El “otro” Pearl Harbor (II) Tally Ho, Clark Field!

Aquel 8 de diciembre de 1941, en Manila, Mientras Mac Arthur se desesperaba y cedía a la depresión, protegido por los buenos oficios de su jefe de Estado Mayor el general Sutherland,  y el también general Brereton, jefe de las fuerzas aéreas del Ejército en filipinas trataba de conseguir la autorización necesaria para lanzar sus bombarderos contra las bases japonesas en Formosa, estos no habían permanecido ociosos.

Un grupo de G4M Betty volando en formación
Un grupo de G4M Betty volando en formación

A las 8.00 horas, el radar de Iba había detectado una escuadrilla de una treintena de aparatos nipones sobre la isla de Luzón, provocando el despegue precipitado de todos los aviones de la base de Clark, los bombarderos para evitar que fueran sorprendidos en tierra, y los cazas para tratar de interceptar a los incursores. La operación fue un batiburrillo de despegues caóticos y de aviones enviados en todas direcciones mientras los japoneses bombardeaban la base del Ejército estadounidense en Camp John Hay y el pequeño aeródromo de Tugueguarao, ambos en el norte de Luzón.

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El General Erhard Raus y la Ofensiva de Caracol

El general Erhard Raus es uno de los militares alemanes más brillantes y menos conocidos de la Segunda Guerra Mundial. Una de sus creaciones operacionales fue la puesta en práctica de micro ofesivas inspiradas en las opciones estratégicas de un caracol.

Erhard Raus

Raus había comenzado la campaña rusa como jefe de una de las brigadas de la 6ª División Panzer, el Kampfgruppe Raus. Tras abandonar el sitio de Leningrado y ser destinada al avance sobre Moscú la 6ª División Panzer tomó parte activa en la batalla por la capital rusa y tras producirse el desastre llevó a cabo la posterior retirada hasta posiciones más seguras. En el transcurso de la misma perdió el 80% de sus infantes y cañones y el 1oo por cien de sus carros de combate.

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Desperta Ferro Historia Moderna N.º 20: Gettysburg 1863.

 

Dentro de la historia militar, hay algunas batallas, no muchas, que por alguna razón han acabado, a lo largo de los años, acaparando la atención tanto de los más serios historiadores como del gran público, pero es difícil determinar cuáles son los motivos de que esto sea así. ¿Por qué se habla más de Kursk (1943) que de Gembloux (1940)? ¿Por qué nos resulta más interesante Las Navas de Tolosa (1212) que Muret (1213)? Y, finalmente, ¿por qué tan pocos hablan de Chickamauga y todo el mundo se acuerda de Gettysburg?

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Esta última batalla se ha convertido, precisamente, tanto en uno de los iconos de la historia como en un paradigma de las batallas que pasan a la memoria colectiva. Algunos de los motivos son evidentes: ha pasado a la fama como el momento álgido de los ejércitos confederados; fue la batalla que pudo dar la independencia al Sur; supuso la derrota de Robert E. Lee, considerado como el general más capaz de aquella contienda; duró tres días, 1, 2 y 3 de julio de 1863, y hubo combates que pudieron decantar la victoria a favor de cualquiera de los dos contendientes; y tuvo momentos de increíble heroísmo, como el de aquellos 12 500 confederados que cruzaron el llano para lanzar el último asalto de aquella increíble jornada. Motivos evidentes, decíamos, ¿pero son realmente tan importantes?

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Otto Carius y su Jagdtiger

Hace unos días se cumplía el primer aniversario de la muerte de Otto Carius, considerado el segundo as de carros más laureado de todos los tiempos.

Un aspecto menos conocido de su impresionante trayectoria es que finalizó la guerra dirigiendo una compañía de cañones de asalto Jagdtiger, a los que no tuvo en mucha estima.  Así lo cuenta en su libro de memorias Tigres en el Barro (Ediciones Salamina): El Hauptmann  Scherff era el comandante del 512º Batallón de Jagdtiger. Le estaba agradecido por aceptarme como jefe de compañía. Nuestro equipamiento fue bastante complicado. Los Jagdtiger venían de las factorías Hindenburg de San Valentín, cerca de Linz, mientras que los cañones procedían de Breslau. Los rusos ya la habían rebasado, por lo que tan solo pudimos armar treinta Jagdtiger.

