Hace unos días vimos la narración de la asombrosa toma de Kirchberg por parte de las tropas de Spinola en el contexto de La Guerra del Palatinado. Hoy veremos como las tropas de la Unión Protestante regresaron para recuperarla superando al capitán Misiers en una proporción de 40 a 1 y como éste la defendió con uñas y dientes con su compañía borgoñona.
Se estaba pues con el ejército vigilante, a la mira de lo que quisiera intentar el enemigo después de la llegada de su socorro, y aunque ponía el Marqués toda la diligencia posible en procurar ser informado breve y puntualmente, siendo éste un aspecto del que dependen la mayoría de los buenos sucesos de un general, y consciente de tener hasta las piedras por enemigas, le hacía perseverar en esta cuestión de entre las demás dificultades que tiene el hacer la guerra en un país tan desviado de los propios.
Se carecía en sumo grado de avisos verdaderos y así variaban mucho los que le llegaron estos días de las intenciones del enemigo, cosa que obligaba a no tomar decisiones hasta verlo marchar. Pero el 23 de octubre se supo que se había dirigido a Kirchberg, deseoso de recuperarla y con la esperanza de hacerlo, habiendo sido informado de la poca guarnición que la guardaba.
Juntó el Marqués consejo entonces con esta noticia y fue el parecer general ponerse en marcha al día siguiente, no tanto por socorrer la villa, cuya importancia no obligaba demasiado a empeñar nuestro ejército y alejarlo tanto de nuestras plazas, estando ya muy menoscabado de gente, sino para salir de camino también al encuentro del socorro que nos llegaba y darle abrigo hasta que se incorporase al ejército sin ningún contratiempo, habiendo recibido noticia de que el día 22 saldría de Coblenza; y así se estimaba que el día que nos pusiéramos en marcha o el siguiente podríamos toparnos con él.
No dejaba de dar pena la compañía de Borgoñones que estaba en Kirchberg tan imposibilitada de poder mantenerse, y solo se sentía en este caso, que considerado el punto y valor de aquella nación prefiriesen defenderse perdiéndose, que conservarse, aunque pudieran hacer esto último tan disculpadamente.
Se acercó pues el enemigo a Kirchberg en conformidad con el aviso que se había tenido el día 22 de octubre, y después de haber sido descubierto por algunos corredores de la villa, le dio vista a ésta con cosa de 5.000 infantes, catorce compañías de caballos y cuatro piezas de artillería. Enviaron con un trompeta a decir a monsieur de Misiers si quería rendir la plaza como la había tomado, pareciéndoles que hallándose con tan poca gente, quizá pudiera querer valerse de esta disculpa. Pero Misiers respondió al trompeta que se retirase y que se llegasen a hablarle sobre ello desde más cerca.
Hizo con esto que siguieran avanzando hacia la villa con la caballería e infantería, y fueron llegando hasta ponerse a tiro de mosquete de la muralla, dividiendo en dos puestos a toda su gente. Se adelantó un capitán a procurar ocupar una barrera con cosa de cuatrocientos hombres, pero fue saludado de tal manera por la mosquetería que estaba en la muralla que le pareció más prudente retirarse a puesto más cubierto, y desde éste y el que habían ocupado del otro lado, continuaron tirando desde las ocho de la mañana hasta las otras tantas de la noche, trayendo su artillería hasta muy cerca del arcén del foso, pero sin decidirse a valerse de ella, desconfiados de tomar la plaza tan fácilmente como habían pensado.
Se retiraron a la mañana con pérdida, según pudo saberse, de casi 150 hombres entre muertos y heridos, sin haber costado la vida a ninguno de los de dentro, ni quedado heridos más que cosa de cinco o seis. Acción tan honrada para los defensores (a cuya nación nadie puede negar dos cualidades tan esenciales como son el valor y la fidelidad) cuanto de poca reputación para el enemigo; pues tras haber permanecido ocioso tanto tiempo sin oponerse a ninguna de nuestras acciones, ni haber intentado (o para su recuperación o para su diversión siquiera) ninguna de las plazas que estaban en nuestro poder porque pelear con nuestro ejército no le parecía seguro o necesario, el que ahora se hubiese decidido finalmente tras tan largo paréntesis a atacar una villeta tal sin fortificación ni guarnición considerable hacía que aún saliéndose con ello no les acreditara demasiado, cuanto menos lo haría intentarlo y desistir, obligados por fuerzas tan desiguales. Y si dejaron de intentarlo fue más por la salida de nuestro ejército que por la guarnición, a la cual en cualquier caso no se le puede negar lo bien que anduvo.
Este texto está extraído de mi libro LOS TERCIOS DE FLANDES EN ALEMANIA: LA GUERRA DEL PALATINADO (1620-23).
FICHA DEL LIBRO:
Ediciones Salamina
Colección Historia de los conflictos
14,8×21 cm.
Nº de páginas: 410 págs.
Incluye 27 páginas con mapas y croquis de batallas a todo color
Lengua: CASTELLANO
Encuadernación: Tapa blanda
ISBN: 9788494288418
Año edicón: 2014
Viene de Tercios de España – La Toma de Kirchberg (1620)
Aprovecho el hilo del artículo para adelantaros que en unos días estará disponible mi nuevo libro LOS TERCIOS EN AMÉRICA – LA JORNADA DEL BRASIL. SALVADOR DE BAHÍA 1624-1625
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Hola Hugo, eres de los mejores narradores en histocast. Saludos