Hoy analizaremos las circunstancias cambiantes en la dotación y tácticas de los ejércitos del siglo XVII que dieron lugar a la aparición de la bayoneta y la condena al ostracismo de las antiguas formaciones de piqueros.
Primeras bayonetas de mango cónico para ajustarse al calibre de cualquier cañón
La evolución de la bayoneta está estrechamente relacionada con las mejoras en las armas de fuego que tuvieron lugar en la segunda mitad del siglo XVII. Los mosqueteros, armados con armas de llave de mecha habían gozado de la protección de los piqueros contra las cargas de caballería mientras estaban ocupados en el prolongado tiempo de recarga de sus armas. A corta distancia también podían valerse de sus espadas e incluso de la culata de sus mosquetes para derribar al enemigo.
Aunque en lo que quedaba de siglo XVII los mosquetes de llave de mecha continuaron siendo utilizados en gran número (por ejemplo en el ejército inglés hasta la década de 1690), los mosquetes de llave de chispa comenzaban a fabricarse en toda Europa en grandes cantidades. En las manos de hombres entrenados y disciplinados estos mosquetes más ligeros y fáciles de manejar introdujeron la oportunidad de cambiar la organización y las tácticas de la infantería de manera radical, desplazando cada vez más el peso a la potencia de fuego.
Mosqueteros al viejo estilo
Cada vez se fueron utilizando menos piqueros en la formación de los cuadros, que acabaron desapareciendo paulatinamente de los ejércitos europeos en los albores del siglo XVIII. Sin el estorbo del pesado mosquete de mecha y toda la parafernalia de bandoleras, apóstoles, bolsa de pelotas y del cuerno de cebado, el mosquetero armado ahora con un fusil de chispa disfrutaba de una mayor movilidad, pero cuando se trababa combate cuerpo a cuerpo todavía debía echar mano de la espada para defenderse.
Cuando los equiparon con las nuevas armas de fuego, éstas traían una correa portafusil para que los mosqueteros pudieran manejar la espada más libremente. Las descargas cerradas quizá pudieran contener momentáneamente una carga de caballería pero no detenerla, y en combate contra otra formación de infantería tarde o temprano habría que llegar a las manos para decidir el resultado de la batalla. Es por ello que durante un tiempo no se pudo prescindir de los anticuados piqueros en los combates cuerpo a cuerpo.
La primera ocasión en la que un mosquete sirivió igualmente como arma de fuego al tiempo que portaba en su punta una hoja afilada fue en época tan temprana como 1647. La costumbre había aparecido entre soldados que hacían adaptaciones para que sus cuchillos de caza o sus dagas pudieran ser acopladas en los cañones de sus mosquetes.
A corta distancia, después de haber largado una descarga, la bayoneta engarzada era un arma muy útil, especialmente por el peso y la longitud del mosquete, que convertía al nuevo dispositivo en un arma mucho más mortífera que la espada.
Los mangos de estas primeras bayonetas estaban hechos en algunas ocasiones de marfil o de cuerno, aunque generalmente se fabricaban de madera barnizada con gavilanes de bronce y virola. Originalmente estas bayonetas tenían una hoja de aproximadamente 30 centímetros y un mango de otros tantos, trabajado para que encajara en el cañón de cualquier mosquete.
Un desventaja obvia de los primeros modelos es que la bayoneta debe encajar firmemente en el cañón, ya que en el fragor del combate podría separarse del mosquete con facilidad, o incluso quedarse clavada en el cuerpo de un enemigo. Además, el mosquete no podía ser recargado mientras la bayoneta estuviera en posición.
Bayonetas de encaje tubular
La solución parecía estar en conseguir que la bayoneta se ajustara a la parte exterior del cañón del arma de fuego con dos abrazaderas, pero esto presentó numerosos problemas debido a la disparidad de calibres y a la falta de estandarización de las armas de fuego.
En 1671 los franceses inventaron una bayoneta con un encaje tubular que se ajustaba a la punta del cañón, de manera que el mosquete pudiera ser recargado y disparado con la bayoneta calada. El encaje estaba diseñado para poder adaptarse a los diferentes tamaños de cañón de las armas de fuego.
Esta bayoneta fue utilizada por los franceses por primera vez contra los británicos durante las campañas libradas en Flandes por Guillermo III. La adopción de la bayoneta de encaje tubular dio la puntilla definitivamente a las formaciones de piqueros y revolucionaron las tácticas de infantería, dando pie a la creación de los regimientos y de la nueva guerra de maniobras en el siglo XVIII.
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