Una de las grandes preocupaciones de los británicos durante la invasión de Persia fue la posibilidad de que los soviéticos fueran más allá de la línea de demarcación acordada. De hecho, cuando las tropas del general Slim, en el norte, llegaron a Kermansah, este recibió informes de que había columnas del Ejército Rojo dirigiéndose a Hamadan y Sineh, que estaban en la zona británica, por lo que de inmediato despachó tropas indias con órdenes claras de establecer bloqueos en las carreteras, sonreír y ser amables y convencer a los ejércitos que llegaban del norte de que la situación estaba bajo control y no necesitaban ir más allá. Hay que añadir que, por ejemplo en Hamadan, los británicos fueron acogidos con evidente alivio por las fuerzas vivas locales.
Cuatro días después de empezar, la campaña de Persia había terminado. El 30 y el 31 de agosto, las tropas británicas entraron en contacto con las soviéticas en Sanandaj y Qazvin, era la primera vez que los ejércitos terrestres aliados entraban en contacto y fue un momento cargado de simbolismo, aunque lo hubieran hecho sobre el territorio de un Estado neutral.
El Gobierno y el Ejército iraní se tomaron la situación de muy distinta manera. El 30 de agosto el primer ministro Alí Mansur decretó la ley marcial y ordenó al pueblo que se abstuviera de resistir, noticia que fue recibida de maneras contrapuestas. En el cuartel general de la Fuerza Aérea los oficiales se sublevaron y amenazaron con bombardear Teherán, y los soldados de la 11.ª División emplearon su armamento antiaéreo para disparar contra aviones soviéticos que estaban lanzando octavillas –lo que provocó un inmediato bombardeo de sus acuartelamientos que causó un centenar de bajas–; mientras que en otras unidades los soldados, simplemente, se marcharon a casa con sus armas.
El sah, por su parte, vio como todo lo que había construido desde su llegada al poder a mediados de la década de 1920 se derrumbaba. No tenía amigos, un telegrama enviado a Roosevelt una semana antes en la que le pedía ayuda porque su país estaba siendo invadido y sus ciudades bombardeadas, recibió entonces una respuesta cortés: “Espero que Su Majestad concuerde conmigo en la creencia que debemos considerar la situación teniendo en cuenta los acontecimientos que están teniendo lugar a escala mundial. Analizar la situación en su conjunto implica no solo las cuestiones vitales a las que se refiere Su Majestad, sino también las consideraciones que imponen las ambiciones de Hitler de conquistar el mundo. Está claro que los actos de conquista de Alemania seguirán expandiéndose, más allá de Europa, por Asia, África e incluso las américas, a no ser que sean detenidas por medio de la fuerza militar. También es seguro que los países que deseen mantener su independencia deberán sumarse al gran esfuerzo común si no quieren ser devorados”. Teniendo en cuenta que los Estados Unidos aún no habían entrado en la guerra, todo estaba muy claro.
En el palacio del sah, los primeros momentos fueron de pánico. ¿Qué iba a ser de ellos? En principio nada, pues los invasores preferían mantener la estructura existente, pero el sah Reza Pahlevi se retrasó a la hora de expulsar a los alemanes que había en el país, y el hecho de que las multitudes que se congregaban en la plaza Sepah aplaudieran y festejaran cada vez que caía una ciudad soviética, tampoco causó una impresión demasiado buena. Los invasores decidieron, finalmente, tomar Teherán, que había permanecido libre hasta entonces. El 16 de septiembre, las tropas británicas avanzaron sobre la ciudad, mientras los soviéticos lanzaban paracaidistas al este y sus columnas mecanizadas avanzaban desde el norte y el oeste. El sah decidió abdicar en su hijo, Mohamed Reza Pahlevi.
El 27 de septiembre el ex gobernante embarcaba en el vapor Bandra, anclado en el puerto de Bandar Abbas, con destino a Argentina, al menos en teoría. Las relaciones del sah con los británicos nunca habían sido directas, siempre se había negado a que su familia estuviera en presencia de los extranjeros y, el mismo, siempre había utilizado intermediarios para tratar con los representantes británicos, con lo que tal vez lo que sucedió entonces también fuera culpa suya. Cuando el Bandra atracó en Bombay, se prohibió a los pasajeros que descendieran mientas el sah y su familia abandonaban el barco para subir a bordo del Burma, cuyo destino no era el país sudamericano sino la isla Mauricio. Posteriormente sería trasladado a Sudáfrica, donde falleció en 1944.
Hoy he leido un titular en el que se recordaba que Islandia también fue invadida preventivametne por GB.
Desde luego no aguantaron mucho los persas. ¿Sería porque veían al Sha como alguien ajeno a sus tradiciones?