La cuarta batalla del Isonzo (10/11 a 4/12 de 1915)
La cuarta batalla del Isonzo comenzó oficialmente el 10 de noviembre, seis días después de que terminara la tercera, y terminó el día 4 de diciembre, casi un mes después. Siendo tan larga y tan cercana a la anterior, es perfectamente lógico que algunos autores hayan fusionado estas batallas en una sola, más aún si tenemos en cuenta que no cambiaron ni los objetivos, ni los mandos de las unidades. Sin embargo vamos a diferenciar ambas batallas no solo porque así podemos dedicar una entrada a cada una y acercarnos un poco (no mucho) al detalle, sino también porque hubo algo que si cambió en esta batalla: el tiempo climático.
En el sector norte del Segundo Ejército, por mucho que Cadorna insistiera en que había que tomar el valle de Bovec y eliminar la cabeza de puente austríaca en Tolmin, densas nevadas impidieron que se llevaran a cabo los ataques, por lo que nos atendremos a lo que sucedió más al sur. En el sector centro-meridional del Ejército de Frugoni los objetivos son bien conocidos: cota 383, monte Sabotino, Podgora, Oslavia y el monte San Michele. En torno a la primera de estas ubicaciones, los italianos volvieron a fracasar frente a Plava y a progresar ligeramente en el sector de Zagorra para ser contenidos por la llegada de refuerzos austro-húngaros; y en el último de los sectores citados, la batalla se convirtió en una sucesión de ataques y contraataques que causaron bajas tan terribles como las que se habían visto en la batalla anterior.
Fue en el centro, en el sector del VI Cuerpo de Ejército del general Luigi Capello donde sucedió algo, tras repetidos asaltos y elevadísimas bajas, ¡los italianos conquistaron las ruinas de Oslavia! Este “éxito” fue publicitado en toda Italia como una gran victoria, que de cara al público dio sentido a las sangrías que se estaban produciendo en el frente del Isonzo, pero que en realidad apenas cambió la situación. Victoria vacía pues, que solo suponía la ganancia de unos metros.
Entretanto, en el norte, el tiempo había mejorado, y Cadorna ordenó nuevos ataques contra el monte Rombón, que fueron repelidos sin demasiados problemas por los eslovenos del 2.º de fusileros de montaña que lo defendían. En torno a la montaña, los combates continuaron hasta que, el 4 de diciembre volvió la nieve.
Con la llegada del invierno ambos ejércitos detuvieron sus operaciones y los soldados empezaron a pensar en instalarse para pasar los meses invernales con la mayor comodidad posible. Tras otras 50 000 bajas italianas y 30 000 austro-húngaras –oficiales, las reales fueron mucho más elevadas–, los combates descendieron en intensidad, pero no se detuvieron. No hay nieve que pueda detener la caída de los obuses de la artillería, ni tampoco las patrullas de los francotiradores, siempre al acecho de una víctima, y los días claros fueron el reino de los aviones, explorando y hostigando a las líneas enemigas; pero sin duda uno de los elementos clave de aquel invierno fueron los explosivos: no solo para cavar trincheras y refugios más profundos y mejores, sino también para hacer caer, literalmente, un nuevo tipo de desgracia sobre los soldados de ambos bandos: las avalanchas.
En todo caso, no habría más batallas del Isonzo hasta marzo de 1916. Hagamos pues una pausa.
4 choques frontales sin conseguir a penas ninguna ganancia. Pero los italianos contaban con magníficas tropas de montaña ¿por qué no las usaban para infiltrar y atacar por retaguardia?