La guerra de acordeón estaba en su punto álgido en el Norte de África. Los ejércitos contendientes iban y venían en grandes retiradas y avances.
En un momento se acariciaba el triunfo y al siguiente se mascaba la tragedia. Y no solo en la supervivencia inmediata de los hombres en el campo de batalla, también en el propio destino de algunos de ellos.
Por ejemplo el teniente coronel Charles Morris, comandante del 4.º Batallón del 13.º Regimiento de la Fuerza Fronteriza de Fusileros (10.ª División India). Después de que su puesto de mando fuera sorprendido y tomado por las fuerzas del Afrikakorps de Rommel el 28 de junio de 1942, fue capturado y hecho prisionero, e incluso interrogado por el propio Rommel.
Esa noche, él y sus hombres fueron llevados a un campo de prisioneros provisional en el desierto. Esa madrugada, y de forma fortuita, una columna de tropas indias entró a toda velocidad en el área donde estaban los prisioneros de guerra. El resultado fue una confusa melé en la que tanto prisioneros como sus guardias alemanas murieron a manos de los integrantes de la fuerza recién llegada.
Soldados Indios en el desierto
Sin embargo, en la confusión, Charles Morris y muchos de sus hombres consiguieron escapar; llegaron a las líneas británicas antes del amanecer, y horas más tarde ese mismo día, Morris tuvo la oportunidad ir a informar a su propio comandante en jefe Sir Claude Auchinleck de lo que había estado hablando con Rommel.
Casi con toda seguridad, Morris fue el único oficial en toda la guerra que se entrevistó con los comandantes en jefe de dos ejércitos enfrentados en menos de 24 horas, según afirma Alexander Greenwood, antiguo ayuda de campo de «Auk», en su biografía de Auchinleck.
Otra anécdota curiosa recogida en el libro de Greenwood (Field-Marshal Auchinleck) cita la historia de un británico hecho prisionero en los primeros avances de Rommel de 1942 que empujaron a las fuerzas británicas de vuelta a Egipto. Esta vez, Sir Walter Cowan había tenido que enfrentarse a dos carros de combate alemanes y su posición había sito arrollada. Vació su revólver contra los blindados antes de ser hecho prisionero y después de que les gritara a sus adversarios “¡Perros, nunca me rendiré!”
Sir Walter Cowan
Sus captores alemanes quedaron sorprendidos cuando se despejó la polvareda, al descubrir que tenían en su poder a un almirante retirado de más de setenta años de edad. Parece ser que al comienzo de la guerra, diez años después de su retiro, se había unido por su cuenta al 18.º de Caballería como “oficial naval de enlace”. (Los alemanes lo repatriaron al año siguiente).
En 1942, tras capturar Tobruk pese a su enconada y heroica defensa, Rommel siguió con su avance hacia Egipto. Como reza la historia, Churchill estaba en la Casa Blanca cuando recibió un telegrama de papel rosado en el que se podía leer “Tobruk ha caído”, y también es verdad que Montgomery cogió el relevo y acabaría derrotando a los alemanes en octubre-noviembre de 1942.
Auchinleck
Pero lo que es menos conocido es que el primer hombre que detuvo a Rommel a las puertas de Egipto fue Auchinleck en la “Primera Batalla de El Alamein” en 1942. O al menos esa es la tesis del mayor Greenwood, que sostiene que la gran pérdida de territorio y los tejemanejes políticos sacaron a Auchinleck precipitadamente del teatro africano y lo confinaron en la jaula dorada de la India.
Greenwood, su antiguo ayuda de campo afirma rotundamente que “Auk” podría haber frenado a Rommel definitivamente en una segunda batalla de El Alamein si le hubieran concedido un poco más de tiempo. Lo cierto es que nunca lo sabremos.
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