En estos días se cumplen 78 años de la Batalla de Kursk. El texto siguiente, que narra la entrada en combate de la sección de carros pesados de Michael Wittmann está extraida del libro Michael Wittmann. As de tigres.
Finalmente, a las 03:45 horas se dio la orden de avance. Wittmann y su tripulación, junto con el resto del elemento panzer, estaban sometidos a una presión extrema. Debían avanzar y destruir a los defensores soviéticos tan pronto como fuese posible y crear una ruptura para las unidades de asalto de infantería de los siguientes escalones. De repente, sin advertencia previa, un gran número de cañones contracarro soviéticos dejaron escapar sus bruscos ladridos y comenzaron a acribillar el área por dónde avanzaba la sección de Tiger I de Wittmann. «¡Nos atacan, nos atacan!», gritó Wittmann por el interfono del carro.
El conductor de Wittmann continuó la marcha a toda velocidad y pasó junto a otro Tiger al que le habían volado la cadena derecha, que se había salido del todo. La tripulación de este carro no salió del mismo, ya que los comandantes panzer tenían órdenes de continuar luchando desde sus blindados en el caso de que quedasen inmovilizados por cualquier motivo. En tanto que los carros pudiesen luchar, debían proporcionar fuego de apoyo y cobertura al resto de blindados en su avance durante el mayor tiempo posible y hasta agotar la munición de 88 mm de a bordo. Verlos luchar en su estado insuflaba ánimos a la infantería que venía detrás, ya que parecía que nada ni nadie podría detener a los alemanes en su avance.
De repente, a no más de 100 metros frente al Tiger de Wittmann se produjo el enorme fogonazo de una gran explosión y, a continuación, la ensordecedora onda expansiva golpeó de plano a Wittmann en el rostro. Fue tan abrumador que en un primer momento pensó que había salido despedido de su cúpula blindada. Entonces se vio colgando de la misma y tratando desesperadamente de erguirse de nuevo. El proyectil de artillería soviético había sido de gran calibre y había levantado surtidores de tierra, rocas y otros materiales que habían caído posteriormente sobre el vehículo en movimiento. Había quedado cubierto de polvo y tierra y tenía una serie de magulladuras y cortes.
No obstante, recuperó rápidamente la compostura y continuó con el ataque. Tan pronto como informó a los miembros de su tripulación de que estaba bien, una serie de cañones contracarro enemigos abrieron fuego contra el Tiger. Dos proyectiles pasaron tan cerca y con tanta energía que sintió la onda expansiva cuando estallaron en el suelo detrás del carro de combate. En cuanto Wittmann localizó sus emplazamientos, gritó la orden de fuego a su tirador. Woll estaba muy ocupado en su puesto tratando de detectar las posiciones exactas mientras Wittmann lo guiaba hasta el blanco lo mejor que podía, ya que toda el área estaba ahora saturada por un resplandor de llamas y de vehículos que estallaban. Muchos camaradas estaban muriendo a izquierda y derecha, pero él no podía detener su carro y prestarles auxilio ya que el avance continuaba adelante de forma implacable.
Al fin, Bobby Woll localizó los cañones contracarro soviéticos ocultos en una línea de búnkeres y giró rápidamente la torreta hacia estas mortíferas armas. Wittmann continuó gritándole a Woll que se diese prisa, ya que en cualquier momento los cañones contracarro enemigos volverían a ladrarles y entonces sería el final para todos. Woll disparó un proyectil de 88 mm de alto explosivo contra su primer blanco que impactó contra el suelo en un ángulo muy agudo y rebotó estrellándose en la protección metálica del cañón contracarro. La fuerza del impacto hizo voltear la pieza en el aire, cayendo posteriormente sobre las cajas de munición. Se produjo una enorme explosión que fue presenciada por Wittmann con el rabo del ojo, pues él y su tirador estaban buscando ya el siguiente blanco.
