Dicho esto, el arma blindada, como cualquier otra, no consiste solo en modelos y formaciones, sino que también es singularmente importante el modo de empleo, ya que como demostró, por ejemplo, la campaña de Francia de 1940, los leviatanes más extraordinarios pueden ser vencidos fácilmente por carros de peor calidad pero con una mejor actuación táctica.
En lo que a los blindados japoneses se refiere, el reglamento de campaña indicaba que cada sección, de cuatro carros, debía desplegarse en diamante, y cada compañía también, con un carro/sección al frente, otra en retaguardia, una a la derecha y otra a la izquierda. Sin embargo, la formación de combate era distinta, pues tanto para atacar como para defenderse la compañía debía posicionarse en forma de “T”, es decir, con tres secciones alineadas al frente y una en reserva.
Además de especificar cómo debían desplegarse las pequeñas formaciones, el reglamente de campaña indicaba también cuantos carros de combate eran necesarios para atacar una posición enemiga. Si esta era débil, 30 o 40; si estaba bien defendida, unos 60 y, si el enemigo tenía apoyo de aviación y de artillería, 100. Las cifras son llamativas, pero sobre todo ¿de qué dependía que una posición fuera considerada como débil? ¿Previeron en algún momento los japoneses la posibilidad de desplegar un centenar de carros de combate en una isla del pacífico para atacar una posición estadounidense? Probablemente no, y lo más probable es que estas indicaciones fueran más teóricas que prácticas.
Los que sí parece más sensato fue que los japoneses concibieron, inicialmente, la masa blindada como una fuerza móvil cuya misión era buscar el punto débil del frente enemigo para obtener rápidamente una victoria decisiva. Para efectuar este ataque el reglamento estipulaba que “en general el regimiento se desplegará siguiendo la línea de frente, tal y como lo exija la situación, y los carros se desplegarán en dos líneas”. La segunda línea tenía como misión liquidar a los enemigos supervivientes dejados atrás por la primera línea y, sobre todo, sus armas anticarro; aunque si en algún momento la primera línea se atascaba frente a una posición contraria, la segunda debía sobrepasarla y rodearla para colaborar en su aniquilación.
Si recordamos la formación empleada en combate por las compañías, la “T”, veremos que también se trata de dos líneas de carros, ya que estas no debían, necesariamente, iguales en efectivos; esta distribución, en la realidad, tendrá mucho que ver con el terreno.
Además de esta misión de choque, estaba previsto que los blindados fueran empleados también en misiones de explotación, tomando puntos importantes en la retaguardia enemiga, perturbando el despliegue de las fuerzas contrarias y atacando sus instalaciones.
Sin embargo y a pesar de estas ideas sobre el empleo en masa de los blindados, generadas a raíz, ya lo dijimos, del encontronazo con los soviéticos, la realidad de la guerra del pacífico, como ya han comentado algunos lectores, fue un tanto diferente, ya que en combate contra los aliados los carros de combate fueron empleados, fundamentalmente, como apoyo a la infantería. Hablaremos de ello en la próxima entrega de esta serie.