Sir Francis Ivan Simms Tuker fue una persona intelectual y tímida, pero dotada, por otro lado, de un agudo sentido cínico. Como general no tenía especiales calidades, lo cual significa que sin ser uno de los grandes ases militares de la historia sabía hacer su trabajo con eficacia; sin embargo en aquel momento esta eficacia se estaba viendo mermada por una misteriosa enfermedad, tal vez una sinusitis crónica, que lo hacía sufrir mucho y debido a la cual debía someterse a molestos tratamientos a base de penicilina. No obstante a él debemos la decisión de que se bombardeara el monasterio. Su médico, John David, con el que le gustaba hablar, menciona en su diario, en la entrada correspondiente al 7 de febrero, una conversación con Tuker en el que este le preguntaba qué le parecía que se bombardeara el monasterio. El médico reconoce haber contestado que dicho bombardeo era un sacrilegio, pero preguntado por Tuker si se le ocurría otra solución, reconoció que no se le ocurría ninguna.
Para Tuker el plan de Freyberg, que básicamente consistía en un asalto frontal, era una barbaridad. Coincidía con el general francés Juin en que era mucho mas viable avanzar por las montañas al este y al norte del monasterio para rodearlo. En una carta escrita después de la guerra Tuker dijo de Freyberg que era “personalmente valeroso, sin ningún talento táctico, no tenía cerebro ni imaginación” ***. De hecho, Tuker tenía lindezas para toda la cadena de mando por encima de él: “un zopenco obstinado”*** (Freyberg), “un ignorante vanidoso”*** (Clark) y “un indolente superfluo”*** (Alexander). No obstante, quien mandaba no era él, así pues, si había que ejecutar asalto frontal, entonces decidió que había que destruir el monasterio.
¿Cuál fue el proceso que se siguió para tomar la decisión?
El asunto de los bienes culturales italianos había sido una preocupación para los aliados desde su primer paso en Italia. En especial el Monasterio de Monte Cassino. Las autoridades museisticas italianas habían mencionado el tema ya en octubre de 1943, poco después de los desembarcos en Salerno y mientras el frente aliado se desplazaba hacia el norte para enfrentarse a la línea “Gustav”. A raíz de esta mención el Cuartel General del 5º Ejército de Mark Clark había insistido en que se tuviera absoluto cuidado con el monasterio.
El asunto acabó llegando al propio Eisenhower, a la sazón comandante supremo aliado en toda la cuenca mediterránea. A finales de diciembre de 1943 envió una notificación a todos sus comandantes: “Estamos luchando en un país que ha contribuido enormemente a nuestra herencia cultural, un país rico en monumentos que con su creación ayudaron y ahora ilustran el crecimiento de nuestra civilización. Estamos obligados a respetar estos monumentos hasta donde la guerra nos permita…Si debemos elegir entre destruir un edificio famoso o sacrificar nuestros propios hombres, entonces las vidas de nuestros hombres valen infinitamente mas y los edificios deben desaparecer…Nada puede anteponerse al argumento de la necesidad militar”*.
Vemos que Eisenhower parecía dispuesto a anteponer las vidas de sus hombres a los monumentos, pero no nos equivoquemos, esto no pasaba de ser una declaración para la galería, ya que no se citaba ningún monumento concreto. No obstante esta declaración tendría su importancia en el futuro.
Luego el frente se estabilizó en la línea “Gustav”, y el Monasterio se encontró en primera línea de fuego. Pronto tuvieron lugar los primeros errores, y los primeros proyectiles de artillería cayeron sobre, o demasiado cerca del venerable edificio. De inmediato el General Alexander tomó cartas en el asunto indicando que no se debía apuntar al monasterio, aunque a su orden añadió una última frase muy interesante “No se tolerará que la consideración por la seguridad de esas áreas interfiera en la necesidad militar” *
Es decir, Alexander prohibía que se disparara contra el monasterio, concretamente, pero luego generalizaba con respecto a la seguridad de “esas áreas” frente a la necesidad militar. Así se desarrolló el tipo de argumento poco valiente que al final llevaría a la destrucción del edificio: prohibiendo que fuera atacado o dañado cuando se hablaba de él; pero invocando, sin embargo, la necesidad militar, al hablar de monumentos en general. En realidad, ninguno de los altos oficiales aliados estaba dispuesto a permitir que la “necesidad militar” se concretara en el bombardeo del monasterio, y convertirse en el responsable de su eventual destrucción. Pero lo peor de este tipo de declaraciones fue que creaban confusión en la cadena de mando, pues siguiendo las instrucciones de los altos jefes se podía entonces atacar un monumento cualquier para salvar vidas de soldados, pero por otro lado no se debía dañar el monasterio de Monte Cassino.
Este debate llegó a la mismísima cámara de los comunes, donde el Arzobispo de Canterbury, exhortó a que se protegieran los tesoros artísticos de Italia como patrimonio de toda la humanidad, y Lord Lathan le contestó que: “Yo no deseo ver una Europa poblada de monumentos culturales venerados por una humanidad encadenada y de rodillas…El pueblo de este país no accederá a que sus muchachos sean sacrificados –ni siquiera uno de ellos- innecesariamente para salvar un edificio sea cual sea” * Una vez mas se trataba de consideraciones generales y en este caso pronunciadas por personas que, en el fondo, tampoco tenían poder real para tomar la decisión.
Viene de El Bombardeo de la Abadía de Cassino (1) – Freyberg contra Tuker