Vamos a continuar con los planteamientos tácticos de Guderian. El lector recordará que en la ENTRADA ANTERIOR habíamos dejado a los carros propios atacando con fuerza y profundidad para poder destruir con rapidez a las piezas contracarro enemigas situadas en el frente y sorprender y emboscar a las de reserva que pudieran tratar de posicionarse, utilizando también, para las más alejadas, la artillería propia. Llegados a este punto, es previsible que el enemigo también tenga cañones, y carros de combate…
“Las baterías de artillería enemiga tendrán un papel importante en la defensa, y tienen que ser atacadas al mismo tiempo que nos encargamos de las piezas contracarro situadas en la profundidad de la zona defensiva.
En nuestro modelo, hemos postulado que ambos bandos tendrían fuerzas acorazadas comparables. ¿Cuándo aparecerán exactamente? Cuando suceda, puede que ya no sean capaces de ayudar a su infantería, pero no cabe duda que no les gustará ver como su artillería cae en nuestras manos. Así, será cuando entremos en combate con la artillería enemiga cuando debamos contar con la llegada de sus carros de combate. En este momento de la batalla, los defensores tendrán muchas ventajas, especialmente el conocimiento del terreno y el hecho de que siguen ordenados, mientras que los atacantes se encontrarán ya un tanto desorganizados. El enemigo más peligroso del carro de combate es otro carro de combate. Si somos incapaces de derrotar a los blindados enemigos, la penetración puede darse por fracasada, ya que nuestra infantería y nuestra artillería serán incapaces de seguir progresando”. Llegados a este punto, Guderian parece alcanzar el fondo del pesimismo, aunque en realidad lo que hace es plantear las teorías defensivas en boga en otros países, como Francia, en el momento en el que escribe. La intervención de los carros de combate “enemigos” que nos propone, por ejemplo, sería una clásica acción de apoyo a la infantería, que para este momento del combate, si bien superada, sin duda no puede haber sido destruida. Veamos que va a pasar ahora.
“Todo se reduce a retrasar la intervención de las reservas de cañones contracarro y de carros del enemigo, y a penetrar rápidamente en la profundidad del dispositivo enemigo, hasta los centros de mando hostiles y hasta donde se hallan sus reservas, con fuerzas acorazadas efectivas; y con efectivas nos referimos a que tienen que ser capaces de combatir en una batalla de carros de combate [es decir, con carros de batalla, en el futuro los Panzer III, y no con modelos ligeros]. El mejor medio de retrasar la intervención de las reservas es por medio de la aviación. Esta será, probablemente, una de sus contribuciones más importantes a la batalla terrestre. También la artillería de largo alcance puede hacer un trabajo útil, siempre y cuando se determinen con razonable precisión las vías de aproximación y las zonas de concentración del enemigo”.
Como se puede ver hasta ahora, Guderian pre-define bastante bien cuáles serán los tres elementos fundamentales de la forma de combatir que será conocida como Blitzkrieg: los carros de combate, la aviación de apoyo a tierra y las piezas contracarro (a menudo olvidadas). Los primeros deberán reventar el dispositivo enemigo, los segundos colaborar en la eliminación de sus reservas, y los terceros –colocados en el bando enemigo en esta ocasión– servirán para apuntalar una posición defensiva y hacerla viable. Sigamos ahora con los últimos compases de esta descripción ficticia
“[…] Es probable alcanzar el éxito cuando todo el sistema enemigo sea atacado más o menos a la vez. Cuando el asalto comience, el interior del territorio enemigo debe ser vigilado desde el aire para detectar los movimientos de las reservas contrarias, contra las que serán enviados nuestros aviones de ataque. Las fuerzas aéreas deben concentrar sus esfuerzos en prevenir, o al menos retrasar el movimiento de estas reservas hacia el punto de ruptura. En tierra, el arma principal es el carro de combate. Tendrán que superar los campos de minas y los obstáculos, y desplegarse en profundidad, en escalones sucesivos, para atacar y derrotar a los elementos defensivos en rápida sucesión: zonas de reunión de las reservas del contrario, sus centros de mando, la zona de despliegue de las baterías de artillería, las defensas contracarro móviles y, finalmente, toda la zona de combate de la infantería. De todas estas acciones, la más importante es lograr la victoria sobre las defensas contracarro y las reservas de carros de combate. Si ganamos esta batalla, tendremos de inmediato fuerzas capaces de iniciar una persecución y rodear los sectores del frente que aún resisten; y la tarea de enfrentarse a las baterías enemigas y completar la conquista de la zona de combate de la infantería puede ser dejada a unidades de carros de combate más débiles, mientras que nuestra infantería sigue adelante, aprovechando el éxito de nuestras fuerzas acorazadas. Si, por el contrario, fracasamos a la hora de derrotar las defensas contracarro y los carros de combate del enemigo, la penetración ha fracasado, incluso aunque consigamos infligir cierto nivel de destrucción en la zona de batalla de la infantería enemiga. En estos casos todo terminará como sucedió a menudo en la Guerra Mundial, con una sangrienta y costosa penetración que a menudo deja al atacante en peor situación –en un saliente con flancos vulnerables– que antes.