Año de 1581, La Frisia se halla amenazada una vez más por los rebeldes, y la ciudad de Groninga conspira contra Francisco Verdugo, gobernador español de la provincia y capitán general de su ejército.
Batalla de Noordhorn (1581) – croquis de situación nº1 – La Guerra de Frisia
El general inglés Norreys (llamado Norys por Verdugo), al mando de un ejército inglés ha puesto los pies en Frisia y aumenta su ejército con gente de Brabante y otras partes, haciendo promesa de pelear con el español, seguro como estaba de la victoria. Sus soldados, Ingleses y Frisones, no mantenían buenas relaciones y provocaban frecuentes altercados entre ellos por los desmanes que los soldados ingleses hacían quemando casas y villajes como represalia por la muerte de algunos compañeros suyos asesinados, a su vez, por los campesinos del lugar. La situación llegó a tal extremo, que algunos soldados frisones entablaron conversaciones con Francisco Verdugo con la intención de mudar bando para poderlos degollar más holgadamente.
También conocida como primera batalla naval de Trincomalee, podemos decir que esta batalla había comenzado a fraguarse el día 9 cuando Suffren inició la caza de la escuadra de Hughes, que navegaba hacia dicho puerto. Los dos días siguientes fueron testigos de como ambas flotas maniobraban, con el británico tratando de alargar las distancias, pero incapaz de hacerlo debido a la lentitud de sus transportes, mientras el francés intentaba posicionarse de modo favorable para atacar. Finalmente, en la noche del 11 al 12, Suffren se arriesga, sigue navegando en la oscuridad y, al amanecer, consigue avistar a la flota inglesa justo donde la quiere, entre él, que se halla en alta mar, y la costa. Hughes tendrá que combatir si quiere llegar a puerto.
Pero antes de entrar en faena, hagamos recuento. Aquel día los franceses, comandados por el bailío de Suffren y por el capitán Tromelin, disponen de 12 navíos: Vengeur, Artésien, Petit Annibal, Sphinx, Héros, Orient, Brillant, Sévére, Ajax, Annibal, Flamand y Bizarre (mas cuatro unidades menores), con un total de 776 cañones; mientras que sus oponentes, comandados por el contralmirante Hughes y el comodoro King, disponen de 11: Exeter, Sultan, Eagle, Burford, Monmouth, Superb, Monarca, Magnanime, Isis, Hero y Worcester, sumando entre ellos 730 cañones. Como se puede ver, en esta ocasión la diferencia no es muy acusada, pero los franceses tienen el barlovento, y están mejor posicionados.
Después fue discutida la cuestión de las fuerzas de combate y de los problemas logísticos. A conscuencia de las grandes pérdidas de vehículos sufridas durante la estación del barro, y al intenso frío, no eran suficientes los transportes disponibles para el aprovisionamiento de las tropas.
Guderian detrás a la derecha de Hitler
Y como no se había enviado material para reemplazar el tonelaje perdido, las tropas tenían que valerse incluso de los medios del país: trineos, de los que solo un pequeño número tenía suficiente capacidad de carga. Muchos de estos vehúculos se emplearban para sustituir a los camiones. Requerían un elevado número de hombres para su utilización. Hitler formuló entonces su pretensión de que eran excesivas las
Aquella mañana, dos flotas poderosas se hacían frente no lejos del puerto de Sadras, la francesa, comandada por el bailío de Suffren, con 12 navíos, desplegaba un total aproximado de 776 cañones, mientras que la inglesa, comandada por el contralmirante Hughes, solo tiene 9 navíos, que suman un total de 592 cañones (sin incluir las carronadas). La iniciativa la tienen los franceses, que tienen el viento a favor, pero el comandante en jefe de la flota inglesa espera que, como suele suceder en esa época del año, el viento role en algún momento del día, con lo cual se limita a cerrar su formación y maniobrar tratando de retrasar el inicio del combate.
Es una iniciativa acertada, porque en torno a las 15:00, un violento chaparrón desorganiza la flota francesa mientras se dirigía hacia su enemigo y los barcos pierden sus posiciones. El plan de Suffren había sido atacar la mitad posterior de la línea inglesa, organizando su flota en dos filas, una de las cuales debía cruzar la popa de la formación británica para atacarla desde el sur mientras la otra se ponía en paralelo por el norte, atrapándola juntas entre dos fuegos. Sin embargo, ya sea porque el comandante en jefe francés no ha sido capaz de explicar bien sus planes, ya sea debido a la desorganización provocada por el clima, va a ser el azar quien decida la formación francesa, y no el plan de batalla previsto.
