Al impedir las condiciones meteorológicas la persecución británica, Carlos puso sitio durante enero y febrero de 1746 a la ciudad de Stirling. El 17 de enero, Carlos y Murray derrotaron a un ejército británico a las órdenes del general Henry Hawley en la batalla de Falkirk.
Hawley había recuperado Edimburgo y se dirigía a levantar el sitio de Stirling. Tras unos cuidadosos preparativos en los meses de invierno, Cumberland se puso en marcha el 8 de abril con una fuerza bien instruida de 5.000 regulares ingleses, 4.000 escoceses leales y mercenarios alemanes desde Aberdeen en dirección a Inverness. Carlos tenía allí una fuerza de unos 5.000 hombres, casi todos de las tierras altas (Highlanders), aunque había también presencia francesa.
Carlos y Murray esperaban sorprender a los ingleses con una marcha nocturna, pero encontraron a Cumberland y a su ejército en formación y listo para la batalla al amanecer del 16 de abril en Culloden Moor. Los rebeldes se encontraban en gran desventaja, no solo en términos numéricos, sino también en potencia de fuego, lo que decidió la batalla. Los escoceses iban armados principalmente con sables (claymore) y escudos, mientras que los británicos iban armados con mosquetes.
Cada bando contaba con alrededor de una docena de cañones, pero los artilleros escoceses tenían un entrenamiento deficiente y apenas disponían de pólvora y munición. Los ingleses eran artilleros con mucho oficio y contaban con provisión suficiente para hacer fuego. La batalla se convirtió rápidamente en derrota. Comenzó a eso de las 13.00 horas, con salvas de los escoceses, que dispararon sin efecto lo poco que tenían a una distancia de 450 metros. Los británicos respondieron y avanzaron sus piezas de 3 libras a primera línea en huecos hechos por los infantes.
El efecto de estas piezas fue demoledor cuando empezaron a disparar botes de metralla a las prietas filas escocesas. La cultura de combate de los escoceses era cargar sobre el enemigo, quizá de forma imprudente, con desgarradores gritos de combate, pero cuando lanzaron su primer ataque de estas características llevaban ya una hora aguantando el fuego de los cañones británicos. Esta primera carga la llevaron a cabo los hombres del centro y el flanco derecho sin órdenes de hacerlo. Cumberland y sus hombres formaron en dos hileras y, aunque los escoceses hicieron retroceder a la primera hilera, la segunda aguantó firme y obligó a los atacantes a retirarse.
Los rebeldes organizaron tres cargas distintas y todas fueron repelidas por el fuego disciplinado de la infantería inglesa. Como los Highlanders llevaban la espada en la mano derecha y el escudo en la izquierda, Cumberland había dado órdenes a su infantería de que atacasen a la bayoneta a los escoceses por el costado derecho, que era el lado expuesto. Tras la tercera carga, los Highlanders se desorganizaron y huyeron.
Carlos fue urgido por uno de sus asesores a cargar con sus hombres y «morir como un rey», pero el pretendiente declinó la idea y huyó con los restos de sus fuerzas. El combate de infantería duró únicamente 40 minutos. Los Highlanders tuvieron unos 1.500 muertos y 1.000 heridos, y otros 585 fueron hechos prisioneros. Los ingleses tuvieron 52 muertos y 259 heridos.
Cumberland ordenó que la mayoría de los prisioneros fuesen ejecutados, por lo que se ganó el sobrenombre de «el carnicero de Culloden». Durante los meses siguientes, Cumberland y sus hombres persiguieron a los fugitivos de la batalla, ejecutando a todo el que encontraron. También hubo una venganza terrible en toda Escocia. Los ingleses ejecutaron a la mayoría de los líderes que habían participado en la rebelión y devastaron sus tierras.
También impusieron una especie de guerra cultural en Escocia contra los clanes de las Tierras Altas, haciendo que fuese una gran ofensiva hablar gaélico, vestir patrones de tela escocesa y tocar la gaita. Estas políticas crearon una gran inquina de la población hacia los ingleses. Carlos continuó escondido durante cinco meses hasta que logró escapar a Francia disfrazado de doncella de una dama el 20 de septiembre. Ahí finalizaba cualquier esperanza de restaurar en el trono a la dinastía Estuardo.
Viene de La batalla de Culloden (1746) – La caída de Escocia (I)