Las primeras ametralladoras (III) – la Gardner

La primera ametralladora verdaderamente portátil fue inventada en 1874 por un oficial del ejército norteamericano, el capitán William Gardner.

La Gardner original tenía varios cañones fijos que eran alimentados desde una tolva vertical, pero tras una serie de pruebas, Gardner desarrolló una ametralladora de un solo cañón que empleaba un cargador en forma de peine para sostener los cartuchos. Se podía utilizar tiro a tiro o como ametralladora. La cadencia de fuego en este último modo era de 120 disparos por minuto.

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El nacimiento del portaaviones (VI): la organización en EEUU y Japón

Ni las fuerzas aeronavales estadounidenses, ni las japonesas, tuvieron que enfrentarse a los problemas organizativos con los que tuvo que lidiar la Royal Navy: su propia idiosincrasia fundamentalmente naval y la existencia de la RAF, a los que nos referimos en la entrada anterior. Es más, en el caso de la existencia de un arma aérea independiente, los marinos de ambos países fueron claramente conscientes de la ventaja que les proporcionaba su inexistencia, y lucharon por que las cosas siguieran siendo así.

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El portaaviones estadounidense Enterprise (CV6)

Así, la Marina estadounidense creó el Bureau of Aeronautics, una poderosa organización administrativa. En palabras del contralmirante Bradley A. Fiske: “Si no obtenemos esta oficina en la próxima sesión, entonces el general Mitchell [N. del T.: de la aviación del ejército] y toda una horda de políticos obtendrán un ‘ministerio del Aire’, y la Marina estadounidense se encontrará tirada en la calle con la procesión marchándole por encima… Si se establece el ministerio del Aire, la Marina quedará al nivel de las instituciones medievales en unos diez años”. Sin duda parecen planteamientos un tanto exagerados, pero nos dan una idea muy clara de cuál era la mentalidad imperante. Lo fundamental era que la Marina pudiera atender a sus propias necesidades en lo que a aviones se refería.

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Las primeras ametralladoras (II) – La Gatling

Cuando estalló la Guerra Civil en Estados Unidos, Richard Gatling, de Carolina del Norte, era un exitoso industrial de utensilios agrarios, aunque pronto se haría mundialmente conocido por ser el inventor de la primera ametralladora propiamente dicha.

En lugar de utilizar presillas o placas para sujetar los cartuchos, Gatling empleó una tolva situada justo encima de la recámara, una idea que ya se había utilizado en el cañón o ametralladora mono cañón Ager, apodada «molinillo de café» por la forma de la tolva que sobresalía por encima del cañón.

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España y las compañías militares privadas (II)

Sin embargo, a diferencia de los ejércitos profesionales, las compañías privadas presentan como inconveniente el hecho de estar movidas únicamente por el lucro económico, así como de carecer de algo como un código de justicia militar mediante el que exigir responsabilidades, con el consiguiente riesgo de que se produzcan abusos.

Soldados españoles en Bosnia-Herzegovina.

De este modo, en un intento de regular las actividades de estas empresas, en el año 2008 el Comité Internacional de la Cruz Roja dio lugar al Documento de Montreux, un documento donde se reafirman las obligaciones jurídicas internacionales de los Estados en lo que respecta a las operaciones de las empresas militares privadas durante los conflictos armados, así como se recogen una serie de prácticas idóneas para su contratación (Comité Internacional de la Cruz Roja [CICR], 2013). El Documento de Montreux se encuentra actualmente suscrito por 54 países y tres organizaciones internacionales, siendo firmado por España en Mayo del 2009.


Es este un hecho llamativo para un país en el que apenas existen empresas de este tipo y en el que no se hace uso de ellas. De este modo, en contraposición con países como Estados Unidos (donde las compañías privadas han crecido de acuerdo a las operaciones militares del país) o Gran Bretaña (donde la existencia de contactos en los antiguos territorios ha permitido a las empresas un carácter más global), España no ha precisado de la labor de estas compañías en sus misiones. Probablemente influye en gran medida el hecho de que España por su relevancia y capacidades participa en el extranjero de una forma más discreta y sobre todo en misiones que no son directamente de combate, por lo que no precisa de contratistas que puedan apoyar o sustituir a sus fuerzas militares.

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España y las compañías militares privadas (I)

Desde hace unos años, la presencia de contratistas privados en escenarios bélicos como Irak o Afganistán se ha convertido en una imagen de lo más frecuente.

Lansquenetes alemanes, obra de Peter Dennis.

Parece que la antigua profesión de mercenario ha vuelto con fuerza a la vida en pleno siglo XXI, generando un mercado global en el que se mueven ingentes cantidades de dinero. Este nuevo escenario está conformado por numerosas empresas privadas que ofrecen sus servicios de seguridad al mejor postor, adaptando sus misiones y actividades en función de la demanda del mercado. La demanda cada vez mayor a nivel mundial de las actividades de este tipo de empresas nos lleva a plantearnos si podría llegar a darse en España un uso tan intensivo de estas compañías como el que realizan otros países.

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Las primeras ametralladoras (I) – la Requa y la Mitrailleuse

A partir de 1850 una serie de inventores, particularmente norteamericanos, quedaron fascinados por la posibilidad de acelerar el proceso de carga y disparo por medios mecánicos.

Requa, obsérvense las palancas que accionaban el disparo

En los días en que las armas se cargaban por la boca del cañón, las batallas las ganaba la infantería que podía cargar y disparar con mayor rapidez que sus oponentes. Los sistemas de retrocarga y los cartuchos de casquillos metálicos pusieron de nuevo el énfasis en una mayor rapidez en el proceso de carga y los inventores comenzaron a soñar con máquinas que pudieran tener la potencia de fuego de toda una sección, o incluso una compañía, de infantería.

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El nacimiento del portaaviones (V): las cuestiones organizativas.

Aunque la aparición bajo los focos, de forma más o menos periódica, de un innovador, lleve a pensar que el desarrollo de un arma o de una tecnología nuevas es fruto del pensamiento individual de uno solo, la realidad, tanto en el caso del portaaviones como en otros muchos, es que los grandes avances suelen ser fruto del trabajo en grupo de diversos entusiastas, como sucedió, por ejemplo, con el Landship Committee, de corta vida, en el caso del carro de combate.  Estos grupos de especialistas, cuya función hubiera sido explorar nuevas ideas, desarrollarlas, probarlas y expandirlas por toda la Marina, en el caso británico no existieron, fundamentalmente por dos motivos.

Sir Murray Sueter, que llegó a ser contralmirante y miembro del parlamento, fue uno de los impulsores de la aeronaval y por algunas de sus obras de entreguerras, muy críticas, fue considerado prácticamente un traidor por la Royal Navy. Que fuera mienbro de la Anglo-German Fellowship y viajara a la concentración nazi de Núremberg en 1936 no ayudó. 

El primero tuvo que ver con la propia idiosincrasia de la Royal Navy. Esta siempre había desconfiado de los ejércitos privados, de los ejércitos dentro de otros ejércitos, y la independencia adquirida por la Fleet Air Arm durante la primera guerra mundial llevó a su rápida disolución al acabar la contienda. La idea no era, en absoluto, acabar con el arma aérea, sino integrar plenamente a su personal dentro de la flota. Es decir, que esta, en vez de tener su propia organización, administración, reclutamiento, etc., dependería enteramente de los servicios de la flota, con la que debía ser un solo cuerpo, independientemente de las diferencias entre el servicio aéreo y el puramente naval.

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