La crónica del coronel Francisco Verdugo de la defensa durante catorce años de los territorios de La Frisia (Frisia, Groninga, Overijssel y Güeldres) frente a los estados rebeldes liderados por Guillermo de Orange y los miembros de su familia es un testimonio de primera mano de valor excepcional de un militar español de la época de las Guerras de Flandes.
Desde que partiera en el año 1579 para Groninga por orden de Alejandro Farnesio en calidad de capitán general hasta que la ciudad terminara capitulando en 1594 defendió todas aquellas tierras situadas al norte de los grandes ríos Mosa, Bajo Rin y Waal en una multitud de asedios, batallas, y escaramuzas con los exiguos recursos que la Monarquía pudo poner a su alcance. De manera incansable tuvo que lidiar con la animadversión de los burgueses de las ciudades, con los motines de las tropas y con las intrigas, celos y envidias que le profesaban algunos caballeros de
Con la ofensiva sobre Moscú a punto de convertirse en una catástrofe, Heinz Guderian voló por su cuenta hasta el cuartel general de Hitler en Prusia Oriental con la esperanza de convencerlo de la necesidad de una retirada. La osadía le costaría el puesto y la carrera.
¡Frailecito, frailecito, vas a dar un mal paso! le espetaron los colegas de Guderian cuando les comunicó su decisión de ir a ver a Hitler. Sabía que no iba a ser fácil hacer comprender al Führer mis puntos de vista Pero en aquel tiempo aún confiaba en que nuestro mando supremo fuera receptivo a unas explciaciones sensatas si procedían de un general con experiencia en el frente. Con esta confianza iba en el vuelo desde el frente invernal al norte de Orel, hacia la lejana Prusia Oriental, donde se hallaba bien provisto y bien caldeado el Cuartel General del Führer.
El 20 de diciembre de 1941 a las 15:30 aterricé en el áeródromo de Restenburg. Mi confernecia con Hitler , de cinco horas de duranción, solo fue interrumpida por dos pausas de media hora, para la comida y para la proyección del noticiario que Hitler tenía por costumbre ver.
Hacía las 18 horas fui recibido por Hitler en presencia de Keitel, Schmundt y algunos otros oficiales. No tomó parte en esta conferencia el jefe del Estado mayor del Heer, ni ningún otro represnetatne del OKH, de entre los actuales comandantes en jefe ascendidos por Hitler después del relevo del mariscal de campo von Brauchitsch. Estaba yo, pues -como ya sucediera el 23 de agosto de 1941, frente a la camarilla del OKW. MIentras Hitler se dirigía hacia mí para saludarme, recibí por primera vez con extrañeza una mirada helada, hostil; vi un destello en sus ojos que me produjo la sesación de que estaba prevenido en contra mía. La tétrica iluminación del reducido espacio reforazaba la penosa impresión.
El informe empezó con mi descripción de la situación estratégica del 2 Panzergruppe y del 2 Armee. Seguidamente abordé el punto de vista de que ambos éjercitos en la posción Susha-Oka retrocedieran por separado, recordando que tal cuestión la había sometido al criterio del mariscal von Brauchitsch en Roslwal, el día 14 de diciembre y había recibido su aprobación. Estaba convencido de que Hitler había sido informado de ello. Pero cual no sería mi sorpresa cuando exclamó con violencia: ¡No, lo prohibo! Aununcié que se estaba realizando el movimieno dipuesto y que delante de esta línea fluvial no existía ninguna posición favorable. Si quería conservar las tropas y fijar una posición que pudiera mantenerse durante el invierno, entonces no cabía otra solución.
Hitler: ¡Entonces tendrá usted que incrustarse en el terreno y defenderlo palmo a palmo!
Yo: Incrustarme en el terreno no es posible ya en ninguna parte. El hielo alcanza metro y medio de profundidad y nosotros con nuestros débiles útiles de fortificacio¡ón no podemos llegar a la tierra blanda.
Hitler: Entonces debe usted hacer fuego con obuses pesados de campaña, para formar una posición de embudos, como hicimos en Flandes durante la IGM.
