La batalla de la Isla de Savo tuvo lugar frente a la isla de Guadalcanal entre los japoneses y los norteamericanos en el transcurso de la campaña de las Islas Salomón.
IJN Kinugasa
Los japoneses la conocen como la Primera Batalla del Mar de Salomón. El 7 de agosto de 1942, tropas del cuerpo de marines norteamericano desembarcaron en Tulagi y Gadalcanal. En la base aeronaval de Rabaul, el vicealmirante Mikawa Gunichi hizo planes de inmediato para reforzar la guarnición de Guadalcanal y para atacar a los barcos aliados de la zona de desembarco. Su refuerzo de tropas nunca llegó a la isla; un submarino norteamericano hundió el barco que los transportaba, el Meiyo Maru, al día siguiente.
La fuerza naval de Mikawa estaba compuesta por cinco cruceros pesados (incluido e buque insignia Chokai, dos cruceros ligeros y un destructor. Esta fuerza zarpó de Rabaul en la tarde del 7 de agosto. Mikawa planeaba llegar frente a Guadalcanal a primeras horas del día 9, destruir a los navíos de guerra aliados y a los transportes que hubiese allí, y luego retirarse antes de que saliera el sol.
El plan era arriesgado debido a la posibilidad que existía de que los detectaran a medida que navegaban por el estrecho de Nueva Georgia en mitad de las islas a plena luz del día. Los japoneses disfrutaban de la ventaja de la concentración de la fuerza. También disponían del soberbio torpedo de largo alcance Long Lance, y estaban muy bien entrenados en las tácticas de combate nocturno.
Los norteamericanos y los australianos tenían poca experiencia en combate nocturno y estaban agotados por haber estado en alerta máxima durante casi dos días, prestando apoyo a los desembarcos. El reconocimiento aéreo aliado era inadecuado, en parte debido a las malas condiciones meteorológicas.
El contraalmirante Victor Crutchley, un oficial de la Marina Real británica que servía en la Marina australiana, estaba al mando de las fuerzas de cobertura, a las que dividió en tres grupos que debían vigilar los accesos al estrecho. Una pequeña fuerza al mando del contraalmirante Norman Scott compuesta por dos cruceros ligeros y dos destructores debían patrullar entre Tulagi y Gadalcanal. Seis cruceros pesados y cuatro destructores se distribuyeron la defensa de los dos accesos occidentales a cada lado de la isla de Savo.
Otros dos destructores, equipados con los nuevos radares centimétricos type SC, fueron destacados en misión de vigilancia y barrido hacia el oeste. Crutchley tomó el mando del grupo sur, consistente en tres cruceros (incluido su buque insignia el HMAS Australia) y dos destructores.
El Canberra antes de hundirse
A eso de las 18:10 horas del día 8 de agosto, el vicealmirante Frank F. Fletcher inició la retirada de su fuerza operativa de tres portaaviones, privando a la fuerza de desembarco de cobertura aérea. Dos días de operaciones habían reducido la fuerza de cazas en un 21 por ciento, y también empezaba a sufrir escasez de combustible; sin embargo, la principal razón para su retirada fue que ya había perdido los portaaviones Lexington y Yorktown y no tenía ninguna intención de perder otro.
Fletcher no consultó de antemano con el comandante de la fuerza anfibia, el contralmirante Richmond K. Turner. Aunque éste había solicitado misiones extra de reconocimiento sobre el estrecho de Nueva Georgia en la tarde del 8 de agosto, éstas no se llevaron a cabo. Sin ser informado de ello, Turner asumió erróneamente que el estrecho estaba constantemente bajo observación aliada en las horas de luz. Convencido de que no habría ataque esa noche, Turner convocó una reunión a bordo de su buque insignia, el transporte McCawley. Crutchley abandonó el Australia para dirigirse a la reunión, dejando al mando al capitán de navío Howard D. Bode, del crucero Chicago.
La fuerza operativa e Mikawa, navegando a toda máquina y manteniendo el silencio de radio, escapó a la detección visual o al radar de los destructores de vigilancia, siendo éstos divisados por los japoneses. Mikawa ordenó a uno de sus destructores que protegiera su retaguardia de los dos destructores norteamericanos, y a continuación se dirigió con el resto de sus navíos contra la fuerza sur aliada.
Casco dañado del USS Chicago
La batalla comenzó a las 1:33 horas del 9 de agosto. Dos torpedos alcanzaron al crucero australiano Canberra. Luego, a una distancia menor a una milla, fue hecho pedazos por el fuego naval japonés. El Chicago fue alcanzado en el casco por un torpedo y por el fuego naval japonés. Bode ordenó que el crucero navegara hacia el oeste, separándose de los transportes que se suponía que debía proteger, lo que provocó que saliera del campo de batalla.
Los cruceros de Mikawa se revolvieron a por el grupo del norte del perímetro defensivo occidental. Alcanzado por los cañones japoneses, el crucero Astoria sufrió graves daños y acabó hundiéndose al día siguiente. El crucero Quince fue alcanzado también y se hundió más tarde, y el crucero Vincennes fue destruido por el fuego naval y por los torpedos.
Luego, a las 2:40 horas, antes de dirigirse a atacar a los indefensos transportes, lo que podría haber afectado gravemente a la operación aliada, Mikawa ordenó a sus barcos regresar a Rabaul. El almirante japonés temía ser objeto de un ataque aéreo a plena luz del día procedente de los portaaviones de Fletcher, que en ese momento se alejaban del lugar del combate naval. Horas más tarde, ese mismo día 9 de agosto, Turner zarpó dejando a los marines en la costa con una escasez acuciante de provisiones
En solo 32 minutos los aliados habían perdido cuatro cruceros pesados y un destructor. Otros tres navíos aliados habían sido gravemente dañados; habían perecido 1.270 hombres, y otros 709 estaban heridos. Los buques de Mikawa apenas recibieron daños ligeros, y las bajas japonesas ascendieron a solo 35 muertos y 57 heridos. No obstante, en el viaje de regreso a Rabaul, el crucero Kako resultó hundido por otro submarino norteamericano.
Almirante Turner
La investigación que se llevó a cabo después del combate naval repartió las responsabilidades de forma tan equitativa que nadie fue castigado por ello, aunque el capitán Bode acabaría suicidándose tiempo más tarde. El almirante Chester W. Nimit resumió sucintamente la derrota cuando lo atribuyó a una “falta de mentalidad para el combate”, para otros fue, y sigue siendo, una de las peores derrotas jamás infligidas a la Marina de Estados Unidos.
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Los japoneses parece que no se les daba bien rematar la faena. Será cuestión de mentalidades.