Memorias del Sargento Bourgogne – Granadero de la Guardia Imperial de Napoleón

Ediciones Salamina publica las Memorias de Adrien Bourgogne. El sargento vélite de granaderos de la Guardia Imperial fue un veterano de las campañas de Napoleón curtido en las batallas de Jena, Pultusk, Eylau, Eilsberg, Friedland, Essling, Wagram, Somosierra, Benavente, Smolensko, Borodinó, Krasnoi, el Berézina, Lutzen y Bautzen.

Pero nada de lo que hubiese experimentado antes podría compararse a los horrores de la catastrófica retirada de Moscú en 1812. Sus memorias sobre dicho evento son de un realismo sin parangón: un desgarrador relato del inmenso calvario que supuso para las tropas de la Grande Armée el gélido invierno ruso, agravado por el hambre, los bandidos, los cosacos y las demás tropas rusas. La que tiene el lector en sus manos es una historia que va mucho más allá de unas memorias militares convencionales, hasta el punto de desafiar los límites de lo imaginable, con la descripción de escalofriantes escenas de muerte en una columna infinita sumida en el caos, del infierno de las poblaciones en llamas, del acoso de los cosacos y el enemigo ruso, y del instinto humano de supervivencia llevado al límite.

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Churchill; El instante más oscuro.

Hace unas semanas interrumpía la serie de entradas dedicada al desarrollo del arma de portaaviones entre ambas guerras mundiales para hacer una breve e injusta reseña (no había sido capaz de verla entera) sobre la película Churchill. Debo decir que frente a mi estupor al pensar que las primeras escenas nos mostraban los restos del desembarco de Normandía, un lector me reconvino, en Facebook, para recordarme que se trataba de Gallipoli, el gran fracaso churchiliano, y tenía mucha razón a pesar de que, probablemente, los tiempos “han pasado casi treinta años” que tanto me escandalizaron entonces, sean el único dato claro que permita identificar la escena.

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Pero vamos al grano. En esta ocasión, y una vez terminada la serie aeronaval, he venido a meterme con la segunda película de Churchill que nos regaló 2017: El instante más oscuro. Antes de empezar a adelantar contenidos, cosa que ya voy avisando para quienes no la hayan visto, hacer un breve repaso por algunas características técnicas. Me gustó mucho la ambientación, sobre todo la atmósfera del cuartel general subterráneo del premier británico, por el que la cámara se desplaza con total facilidad sin dejar, en ningún momento, de transmitirnos lo atestado que estaba el espacio. Dos cosas llaman, curiosamente, la atención: el minúsculo y descarnado cubículo que corresponde a la secretaria; y el hecho de que en aquel atestado búnker se fume de forma constante. Hemos perdido, sin duda, la costumbre de ver el tabaco en lugares cerrados, y se nos hace extraño lo que no hace mucho era totalmente normal.

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Memorias del Sargento Bourgogne – Un testimonio a ras de suelo de la retirada de Moscú en 1812

Las memorias del sargento Bourgogne es uno de esos libros que inexplicablemente nunca se habían publicado en español. Ahora acaba de sacar Ediciones Salamina la versión íntegra del manuscrito francés.

En todos los países de nuestro entorno y en los círculos de los amantes de lo napoleónico han sido editadas, aplaudidas, investigadas y reseñadas en multitud de ocasiones en los últimos ciento veinte años. El autor, Adrien Bourgogne, un miembro del cuerpo de vélites de Napoleón, fue un intrépido soldado de granaderos de la Guardia Imperial de Napoleón veterano de al menos una decena de batallas, entre las que destacan Jena, Pultusk, Eylau, Eilsberg, Friedland, Essling, Wagram, Somosierra, Benavente, Smolensko, Borodinó, Krasnoi, o el cruce del Berézina.

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El nacimiento del portaaviones (XI): Conclusiones: 1939-1945.

A lo largo de esta serie de entradas, larga ya, hemos ido explicando diferentes aspectos de la evolución del arma aeronaval en general y del portaaviones en particular durante el periodo entre las dos guerras mundiales del siglo XX. Dedicamos la primera de estas entradas a la Gran Guerra propiamente dicha, las siguientes a los diversos conceptos doctrinales sobre la organización, significado e importancia de las fuerzas aeronavales o a los planteamientos geoestratégicos que motivaron las decisiones tomadas respecto a dichos buques, y las finales al concepto de batalla naval desarrollado entre 1918 y 1939 y al lugar del portaaviones en la misma. El lector recién llegado podrá encontrarlas todas ordenadas resumidas y enlazadas al final de esta entrada.

