Los comandantes de esta división parecían condenados a durar poco más o menos un año, como ocurrió con el sucesor de Model, el Generalleutnant Hermann Breith (7 de mayo de 1892 – 3 de septiembre de 1964), quien estuvo al mando once meses, entre octubre de 1941 y septiembre de 1942. Breith, que había participado en las campañas anteriores con la 4.ª División Panzer, se enfrentó como comandante divisionario de la 3.ª al durísimo invierno de 1941-42, combatiendo en Briansk, Orel y Tula. Esta campaña, que tan dura fue para algunos de los generales del Ejército alemán, entre ellos el propio Guderian, que acabó por ser cesado, supuso para Breith las hojas de roble de su cruz de caballero, que recibió el 31 de enero de 1942, año que le iba a ser bastante propicio. Primero participó en la operación Blau, contra el Volga y el Cáucaso, formando parte con su división del XXX Panzerkorps, integrado a su vez en el 6. Armee de Von Paulus. Sin embargo Breith no va a participar en este desastre (ni la división, que es enviada hacia el Cáucaso), pues abandona la división en septiembre, quedando disponible para tomar el mando temporal, entre enero y marzo de 1943, del III Panzerkorps, que en ese momento operaba en el Cáucaso, aunque no tardará en tener que retirarse a toda prisa de allí.
Reemplazado por los generales Zeigler y Schulz, vuelve a tomar el mando del Cuerpo de Ejército entre enero y mayo de 1944, y de nuevo entre junio de 1944 y mayo de 1945. Aunque durante este periodo obtiene las espadas para su cruz de caballero. Desplegado en Austria al final de la guerra, tiene la suerte de rendirse a los norteamericanos.
Tras la marcha de Breith la división queda bajo el control del Generalmajor Franz Westhoven (7 de diciembre de 1894 – 9 de octubre de 1983), otro año, casualmente, de octubre de 1942 a octubre de 1943. Con experiencia en unidades menores pues había comandado la 3.ª Brigada de fusileros, que se había convertido en 3.ª Brigada de Panzergrenadiere, dirigió la división durante los años más duros de 1943, en concreto durante la batalla de Kursk, durante la cual forma parte del XXXXVIII Panzerkorps del 4. Panzerarmee, y durante la de Jarkov, en agosto, de la que sale prácticamente destruida. Sin embargo, el Ostheer está en crisis y no hay descanso para nadie, salvo para nuestro protagonista, pero porque es herido, el 20 de octubre, y tiene que abandonar el mando para curarse. Vuelve al servicio activo el 1 de enero de 1944, pero ya no tiene mando divisionario (salvo breves paréntesis), sino que es asesor del general Von Schweppenburg, del que hemos hablado antes, en el Panzergruppe West y en otros destinos, hasta el final de la guerra que los sorprende al mando de las escuelas de carristas.
El sucesor de Westhoven es otro ilustre de la Panzerwaffe, el Generalmajor Fritz Bayerlein ((14 de enero de 1899 – 30 de enero de 1970), quien había servido en puestos de Estado Mayor –entre ellos, todo hay que decirlo, del prestigiosísimo Afrika Korps, donde había salvado la baja espalda de Rommel (por decirlo elegantemente) en más de una ocasión, o en el Primer Ejército italiano– antes de ascender al mando de la división, que conservará hasta enero de 1944 (reduciendo esa media anual a la que estamos acostumbrados, todo hay que decirlo). Durante estos meses la división combate, muy mermada, en torno a Kiev, donde los soviéticos han cruzado el Dniepr y amenazan con destruir todo el frente sur alemán. Sin embargo, como ya hemos visto, Bayerlein se queda poco tiempo pues es enviado a tomar el mando de la 130.ª División Panzer, o Lehr, la división de entrenamiento de la Wehrmacht, que ejerce entre enero y junio de 1944, y de nuevo en algún momento del otoño, hasta enero de 1945, comandándola durante la batalla de las Ardenas. A continuación estuvo al mando del LIII Armeekorps, con el que se opuso al cruce estadounidense en Remagen y se replegó hacia el Rhur. Allí, cercado con el resto del Armeegruppe B, amenazado de muerte por Model y harto de guerra, rindió su fuerza a los estadounidenses de la 7.ª División acorazada, contra la que había combatido en las Ardenas, el 15 de abril de 1945.
Durante los años de posguerra se iba a convertir en uno de los memorialistas más prolíficos, escribiendo gran cantidad de obras sobre la contienda mundial y ganando, qué duda cabe, parte de su fama gracias a ellas.