Descubrieron otro cañón contracarro disparando contra el Tiger que avanzaba a la derecha del suyo, así que Wittmann dirigió a Woll hacia este blanco. En el momento que Woll apretó el disparador con otro proyectil de las mismas características, el cañón contracarro disparó también y otro surtidor de tierra y rocas se elevó hacia Wittmann después de que el proyectil enemigo impactase en el suelo justo delante del Tiger, que acababa de detenerse para disparar. Woll había dado en el blanco y el cañón enemigo era ahora una pila de metal retorcido y llamas. Wittmann ordenó entonces a Kirschmer que pusiese de nuevo el vehículo en marcha y siguiese el avance del resto de tropas alemanas. Los panzer alemanes se detenían únicamente a disparar contra las posiciones enemigas, reiniciando posteriormente su avance.
El carro de Wittmann y el resto de Tiger I de su sección llegaron entonces a la primera línea de búnkeres, muy castigada, en la que habían sido destruidos dos cañones contracarro solo unos minutos antes. Con un vistazo hacia abajo, Wittmann pudo ver la total destrucción de los cañones enemigos, los miembros muertos de las dotaciones y todo tipo de parafernalia militar hecha pedazos y dispersa por el terreno en todas direcciones. Los integrantes del destacamento de fusileros de apoyo estaban muertos y sus cuerpos aplastados por el bombardeo de los Stuka o de la preparación de la artillería alemana efectuada momentos antes del comienzo de las operaciones. No había señales de vida en la línea de búnkeres ni en sus alrededores, pero Wittmann pudo ver muchos carros de combate enemigos deambulando en la distancia y formando para contraatacar a las formaciones blindadas atacantes alemanas.
La voz del obersturmführer Kling se oyó entre la estática de la radio ordenando que se continuase el ataque. Tal y como se había acordado con antelación, Wendorff giró con su 2.ª Sección hacia el noreste y marchó muy rápido en esa dirección. Wittmann y sus Tiger continuaron adelante bajo un intenso fuego de cañón enemigo. Wittmann ordenó a Woll que disparase unos cuantos proyectiles de alto explosivo en la dirección del enemigo con el propósito de mantener sus cabezas agachadas. De repente, uno de los Tiger que avanzaban detrás de Wittmann se detuvo bruscamente y comenzó a arder sin causa aparente. Pronto se descubrió que se habían dejado atrás un cañón contracarro intacto que se había girado y estaba tratando ahora de neutralizar tantos panzer alemanes como le fuese posible desde la retaguardia. El proyectil había penetrado el blindaje más delgado de la parte posterior del Tiger en cuestión y continuó ardiendo con brillantes llamas anaranjadas que se alzaban hacia el cielo. La tripulación había tenido tiempo de salir y se dirigía arrastrándose hacia la protección y la seguridad de las unidades de infantería de acompañamiento.
No había tiempo para que Wittmann girase su pesada torreta hasta la posición de las siete en punto y destruyese esta amenaza inesperada. Los T-34 soviéticos que se aproximaban los tendrían pronto a distancia de tiro y Wittmann no podía permitirse tener su cañón apuntado lejos de esta amenaza. Su única esperanza era que la infantería de acompañamiento se encargase de ese cañón contracarro pasado por alto, ya que resultaba imposible para los panzer de cabeza localizar y destruir cada pieza en la estela de su avance. Este cañón disparó varios proyectiles más de alta velocidad, pero la 3.ª Sección de Tiger I de Wittmann estaba ya fuera de alcance y se había metido en una ligera depresión del terreno que los había salvado de encajar algún impacto en sus partes traseras.
Tan pronto como la sección de Wittmann asomó por la cresta de la depresión, aminoraron la velocidad y finalmente se detuvieron con el fin de observar el terreno que tenían por delante. Había mucho humo y polvo todavía suspendidos en el aire caliente del ambiente y era muy difícil observar a través de esa polvareda negra y marrón. Ningún comandante panzer estaba muy seguro respecto del área que tenían enfrente, así que se decidió disparar una salva hacia delante con la intención de provocar una respuesta de las fuerzas soviéticas. Los jefes de carro ordenaron entonces a los tiradores que disparasen sus MG 34 con el propósito de divisar impactos metálicos en posibles carros y cañones contracarro enemigos camuflados que pudiesen estar ocultos hasta poder disparar de nuevo contra los carros alemanes desde la retaguardia.
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