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Cruz Victoria – Leslie Manser

El coraje tiene muchos rostros, y ninguno más sublime que el mostrado por el oficial de vuelo Leslie Thomas Manser, RAFVR, 50º Escuadrón. A la edad de 20 años era capitán y primer piloto de un bombardero Manchester, tomando parte en el masivo raid sobre Colonia en la noche del 30 de mayo de 1942.

Se trató de la primera incursión aérea de la historia con una fuerza de 1.000 aviones y Manser obtendría en ella su Cruz Victoria. La mayor parte de los aviones del 50º Escuadrón formaban parte de la operación esa noche. El escuadrón era apodado «Bull’s Eye» (algo así como «Diana»), por la reputación que se había ganado dando a menudo en los blancos y haciéndolo con gran daño. Esa noche tendrían otra oportunidad para demostrar lo que sabían hacer.

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Unidades particulares. El III Flak Korps (III): Artillería antiaérea y de campaña.

 

Prometimos en su momento fijarnos de modo concreto en el uso de los cañones del III Flak Korps durante su estancia en Normandía, por lo que vamos a dedicar la presente entrada tanto al fuego antiaéreo de la unidad como a su empleo contra objetivos terrestres que, contrariamente a lo que podría pensarse, no fueron solo los carros de combate.

B-26 Marauder, con las bandas de invasión de Normandía, fue uno de los objetivos de las piezas del III Flak Korps.
B-26 Marauder, con las bandas de invasión de Normandía, fue uno de los objetivos de las piezas del III Flak Korps.

Por supuesto, sus víctimas fundamentales durante estos meses de 1944 fueron los cazabombarderos y los bimotores aliados, a los que Pickert, el comandante en jefe de la unidad, llama Marauder independientemente de si se trata de B-26 Marauder, B-25 Boston o B-20 Havoc. Dado que estos estaban acostumbrados a dominar tanto el cielo como la tierra, la aparición de nuestro singular Cuerpo de Ejército va a ser una pésima sorpresa para los pilotos aliados, que aunque seguirán siendo una amenaza importante para cualquier vehículo alemán que circule de día, van a tener que volar más alto y atacar con más cuidado, pues las pérdidas en aviones de los primeros días de la batalla a manos de los tubos antiaéreos de esta unidad se elevarán a más de un centenar.

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El «otro» Pearl Harbor (I) Los aviones no despegarán.

 

Eran las 3.30 de la mañana del día 8 de diciembre de 1941 cuando sonó el teléfono en el lujoso ático que ocupaba el último piso del hotel Manila y que servía de residencia al general Mac Arthur. Quien llamaba era el general Richard K. Sutherland, su jefe de Estado Mayor, para informarle de que Pearl Harbor había sido atacado por los japoneses. “Pearl Harbor, Pearl Harbor. ¡Se supone que es nuestra posición más fuerte!” parece que contestó el Mac Arthur con incredulidad. La confirmación llegó a las 5.30 horas desde Washington, por medio de un radiograma enviado por el general Marshall, comandante en jefe de las Fuerzas Armadas estadounidenses, que decía: “HAN COMENZADO… LAS HOSTILIDADES ENTRE JAPÓN Y LOS ESTADOS UNIDOS… LLEVEN A CABO LAS MISIONES ASIGNADAS EN EL PLAN RAINBOW CINCO”. Era el plan previsto para caso de que se entrara en guerra con Japón, y entre otras cosas ordenaba que, en caso de iniciarse las hostilidades, las fuerzas aéreas debían llevar a cabo ataques contra las fuerzas e instalaciones japonesas que estuvieran a su alcance.

Curtiss P-40B del 21er Escuadrón de Persecución en su base de Clark Field.
Curtiss P-40B del 21er Escuadrón de Persecución en su base de Clark Field.

La fuerza aérea estadounidense en las Filipinas, sin ser apabullante era, no obstante, un adversario digno de ser tenido en cuenta. En Nicholls Field se hallaban el 17.º y 21.er Escuadrones de persecución, en Clark Field estaba el 20º de persecución y el 19.º Grupo de Bombardeo, que tenía 36 B-17 y en Ibo –donde estaba instalado el único radar del archipiélago– el 3.er Escuadrón de persecución, todos ellos en alerta desde alrededor de las 4.30; además, en del Carmen se hallaba, sin haber sido alertado, el 34.º Escuadrón de persecución.

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