlo, en aquel momento estaba completamente bajo el control de los partisanos. De hecho, Vincenzo Moscatelli, líder de la guerrilla comunista, había declarado la existencia de una república de Ossola, enfrentada, como ya hemos adelantado antes, a la Brigada Partisana Cristiana de Alfredo Di Dio. El Equipo Mangostán tuvo que reunirse con ambos, en un ambiente altamente volátil, y mientras el primero pretendía hacer una demostración de poder, el segundo abroncó a los norteamericanos por no haber enviado el material y las armas prometidos: “He sido abandonado por los traicioneros comunistas, y también por los aliados, después de que me hubieran animado a meterme en este lío”. Según el partisano, las bajas causadas por la mala fe de la OSS habían supuesto la pérdida de 4000 de sus hombres.