Si, históricamente, Serbia había entrado en escena el 28 de junio de 1914 con ocasión del asesinato del Archiduque Francisco Fernando en Sarajevo, luego, el pequeño país balcánico, encajado entre los grandes gigantes europeos, parece desvanecerse. La batalla de las fronteras, la invasión de Bélgica, el Marne, Tannemberg y los lagos masurianos, incluso la ofensiva de Galizia ganan relevancia, y pocos son los que parecen fijarse de nuevo en el pequeño país balcánico, cuya capital se halla, al otro lado del Danubio, a apenas unos pocos cientos de metros de la frontera Austro-Húngara.
Precisamente por la cercanía de su capital y por sus larguísimas fronteras (tanto con el imperio como con Bulgaria), el Voivoda Radomir Putnik, Jefe de Estado Mayor del príncipe regente Alejandro I y comandante efectivo de los ejércitos serbios, ha decidido no presentar batalla sobre estas, sino desplegar sus fuerzas más hacia el interior, aprovechando los cauces fluviales como línea defensivas, con la intención de contraatacar en caso de ser posible.
Si nos fijamos en los efectivos totales, con hasta 1 800 000 hombres en 50 divisiones de infantería y 11 de caballería, el ejército austro-húngaro era francamente superior, sin embargo, si comparamos las fuerzas en presencia, los efectivos serbios, unos 250 000 hombres en 11 divisiones, se equiparan bastante ben a los 270 000 hombres que desplegará el general Oskar Potiorek, comandante en jefe imperial en el sector. Por otro lado, los austro-húngaros van a ser muy superiores en poder artillero, no solo por la cantidad de piezas que pueden desplegar, sino porque la única fábrica de obuses de que dispondrán los serbios fabrica un máximo de 100 proyectiles al día.
Fue, en efecto, la artillería la que abrió el baile. Si el 28 de julio los austro-húngaros habían presentado, y visto rechazado, su ultimátum y declaración de guerra, el día siguiente vio como caían las primeras bombas sobre Belgrado. La ofensiva austro-húngara comenzó pocos días después, pero no contra la capital –lo que es un hecho interesante, si tenemos en cuenta el furibundo interés de los alemanes por llegar a París en esas mismas fechas–, sino desde Croacia, atacando en dirección este, aprovechando que la población de aquella región era mayoritariamente musulmana y pensando que, por ello, sería más fácil de controlar.
Como se dice a menudo, al principio las cosas fueron bien. El 8 de agosto los austro-húngaros entraron en el valle de Uvac, hacia Sjenica, con el fin de aislar al minúsculo (30 000 hombres) ejército montenegrino; el 12 empezó la ofensiva general, con la captura de Sabac, sobre el Danubio, en el otro extremo del frente de operaciones. El 16 de agosto los combates se focalizaron en el sector del macizo del Cer, al este del Drina (a la sazón frontera entre ambos países), entre Loznica (conquistada el 14), al Suroeste, y la antedicha Sabac, al noreste.
En las montañas, los combates son durísimos, y las lluvias incesantes no ayudan. La fuerza principal austro-húngara es el 6.º Ejército, comandado por el propio Potiorek (XV y XVI CE), con el 5.º Ejército (general Liborius Ritter von Franck, VIII y XIII CE) apoyándolo por la izquierda; enfrente, atrincherado, espera el 3.er Ejército serbio del general Pavle Jurisic Sturm(dos divisiones, una brigada y un regimiento), que pronto recibirá, por su flanco derecho, el apoyo del 2.º Ejército del general Stepa Stepanovic (cuatro divisiones), procedente del este, algunos de cuyos elementos recorrerán 150 km en tres días para llegar al frente. A pesar de que los austríacos recibirán ayuda de su propio 2.º Ejército, que para ello tendrá que retrasar su traslado hacia el frente del este, al final serán derrotados y empujados de vuelta al otro lado del Drina.
Para los ejércitos del emperador es un desastre: 10 000 muertos, y el doble de heridos y desaparecidos y 7000 prisioneros, además de ingentes pérdidas materiales, contra 2000 muertos y 14 000 heridos serbios. Y la catástrofe no es solo numérica, sino también psicológica, pues el ejército austro-húngaro ha demostrado ser un gigante con los pies de barro, al menos a la hora de enfrentarse al en teoría inferior ejército serbio que contaba, no obstante, con una baza importantísima: la veteranía alcanzada durante las dos guerras balcánicas.
Los austriacos durante la IGM fueron como los italianos en la IIGM, de todas partes les tuvieron que sacar del lio los alemanes. Y eso que fueron ellos los que empezaron la guerra.