Esta formación humanista caracteriza el pensamiento de Maquiavelo, quien se imbuye del pensamiento clásico para desarrollar sus ideas.
De este modo, el modelo de ejército que el autor propone (especialmente en su obra de carácter militar Del Arte de la Guerra) se inspira muy fuertemente en las dos formaciones de combate más poderosas de la Antigüedad: la falange griega y la legión romana. Su especial admiración hacia la Roma republicana y su devoción por recuperar la virtus latina serán las responsables de su férrea defensa de desarrollar un ejército de ciudadanos, llegando a hacer en su obra Discursos sobre la primera década de Tito Livio la chocante afirmación para su época de que la construcción de fortalezas es completamente innecesaria si se cuenta con el afecto de los súbditos.
Es precisamente esta importancia que Maquiavelo da a la labor de los ciudadanos y su admiración hacia los modelos de la Antigüedad, la que le llevará a dar una gran importancia a la infantería. Podemos decir que en ese sentido Maquiavelo era un visionario, al defender incansablemente la predominancia de la infantería sobre la caballería. Es de resaltar que justamente en esta época en la que vive Maquiavelo se está produciendo el paso desde la Edad Media a la Edad Moderna, pasándose de los ejércitos feudales donde predomina la caballería a ejércitos permanentes en los que la infantería es la reina del campo de batalla.
Y es que, este es el momento en el que la infantería está revolucionando los campos de batalla europeos a través del amplio uso de la pica entre los cuadros suizos y de las armas de fuego entre las tropas españolas (con claras victorias de la infantería sobre la caballería en batallas como la de Ceriñola en 1503 o la de Pavía en 1525). Como atento observador de los sucesos que ocurren en su época, Maquiavelo percibe el cambio que se está dando en la manera de hacer la guerra, siendo cada vez más frecuente que la antigua importancia que tuvo la caballería pesada (al estilo de la gendarmería francesa creada por el rey Carlos VII) se desvanezca a manos de la infantería.
Podemos percibir que Maquiavelo en su tratado sobre la guerra aparta definitivamente a la caballería del papel principal que hasta entonces había ocupado en los campos de batalla y la relega a misiones secundarias, recayendo todo el peso del combate sobre la infantería. Para ello recurre a numerosos argumentos extraídos de las lecciones aprendidas de la Antigüedad, así como a numerosos ejemplos extraídos de las obras de los clásicos. Además, también sostiene el irrefutable argumento de que la infantería posee la capacidad de desplazarse por cualquier tipo de terreno y ocupar cualquier posición, a diferencia de la caballería cuyo empleo es limitado.
Si analizamos Del Arte de la Guerra podremos observar que el modelo de ejército y de infantería que propone Maquiavelo es prácticamente una copia exacta de las legiones romanas. A tal punto llega esta imitación de los principios romanos, que hasta la forma de levantar los campamentos recomendada por el autor se basa en el trazado romano del cardo y el decumano. Sin embargo, aunque este conocimiento de los hábitos romanos le hace apreciar la importancia de la infantería, por otro lado le ciega a la hora de apreciar todo su potencial. Esto se debe a que su pasión por la Antigüedad le deslumbra y le hace crear un ejército que nace ya obsoleto.
La causa la encontramos en que Maquiavelo no es plenamente consciente de la complejidad de los cambios que se están produciendo en la forma de hacer la guerra. La introducción de nuevas armas como la pica o el arcabuz (cuyo uso requiere de complejas formaciones y de un gran entrenamiento) en el campo de batalla implicaba un gran nivel de profesionalización por parte de los soldados, algo que era completamente inalcanzable para una milicia ciudadana compuesta por campesinos y artesanos que se entrenaban unos pocos días al año.
Así mismo, al centrar su atención en las formas de combatir del pasado, Maquiavelo equipa a su ejército a la antigua con picas, espadas y escudos. De este modo, el autor apenas da importancia al empleo de las armas de fuego (siendo el desarrollo de la pólvora el elemento que revolucionaría completamente los campos de batalla y que cambiaría para siempre el modo de hacer la guerra), relegándolas prácticamente a su empleo en escaramuzas a manos de los velites (una copia exacta de las tropas ligeras romanas republicanas). Es difícil de comprender que un hombre con la capacidad intelectual de Maquiavelo diese tan poca importancia al uso de las armas de fuego en el combate, esto es aún más difícil de entender si tenemos en cuenta que ya en su época generales como el Gran Capitán habían dado un papel predominante a este tipo de armas y habían logrado sonadas victorias.
Tampoco concede Maquiavelo gran importancia a la artillería, un elemento que considera poco eficaz en combate debido a la escasa movilidad de las piezas de la época, a su escasa precisión en el disparo y a la molestia que suponían para las fuerzas propias las grandes humaredas que creaban tras disparar.
En conclusión, como Maquiavelo demuestra a lo largo del desarrollo de sus obras, podemos observar que para él la guerra va ligada a la política y que el uso de la violencia es algo intrínseco al poder del príncipe. Esta es una reflexión de gran importancia en una época en la que se está comenzando a conformar el poder del Estado, siendo necesario para ello que este disponga de un ejército propio.
No cabe duda alguna de que Maquiavelo fue un gran político con grandes conocimientos del funcionamiento de los entresijos del poder. Sin embargo, su conocimiento militar se encuentra demasiado influido por su pasión hacia la Antigüedad, lo que por un lado le hace ser un visionario en cuanto al uso de la infantería, pero por otro lado le ciega a la hora de adaptarse a las tecnologías modernas. Realizando una valoración conjunta de estos hechos podemos concluir que Maquiavelo fue hijo de su tiempo: de una época en plena ebullición, a caballo entre dos tiempos completamente distintos.
Viene de La Guerra en el Pensamiento de Maquiavelo (I)
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En resumen, era mejor político o diplomático que militar.
El querer rememorar las legiones y las falanges era casi un lugar común entre los tratadistas de la época. Pero es que muchos de ellos tenían muy pocos conocimientos militares y además idealizaban la Antigüedad Clásica. Las milicias no volvieron a tener peso en los ejércitos hasta finales del S.XVII con la difusión de la llave de chispa, mucho más fácil de manejar.