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HMS Ark Royal, de la Royal Navy

Llegados a este punto y habiendo terminado el periplo por los diferentes aspectos del arco temporal que nos marcamos, no tendría mucha coherencia terminar sin un pequeño artículo dedicado al resultado de todo esto durante la Segunda Guerra Mundial. Entrando en materia, la afirmación obvia es que la guerra demostró, fehaciente, incluso contundentemente, que la era del acorazado había terminado. Entre 1939 y 1945 el portaaviones se convirtió en el protagonista principal de la guerra naval, y el acorazado quedó relegado al pasado. Este proceso se produjo en las tres marinas que hemos venido analizando a lo largo de estas entradas: la Royan Navy, la U. S. Navy y la Marina Imperial japonesa. Podríamos añadir que de las otras dos grandes marinas beligerantes, la italiana, que también había confiado en los acorazados, fue derrotada y nunca volvería a alcanzar el potencial desplegado en 1939; y la alemana, que había evolucionado de la gran batalla naval en la guerra de 1914-18 a la guerra de corso en 1939-45 –fue la única que encaró la segunda contienda con un planteamiento divergente respecto a las demás potencias, más por medios disponibles que por convencimiento– tampoco obtuvo el éxito esperado. Ambas fueron finalmente derrotadas también por el arma aeronaval.

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El nacimiento del portaaviones (X): Japón y Estados Unidos, llega la batalla aérea.

Ya adelantábamos en la entrada anterior que la desconfianza de la Royal Navy con respecto a la caza embarcada, incluso con la aviación embarcada en general, era un factor compartido por los japoneses. “La concepción estratégica de la Marina japonesa –escribió uno de sus aviadores– estaba basada, sin duda, en la doctrina de la aniquilación del enemigo en una batalla decisiva en la que los acorazados serían la columna vertebral de la flota nipona”.

Mitsubishi A6M5 Zero

Si en 1934, como hemos dicho, empezaron a cambiar su concepto de las capacidades de la caza embarcada, no sería hasta 1937, con ocasión de la batalla de Shanghai, cuando empezaron a desviarse del concepto ortodoxo según el cual la aviación estaba para apoyar a la línea de batalla. Esta acción en concreto y la guerra contra China en general demostraron la capacidad que tenían los portaaviones para proyectar su poder a larga distancia (en este caso tierra adentro) y llevaron al diseño de aviones de largo radio de acción y de aparatos como el famoso caza Zero.

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El nacimiento del portaaviones (IX): El diseño.

El concepto de batalla que comentábamos en las dos entradas anteriores, en las que explicamos que la primacía doctrinal seguía siendo del acorazado, y cual había de ser la función del portaaviones en la flota, influyeron decisivamente en el desarrollo de la aviación naval. Por ejemplo, la idea de buscar el dominio del mar mediante un combate decisivo hizo que las ideas de protección del comercio, o el concepto de portaaviones de escolta, quedaran en segundo plano en lo que a doctrina y, sobre todo, adjudicación de recursos, tanto industriales como económicos se refiere. Entre los imaginativos conceptos que jamás llegarían a ver la luz podemos incluir los “portaaviones mercantes”, el resultado de todo esto, menos onírico, fue que una gran potencia mercante como el Reino Unido iba a entrar en guerra, en 1939, sin un solo portaaviones de escolta destinado a la protección del comercio.

El HMS Ark Roya fue sin duda uno de los portaaviones más famosos de la Royal Navy

Además, la idea de que los portaaviones iban a tener que operar junto con la flota, y en las restringidas aguas europeas, tuvo mucho que ver con el enfoque empleado para el diseño de estos buques, que serían naves acorazadas, capaces de seguir operando y a flote a pesar de encajar daños importantes –una circunstancia que, por otro lado, decía muy poco de la fe de la Marina en sus propios cazas embarcados–.

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La batalla de Punta Araya, 1622 (II)

El plan para la construcción del fuerte se detuvo cuando se firmó la tregua entre España y Holanda en 1609 y no se reanudó hasta el fin de esta, en el año 1621.

Ese mismo año, las embarcaciones holandesas regresaron a Punta de Araya y el gobernador de Cumaná, don Diego de Arroyo Daza, insistió al monarca en la construcción del fuerte. Las escaramuzas entre españoles y holandeses se reavivaron cuando, en la desembocadura del rio Bordones, estos últimos trataban de aprovisionarse de agua. Estos combates se desarrollaban como emboscadas perpetradas por los españoles, que acompañados de arqueros nativos, hostigaban a los hombres mientras estos cargaban el agua. Los informes señalan que al menos veinte neerlandeses murieron a causa de estos ataques, viéndose obligados a abandonar el rio Bordones, donde ya había empezado la construcción de elementos defensivos.

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