Flandes 1592: Bajo la Cruz de San Andrés y al borde del colapso

Año de nuestro Señor de 1592. España controla todavía la mayoría de sus posesiones en los Países Bajos. Solo Holanda y Zelanda se mantienen rebeldes e independientes. Sin embargo, la Nación Católica está desfondada. Escasea el dinero del Rey y en muchos meses no se pagan las soldadas.

Abundan los motines y los soldados de las naciones abandonan sus puestos, disciplina y obediencia y se establecen por su cuenta, asolando los campos y aldeas para sobrevivir. Los españoles y los italianos, por ser las mejores naciones aguantan más el chaparrón, pero acaban también reclamando lo suyo. Y para colmo, a finales de año, murió el gran Alejandro Farnesio, Duque de Parma.

En esta tesitura, Don Francisco Verdugo, Gobernador de Frisia, Drente, Overijssel y Güeldres, intenta mantener por todos los medios y con escasísimos recursos sus territorios. Los rebeldes conocen perfectamente el débil momento por el que atraviesa España y se lanzan al ataque. En 1592 ponen sitio a Coevorden, la llave de Frisia. Verdugo, después de un intento desesperado por liberarla se retira a Groenlo y suplica que le envíen refuerzos.

Arcabuceros a caballo o dragones

Por fin, un día, llegan esos refuerzos, pero dejemos que nos lo cuente Verdugo:

[…] en este tiempo me llegó el socorro a Groenlo a cargo de Monsieur de la Capela, con su regimiento de Liejeses, el tercio de Don Gastón y el de Irlandeses de Monsieur Stanley, que todos juntos no pasaban de ochocientos soldados y algunas compañías de caballos a cargo de Don Alfonso de Avalos, hermano del marqués del Vasto , que de cierto no llegaban a cien caballos por tener las compañías muy faltas de gente.

Lanzas de batalla

Tanto era así, que me acuerdo haber visto una [compañía] pasar delante de mí con dos arcabuceros delante en vanguardia, tres lanzas de batalla, tres mujeres y un clérigo por retaguardia, sin tener mas soldados que estos; y este buen socorro sin real ni menos, era todo lo que me venía .

Este debía ser el aspecto de las mujeres de la compañía

Viendo la sustancia de esta asistencia y temiendo que si ponía a la gente en los casares , el enemigo los podría degollar fácilmente, me resolví de meterlos a todos en la villa de Groenlo, para evitar este inconveniente que sin falta sucediera como digo y, con ser la tierra pequeña y de ruines casas, ellos y la guarnición ordinaria estaban cubiertos […]

Como se puede ver, si nominalmente la fuerza era equivalente a 3 Tercios (entre 8 y 9 mil hombres) venía ésta tan mermada que apenas alcanzaba los 800, que además venían sin un real. Tal es el estado del refuerzo, que Verdugo teme por su integridad y lo introduce en la ciudad para que los villanos no los pasen a degüello. Tuvo Verdugo que esperar la llegada de un segundo refuerzo, aunque este llegó demaisado tarde y la ciudad de Coevorden se perdió. Lo que vino después lo contaremos en otra ocasión.

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