Aprovechando el magistral programa sobre Waterloo que ha realizado HistoCast, queremos aportar desde aquí nuestro pequeño granito de arena, repasando la vida del mariscal Blücher.
Para cuando tuvo lugar la campaña de Waterloo, Gebhard von Blücher tenía ya una dilitada carreta militar de casi sesenta años. Aunque había nacido en el norte de Alemania, nada más cumplir los dieciséis años se alistó en las unidades de húsares suecos y luchó contra Prusia en la Guerra de los Siete Años. Impresionó de tal manera a un oficial de caballería prusiano que le ofreció, y Blücher aceptó, un puesto en una unidad de húsares prusianos de Federico el Grande.
Gebhard era un poco cabeza loca, y su afición a las bromas pesadas impidió que obtuviera algunos bien merecidos ascensos. En 1773 le dirigió una ofensiva carta de dimisión a Federico el Grande, que no se dejó impresionar demasiado, murumarando mientras la leía, «Blücher se puede ir al diablo». Curiosa situación, pues mientras Napoleón siempre había tenido a Federico por un gran héroe, precisamente Blücher que había luchado bajo sus banderas, había acabado insultándolo.
Habiéndose cavado su propia tumba respecto a la posibilidad de poder servir de nuevo en los ejércitos prusianos, Blücher se casó, se convirtió en granjero y tuvo siete hijos. Sin embargo, con la muerte de Federico el Grande en 1786 y el reinicio de la guerra poco después, el esforzado granjero volvió a filas a reunirse con los húsares, aprovechando bien esta vez su periodo de servicio, pues en 1801 era ya teniente de general.
Andaba por los cincuenta y nueve años, así que en circunstancias normales se le hubiera tenido por un poco mayor para andar por los campos de batalla, pero el permanente auge de Napoleón hizo que Prusia conservara a todos los generales con experiencia que pudiera conseguir. Blücher estaba encantado de volver al pie del cañón, era un absoluto enamorado de la vida castrense.
Cuando Napoleón atacó Prusia en 1805-06, Blücher se halló en lo más reñido de la batalla. Para entonces era el arquetipo de viejo zorro de la guerra. Se le podía ver al frente de cargas de caballería, derrochando valor con su tácticas agresivas aunque poco imaginativas. Sus órdenes eran invariablente avanzar, seguir avanzando hacia el enemigo, así que pronto lo apodaron el «general adealnte» (que más tarde ascendería a «mariscal adelante».
Tras las aplastantes derrotas del ejército prusiano, acabó siendo acorralado por los franceses. En las negociaciones exigió que los documentos de capitulación dijeran expresamente que había tenido que rendirse por falta de municiones y provosiones, o no aceptaría los términos. Los galos transigieron.
En el transcurso de los largos años de guerra, Blücher tuvo la ocasión de encontrarse con Napoleón en seis ocasiones en el campo de batalla (más que la mayoría de los generales de su tiempo), pero solo estuvo del lado de los víctores en dos ocasiones: en la Batalla de las Naciones y en la Batalla de Waterloo, sin ser comanadante en jefe del ejército en ninguna de ellas. No fue un gran general, pero su tenacidad y entusiasmo por combatir fueron siempre muy admirados por colegas y adversarios.
En 1815 Blücher tenía setenta y dos años y a pesar de que había resultado herido en Ligny después de que se le cayera el caballo encima, estaba de nuevo en mitad de la acción dos días después en Waterloo. Si ya hoy en día resulta comprensible que las personas con su edad se tomen las cosas con calma, imaginémonos lo que debió suponer a principios del siglo XIX a un hombre de su edad cargando con semejantes energías. Simplemente espectacular.
SMS Blücher zozobrando tras la batalla de Dogger Bank en 1915
Venció en Waterloo y vivió para contarlo, entrando en París con los Aliados en el mes de julio de 1815. Permaneció en la capital gala durante unos meses, antes de que la edad y los achaques lo obligaran a licenciarse y retirarse a su casa de Krieblowitz (hoy en día en Polonia), donde murió en 1819. En las dos guerras mundiales del siglo XX prestaron servicio en la armada alemana sendos buques de guerra con su nombre, el SMS Blücher, el último de los cruceros acorazados construido por la Marina Imperial alemana, y el crucero pesado Blücher de la Kriegsmarine, hundido en el fiordo de Oslo durante la invasión de Noruega en 1940.
Hundimiento del Blucher en el fiordo de Oslo – 1940
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