Las condiciones en que se había entablado la acción eran francamente favorables a los norteamericanos, pues podían batir a los buques españoles de uno en uno, enfrentándose la artillería de cada buque contra más de 200 cañones enemigos.
Almirante Oquendo tras la batalla naval de Santiago
Además, era tan superior la protección de los buques norteamericanos que el Brooklyn pese a haber recibido 41 impactos en las primeras fases de la acción, solo perdió un hombre y no sufrió avería seria. En cambio el María Teresa, convertido en una hoguera infernal y con decenas de muertos y heridos, tenía que ser embarrancado en la costa para evitar su captura.