Fue definitivamente el fin de la era de los acorazados. Los británicos no lo tuvieron claro doctrinalmente hasta no sufrirlo en sus carnes. Un periodista de la CBS, Cecil Brown, estaba en el Repulse y radió la noticia a todo el mundo.
Brown estaba en la cubierta del crucero de batala Repulse cuando aparecieron los primeros bombarderos japoneses. Formando una línea, eran claramente visibles en aquel día despejado. Sobrevolaron los buques sin causar daño aparente. Iban a una altura aproximada de 3.000 metros. Las baterias antiaéreas de los buques británicos no dejaban de disparar.
Fue entonces cuando Brown se dio cuenta de que las bombas venían de camino. Justo cuando los aviones se alejaban en el horizonte, un silbido estridente anunció la llegada de bombas. Una cayó directamente al agua tan cerca de donde estaba Brown que quedo empapado de agua de mar. Seguidamente, otra bomba cayó en la cubierta de la catapulta penetrando en el barco, atravesando dos cubiertas y explotando.
A unos ochocientos metros de distancia navegaba el Prince of Wales, un acorazado y navío de línea aún más poderoso que el Repulse. También esta unidad de la marina británica había sido sometida a bombardeo. Las dos moles y sus destructores de escolta saturaban el cielo con todo el armamento del que disponían.
El Repulse convertido en una nube de humo a causa de la explosión de la bomba
Hasta ese momento, en los circulos doctrinales militares británicos prevalecían aún dos nociones. La primera era que el poder aéreo no tenía nada que hacer ante las grandes unidades de combate de una marina. La segunda que, en cierto modo, la marina japonesa no era era todavía un enemigo formidable. La escena que estaba contemplando Brown a bordo del Repulse aquel 10 de diciembre de 1941, tres días después del ataque a Pearl Harbor, refutaba completamente ambas nociones. El choque británico con la realidad fue tan estremecedor, que hasta el mismo Churchill dijo las siguientes palabras en la Casa de los Comunes: «En toda mi vida profesional no he visto un revés naval tan importante y doloroso«.
Unas 24 horas más tarde, después de que hubiera sido rescatado de las aguas, Brown envió un cable a la CBS en Nueva York donde explicaba que el ataque japonés había tenido éxito «primero por un resuelto ataque de aviones torpederos, y segundo por la pericia y eficiencia de las operaciones de bombardeo japonesas«. Para Brown y muchos de los supervivientes la verdadera clave había estado en los torpedos. Según su relato, tras ser tocado por las bombas, el Repulse logró esquivar dos ataques de aviones torpederos. Sin embargo, a las 12:20 horas, se aproximó una tercera oleada.
Brown vio como un avión viraba y se aproximaba por la amura de babor a unos cuatrocientos metros. Según comentaba en su cable: «se aproximaba cada vez más, de frente, y entonces pude ver como soltaba un torpedo. Venía directo hacia nosotros. Un observador gritó «¡atención torpedo!». Oí decir a otro «¡éste nos ha pillado!«». El pez metálico impactó en el costado del barco a 20 metros de donde estaba Brown. «Fue como si el barco hubiera chocado contra un muelle. Me lanzó unos cuatro metros más allá de donde estaba en la cubierta. Sin embargo no oí ninguna explosión, solo un gran choque metálico«.
El barco recibió otro torpedo por la amura de estribor. «Esta vez quedó claro que el Repulse estaba condenado. Aún me parecía increíble. Me costó creer que tuviera que abandonar el barco. Parecía tan increíble que el Repulse fuera a hundirse…«, pero lo hizo, no sin que antes se viera Brown en el agua junto a cientos de marineros británicos.
Los dos buques navegan de forma errática hasta su hundimiento final
Después de alejarse del lugar unos mil metros y asomando la cabeza entre las olas presenció el hundimiento del Repulse y el del Prince of Wales. «Cuando el casco del acorazado desapareció entre las aguas creó una succión de tal calibre que arrancó el chaleco salvavidas a un oficial y lo arrastró unos cincuenta metros«. Esta dramática crónica tres días después de Pearl Harbor parecía confirmar que lo sucedido en el puerto hawaiano no había sido una casualidad. Los acorazados habían perdido toda su relevancia, todo su esplendor pasado. Ahora solo eran un enorme blanco.
También el poderío naval aerojaponés dejó de ser subestimado para ser considerado como lo que era, un temible adversario. Un aviador japonés presente en el ataque informó de manera escueta: «Nuestras formaciones de bobarderos cayeron sobre los dos navíos entre el fuego antiaéreo enemigo. Nuestros torpedos alcanzaron el blanco, produciendo grandes explosiones y levantando densas columnas de humo. Tras navegar de forma errante durante un tiempo, se convirtieron en antorchas y se fueron al fondo«.
Cecil Brown
Cecil Brown tuvo una destacada carrera periodística, y tiene una estrella de el paseo de la fama de Hollywood por sus contribuciones a la radio difusión. El relato completo del hundimiento del Repulse y el Prince of Wales está en su libro Suez to Singapore.
Si te gustó, te puede interesar El momento más peligroso de la segunda guerra mundial.
Sencillamente bien !!!!