Yo: En la IGM nuestras divisiones tenían que defender en Flandes sectores de 4 a 6 kilómetros y para su defensa contaban con dos o tres grupos de obuses pesados y en proporción con abundantes municiones. Mis divisiones tienen que defender sectores de 20 a 40 kilómetros de frente y cada una solo posee 4 obuses con unos 50 disparos por pieza. Si quisiera emplearlos para formar embudos, conseguiría hacer 50 pozos poco profundos y de pequeño tamaño rodeados de negras machas, pero nunca una posición de embudos. En Flandes nunca hubo temperaturas comparables a las que sufrimos ahora. Además necesito mis municiones para defenderme de los rusos. Cuando queremos tender líneas telefónicas, hemos de producir voladuras para poder clavar los palos puntiagudos. ¿De dónde sacaríamos munición suficiente para construir una posición de tal extensión?
Hitler se mantuvo firme en que se llevara a cabo la defensa donde estábamos.
Yo: Eso significa el paso a la guerra de posiciones en terreno inaduecuado como en el frente occidental en la IGM. Entraremos en la misma batalla de material y experimentaremos las mismas espantosas perdidas que en aquel tiempo, sin poder luchar para conseguir un desenlace. Ya en este invierno sacrificaremos la sangre de nuestros cuerpos de oficiales y suboficiales y de quienes les sustituyan, y este sacrificio será inútil y además irremplazable.
Hitler: ¿Cree usted que los granaderos de Federico el Grande morían con gusto? También querían vivir, y sin embargo, estaba el Rey autorizado para pedirles el sacrificio de sus vidas. Me creo autorizado en el mismo caso para exigir a todos los soldados alemanes el sacrificio de sus vidas.
Yo: todo soldado alemán sabe que en la guerra ha entregado su vida a su patria, nuestros soldados han demostrado hasta ahora que están realmente dispuestos a aceptar este sacrificio. Pero este sacrificio solo se puede exigir cuando es provechoso. La solución que se me indica condirirá a pérdidas desprorporcionadas con los resultados alcanzados. En primer lugar en la propuesta que yo he presentado, en la posición Susha-Oka, como resultado de los combates de otoño, hay posiciones construidas y protección contra el clima. Ruego que se piense en el intensísimo frío, nos ha hecho casi el doble de bajas que el fuego enemigo. Quien haya visto los hospitales de congelados, sabe la importancia que esto tiene.
Hitler: Se que usted se ha movido mucho y ha estado siempre junto a las tropas. Pero estaba demasiado próximo a los sucesos y se ha dejado impresionar demasiado por los padecimeintos de los soldados. Tiene usted demasiada indulgencia con ellos. Debería separarse más del frente. Créame usted, alejándose se ven las cosas con más claridad.
Yo: Evidentemente es mi deber suavizar en cuanto pueda los sufrimientos de mis soldados. Peo esto es difícil si los hombres aún no tienen vestuario de invierno y la infnantería en su mayor parte , corre de un lado a otro con pantalones de verano. Faltan botas, ropa interior, guantes , pasamontañas, y los que hay se encuentran en el más lastimoso estado.
Hitler estalló: Eso no es cierto. El Intendente General me ha informado que el vestuario ha sido enviado.
Yo: Concedo que haya sido enviado, pero no ha llegado Sigo con interés su camino. Ahora está en la estación de Varsovia y tardará seis semanas en llegar desde allí a conscuencia de la falta de locomotoras y obstrucciones en la circulacón, si no tarda más. Nuestras demandas en septiembre y octubre fueron bruscamente rechazadas y ahora es demasiado tarde.
Fue llamado el intendente General y confirmó mis aseveraciones.
El 7 de diciembre de 1781 la escuadra del almirante D’Orves abandona por fin Île de France con destino a las costas de la India. Se compone de 11 navíos de línea, 5 fragatas y otros barcos ligeros y 8 buques de transporte, todos ellos operacionales y con sus dotaciones completas, pero no tienen repuestos, con lo que la escuadra tendrá que tener muchísimo cuidado a la hora de arriesgarse a sufrir daños, pues no tienen con que repararlos. A bordo viajan un total de 8500 marinos y 2300 soldados.
Para Suffren el viaje no empieza mal, pues el 22 de enero se topan con el navío inglés Hannibal, que capturan y redenominan Petit-Hannibal, para distinguirlo del buque propio que lleva el mismo nombre; y el 3 de febrero el almirante D’Orval, que sigue enfermo y morirá seis días más tarde, le cede el mando de la escuadra.
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