La segunda batalla del Isonzo (18/7 a 3/8 de 1915)
Tras el fracaso de su primera ofensiva a las posiciones austro-húngaras, el general Cadorna llegó a la conclusión de que el fracaso se había debido no a que sus planes fueran malos, sino a la falta de ímpetu de sus oficiales y tropas, por lo que de inmediato se dispuso a repetir la ofensiva, con un único cambio: incrementó la artillería disponible, aunque nuevamente con pocas piezas de calibre pesado, y la reserva de munición. Su gran error, sin embargo, que consistía en tratar de atacar sobre un frente demasiado ancho, persistió.
Por su parte, el general Boroevic tenía sus propios problemas. Cierto es que sus tropas habían aguantado bien, pero habían sufrido bajas y conseguir tropas de reemplazo y de refuerzo resultaba difícil pues el ejército al que pertenecía no tenía demasiada reservas de las que tirar. En consecuencia optó por la solución más evidente, cavar mejores y mayores sistemas defensivos. El Quinto Ejército, literalmente, comenzó un proceso de enterramiento en vida que iba a darle grandes dividendos.
Detallando el plan italiano, el Segundo Ejército debía seguir atacando en la cresta de Mrzli, tomar la colina 383 y el monte Sabotino, y el Tercero fue enviado a tomar la meseta de Doberdo, en la esquina noroeste del Carso, y el monte San Michele. Los combates en este sector iban a ser lo suficientemente importantes como para que la ofensiva recibiera el nombre de batalla de San Michele.
Eran las 4.00 horas del 18 de julio, 11 días después de la primera ofensiva, cuando comenzó la segunda batalla del Isonzo, que iba a durar doce días. Como siempre, la primera protagonista fue la artillería: toda la del Tercer Ejército y la del ala sur del Segundo aplastaron el frente enemigo en la región del monte San Michele, con una intensidad que los defensores jamás habían experimentado antes (2500 proyectiles pesados, cayeron en las trincheras austro-húngaras). Durante la jornada el fuego de barrera empezó a desplazarse, señal inequívoca de que el asalto llegaría pronto, hacia la meseta en torno a las 11.00, al monte propiamente dicho a las 12.00 y contra Redipuglia a las 14.00.
Poco después, los machacados soldados de la 20.ª División del Honved vieron llegar a las tropas italianas, en masa, luciendo sus bayonetas caladas para iniciar una batalla pendular que vería, a lo largo de toda la jornada, como se ganaban y perdían posiciones sobre toda la línea de combate. Sin grandes resultados el primer día, el 19 los húngaros perdieron la cota 143ª pesar de la llegada de la 17.ª División de infantería, y el 20 el XI Cuerpo de Ejército italiano conquistó el monte San Michele. Este éxito fue vivido como una catástrofe tanto en el Cuartel General de Boroevic como en el propio alto mando Imperial, pues la conquista de la montaña ponía en peligro la conservación de la propia Gorizia.
Carente de reservas a mano, el general austro-húngaro ordenó al general Boog que peinara el frente para reunir todos los batallones que pudiera a fin de lanzar un contraataque. Al final serían quince, entre ellos los del 2.º Regimiento bosnio y los de la 12.ª Brigada de montaña, que se contaban entre las mejores tropas de la doble monarquía. Cadorna, por su parte, tenía claro que el contraataque iba a producirse, por lo que envió a Aosta sus últimas reservas: dos divisiones del XIV Cuerpo de Ejército, para que ayudaran a defender la montaña. La contraofensiva comenzó a las 2.00 horas del día 21, y fue un éxito contundente. A las 5.00 los austro-húngaros habían retomado la cima, y el asalto general desencadenado a las 4.00 en el resto del sector obligó a los italianos a iniciar una retirada general en torno a las 9.00. El día 24, cuando el duque de Aosta decidió dar por terminada la batalla pues salvo por la cota 143, que aún conservaba, los italianos habían sido enviados de vuelta al punto de partida.
Sin embargo, Cadorna no estaba de acuerdo con esto y tras encontrar refuerzos para el XI Cuerpo de Ejército, ordenó un nuevo asalto contra el monte San Michele y la meseta de Doberdo. La acción comenzó el día 25 también con bombardeo y un asalto, y los combates fueron una repetición de los días anteriores pues si bien los italianos consiguieron tomar la cima nuevamente, la perderían el 26 merced a un ataque de los supervivientes de la12.ª Brigada de montaña.
Mientras se producían estos acontecimientos, en el sector del Segundo Ejército también se combatía con dureza. Frente a Gorizia el VI Cuerpo de Ejército se enfrentó a la 58.º División de Zeidler, el II trató de expulsar a las 1.ª Brigada de Montaña de la cota 383 y los Alpini y los Bersaglieri del IV Cuerpo hicieron todo lo posible por tomar la cresta de Mrzli. Los combates más duros de este sector se dieron cuando los Alpini desencadenaron su tercer ataque contra el monte Rosso, que finalmente conquistaron; y cuando, al norte de Bovec, los italianos trataron de conquistar el monte Rombon, defendido con éxito por los eslovenos del 2.º Regimiento de fusileros de montaña.
Los últimos días de la batalla, que terminó oficialmente el 3 de agosto, vieron como las llamas se iban convirtiendo en brasas. Tras doce días de hierro y fuego las bajas oficiales, probablemente inferiores a las reales, ascendían a 50 000 italianos y 46 000 austro-húngaros, y aunque Cadorna estaba convencido de que había estado a punto de quebrar al Quinto Ejército, en realidad no se había conseguido nada.
Una pregunta. Si las tácticas defensivas eran tan buenas ¿como es que los defensores sufrían casi tantas bajas como los atacantes?
En el Somme los británicos tuvierno unas bajas terribles pero las de los alemanes no fueron muy inferiores.
Buenas tardes Dani.
Yo apuntaría a dos causas fundamentales:
En primer lugar los contraataques, totalmente imprescindibles según las tácticas de la época, pues había que tratar de recuperar siempre las posiciones perdidas antes de que el enemigo tuviera tiempo de asentarse en ellas y preparar su defensa, por lo que solían ser acciones organizadas muy sobre la marcha.
Y en segundo lugar, aunque no menos importante, los bombardeos artilleros. Sin duda una semana de machaque debía de causar muchas bajas, aunque nunca fueran las suficientes como para anular completamente a los defensores, sobre todo si mediaba un tiempo entre el final del bombardeo y el inicio del asalto durante el que pudieran recuperarse.
Un saludo.
Entonces a toro pasado, hubiera sido mejor no realizar esos contrataques e ir creando lineas defensivas sucesivas en las que el enemigo se desgastase.
Supongo, que la premisa era no ceder terreno valioso al enemigo
Hola, os sigo a algunos en histocast. Buen trabajo
Muchas gracias Manu.