¿Qué pasa cuando una flotilla de buques de guerra se hace a la mar y en cuestión de días su país está sucumbiendo al enemigo, sus bases navales empiezan abandonadas y cesa toda comunicación?
Como cinco huérfanos, los submarinos Sep, Zbik, Rys, Wilk, y Orzel, se habían visto abocados a un mundo hostil, enteramente a su suerte, sin ningún sitio a donde ir, y menos a casa. Su hogar era Polonia y, bajo la aplastante marea de la blitzkrieg alemana, estaba desapareciendo. Los cinco submarinos de la marina polaca habían logrado escapar de su base en Gdynia en el Golfo de Gdansk después de qué este fuera bombardeado por bombarderos en picado alemanes el mismo 1 de septiembre de 1939 al inicio de la contienda.
Mientras las fuerzas terrestres polacas se tambaleaban ante la apisonadora alemana, los cinco submarinos recorrieron los sectores cercanos del Mar Báltico para ver qué podían hacer en defensa de su patria. Pero debido a que los alemanes habían enviado pocos barcos al Báltico, la flotilla submarina polaca vio poca acción en su patrulla de guerra, en especial en la bahía de Puck, que controlaba el acceso marítimo a Gdansk.
La verdadera acción habría de venir de los aviones de larga distancia de la Luftwaffe, cuyos mortíferos aparatos debían evitar a toda costa. En solo unos días, las aguas nacionales fueron barridas de barcos polacos de superficie, y el 12 de septiembre fue abandonada la propia base de Gdynia. A Polonia solo quedaba la flotilla de cinco submarinos para continuar la guerra en el mar.
Sin embargo, para los submarinos huérfanos la continuación de la guerra no significaba otra cosa que sobrevivir, y uno a uno se fueron enfrentando al momento de la verdad. Para el Sep fue el 15 de septiembre. Fuertemente dañado por un ataque de la Luftwaffe, al Sep solo le quedaba una opción. Debía virar hacia el puerto de Estocolmo en la Suecia neutral y aceptar el internamiento para el resto de la guerra.
De igual manera, el Rys había resultado dañado por bombas y se dirigía a aguas suecas el 17 de septiembre para internarse en puerto neutral. El Zbik logró pasar desapercibido hasta el 25 de septiembre, pero entonces se vio obligado también dirigirse a Suecia e internarse. Esto dejaba a la flotilla polaca en dos submarinos errantes, no conociendo ninguno de ellos el paradero o las actividades del otro. De hecho, e Wilk había partido para Inglaterra con la esperanza de unirse allí a la Marina Libre polaca.
Eso dejaba al Orzel como el último submarino polaco en aguas polacas. Como el resto de las unidades de la flotilla, el Orzel había zarpado de Gdnya en las primeras horas de la guerra. En su puesto en su sector de patrulla en la bahía de Puck, no había encontrado blancos, aunque había logrado dar esquinazo a los persistentes aparatos de la Luftwaffe durante días.
Empleó parte de ese tiempo en el sembrado de minas, y en una ocasión evitó por los pelos caer en una trampa, una falsa llamada de ayuda de un supuesto submarino polaco en apuros. Más tarde abandonó la bahía de Puck y patrulló por el Báltico hasta que cesó toda comunicación con la base de Gdynia el 12 de septiembre. Desde entonces, el Orzel estaba solo y a su suerte.
Pero no acabó ahí su mala suerte. Ese mismo día se averió su sistema hidráulico y enfermó su comandante, el capitán Kloczkowski. El oficial ejecutivo del submarino, Jan Grudzinski tomó el mando y llevó al Orzel al puerto de Tallín, en la Estonia neutral, para hacer reparaciones y para llevar al capitán al hospital. Como preveía la ley internacional vigente en ese momento, los polacos esperaban que como barco beligerante, les permitieran permanecer en puerto durante 24 horas y hacer sus reparaciones antes de zarpar de nuevo
En un principio las autoridades estonias parecieron autorizar la operación. El capitán fue hospitalizado y se completaron las reparaciones del sistema hidráulico del submarino en apenas unas horas. Los polacos aprovecharon para repostar y subir provisiones abordo. El Orzel estaba listo para zarpar muchas horas antes de que expirara su plazo.
Pero entonces llegó un comunicado de las autoridades estonias que ordenaba a la tripulación del Orzel a esperar durante seis horas, ya que había un carguero alemán en la boca del puerto. Tras un largo (y parece que deliberado) retraso, el carguero abandonó por fin aquellas aguas rumbo a alta mar. En teoría, el Orzel podría zarpar en seis horas.
Pero no, los estonios dijeron entonces que, en virtud de un nuevo acuerdo alcanzado por los tres Estados Bálticos, requerían el desarme e internamiento de cualquier buque de guerra beligerante que apareciera en sus aguas. (Debe recordarse que Estonia, Letonia y Lituania eran países diminutos presionados tanto por la Alemania Nazi como por la Unión Soviética, y en el futuro les esperaba una ocupación alemana y una doble ocupación soviética).
Parece que el Orzel se hallaba en un grave aprieto. ¿Navegaba mientras tanto el Wilk hacia Inglaterra? Son cuestiones que veremos en la próxima entrada.
Sigue en 1939 – El sino de la Flotilla de Submarinos Polaca (II)
No nos dejéis así…
Segunda parte ya !!
Genial artículo como siempre Señor Cañete. Un placer leer sus artículos.