El embajador Austríaco en BELGRADO no se halla en su puesto en este momento y lo sustituye el temperamental encargado de negocios Wilhelm Ritter von Storck. Este se reúne con Slavko Gruic, Secretario General del Ministerio de Asuntos Exteriores Serbio, para preguntarle que ha hecho hasta ese momento la policía serbia para desentrañar la conspiración que ha llevado al asesinato del heredero de la doble corona Austro-Húngara, y que a todas luces se ha originado en el país.
“Nada” Contesta Gruic.
Entonces Storck pierde los nervios y, airado, espeta a su interlocutor el deber de la policía serbia es averiguar que ha pasado, lo pidan desde Viena o no.
Gruic no parece tenerlas todas consigo porque tras la reunión decide ordenar a la policía de Belgrado que inicie una investigación, que quedará, sin embargo, cerrada, una semana después. Sin resultados.
Von Storck, por su parte, indica en su informe a Berchtold: “El año pasado me tomé la libertad de escribirle para decir que tendríamos que aprender a tolerar las impertinencias serbias sin llegar a la guerra. Ahora, esta cuestión ha adquirido un cariz totalmente distinto”.
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