Rezaba el titular del Sidney Morning Herald, una noticia de la que también se hacían eco otros periódicos. <<Londres, 19 de abril – El Comandante del 8º Ejército General Sir Bernard Montgomery gana una Fortaleza Volante en una apuesta sobre cuando caerá Sfax.>>
La noticia.
¿Cómo había sucedido semejante cosa?
Pocos días después de la toma de Trípoli el 23 de enero, cenando con varios generales estadounidenses, y seguramente dentro del contexto de una conversación más amplia, <<Monty>> habría preguntado <<¿Que me darían si tomo Sfax para el 15 de abril?>> Los estadounidenses, cuyo ejército, procedente de Argelia, se había visto logísticamente estancado para progresar desde el ala sur del frente tunecino, y que aún debían sufrir la bofetada de Kasserine, le dijeron que eligiera el mismo lo que quisiera. Él sugirió una Fortaleza Volante, un B-17, sin duda uno de los bombarderos más impresionantes de la época, y ellos accedieron: si cumplía su objetivo le entregarían el avión, con su correspondiente tripulación pagada por el ejército estadounidenses, para que lo transportaran donde y siempre que quisiera hasta el final de la guerra.
Desde el punto de vista meramente deportivo se trataba de una apuesta difícil, pues los británicos aún debían desalojar a Rommel de la línea Mareth y romper el cuello de botella de Gabes entre el Chott el Jerid y el mar. La noticia tampoco indica qué se jugaba Montgomery, que debía hacer él si fracasaba.
El General Bernard Montgomery, es posible que su caracter no estuviera a la altura de la admiración que despertaba en sus hombres.
Sin embargo desde el punto de vista moral aquella apuesta era una auténtica frivolidad desde un doble punto de vista: desde el de los generales estadounidenses, porque acababan de apostar algo que no era suyo, sino un material de guerra muy valioso perteneciente a su gobierno; y desde el punto de vista de Montgomery porque, en realidad, quienes tenían que ganar su apuesta eran los soldados del 8º Ejército y no él personalmente.
Aún así debía creer en sus posibilidades porque, a pesar de que los militares norteamericanos olvidaron el incidente de inmediato, el británico asignó a la localidad de Sfax el nombre en clave <<Fortress>> en todos sus comunicados. Un buen recordatorio de lo que quería.
Enero se convirtió en febrero, y luego llegó marzo, que fue cuando se inició la batalla. El 8º Ejército tuvo que luchar muy duro para romper la línea Mareth, y lo consiguió en gran medida gracias a las magníficas maniobras que los neocelandeses y quienes los acompañaban efectuaron en el desierto profundo a pesar de sufrir bajas importantes. La victoria no llegó hasta finales de mes, y luego el 8º Ejército empezó a avanzar hacia Gabes y el segundo obstáculo geográfico que se oponía a la apuesta. La línea de Gabes se rompió poco después, el 6 de abril, y el 10 las tropas del 8º ejército entraban el Sfax: habían ganado la apuesta de su jefe.
Si pagar una apuesta era entonces una cuestión de cierta importancia, también hay que decir que no reclamar determinadas apuestas, hechas en momentos de excesiva frivolidad, es un gesto que honra la sensibilidad diplomática de los grandes hombres. Eso no casaba con el execrable carácter de <<Monty>>. Pocos días después el Cuartel General de Eisenhower en Argel recibió el siguiente comunicado: <<How about that fortress?>> (que hay de esa fortaleza) [según otras Fuentes el mensaje fue aún más cáustico: <<Fortress, please>> (fortaleza, por favor)]. <<Where do you want it to land?>> (¿donde quieres que aterrice?) contestó paladinamente, poco después, el generalísimo estadounidense.
<<Monty>> saludando a su nueva tripulación.
Sin embargo es poco probable que el asunto le hiciera demasiada gracia. Su país había perdido un material de guerra que el periódico tasaba en unas 100.000 libras, más los pilotos encargados de manejarlo, por la apuesta frívola de un grupo de altos mandos y la falta de diplomacia del general británico. Aquello no era forma de ganar una guerra.
Los únicos que salieron ganando de toda aquella historia fueron los tripulantes del avión, que fueron retirados definitivamente de la línea del frente para servir de conductores de autobús al ya por entonces famoso general; en especial el piloto, a quien “Monty” invitó a comer nada más llegar para discutir como se iba a reacondicionar el interior del avión con mesas de trabajo y camas para el general y su Estado Mayor. Para ellos se habían acabado las peligrosas misiones de bombardeo sobre Europa
Si te gustó, te puede interesar El Doble del General Montgomery
El ínclito Montgomery haciendo de las suyas, inflando una vez más su enorme ego, y tensando la cuerda con sus aliados, los estadounidenses, haciendo de la guerra un juego de envites. Me hubiera gustado saber que se apostó Montgomery… ¿Gibraltar? ¿la Torre de Londres? ¿Las joyas de la Corona? Todo era posible con este arrogante inglés de por medio.
Saludos.
Frivolizando, y dado su caracter, es posible que apostara algo aún más importante, para el: su reputación.
Y es una pena, porque mal general no era… (la que me va a caer… 🙂 )