Ediciones Salamina acaba de publicar el primer estudio serio en español sobre las unidades de operaciones especiales alemanas en la Segunda Guerra Mundial, sucesivamente Batallón, Regimiento y División Brandeburgo.
La unidad de operaciones especiales que se convirtió en los Brandeburgueses fue concebida por Theodor von Hippel, con el apoyo del almirante Wilhelm Canaris, para luchar contra el comunismo, pero también para socavar a los propios nazis. Estas audaces y pioneras fuerzas especiales sirvieron en, prácticamente, todos los teatros de guerra en los que luchó Alemania en la Segunda Guerra Mundial. La que tiene el lector en sus manos es la obra más exhaustiva que existe de este inusual y enormemente exitoso grupo de hombres.
Al final de la entrada anterior, habíamos dejado al río Amur dándose un garbeo hacia el norte, al menos su corriente principal, y a los soviéticos tratando de devolverlo a su cauce primero, y de asegurarse la posesión de la isla de Kanchatzu después. Los japoneses, por su parte, tras protestar enérgicamente, como Demi Moore en Algunos hombres buenos, habían hecho navegar una flotilla por el río, y tratado, sin éxito, de recuperar la isla mandando a unos pocos uniformados a bordo. Estamos a 22 de junio de 1937.
Aquel día, en Tokio no estaban nada contentos. Desde su
punto de vista, y aunque se debiera a la casualidad de que el río Amur hubiera
trasladado su cauce principal hacia el norte, los soviéticos habían invadido
Manchukuo, nada menos. Por ello, el Estado Mayor General del Ejército japonés
decidió enviar un mensaje claro al general al mando del Ejército de Kwantung,
responsable de la región: “Si tropas soviéticas han ocupado ilegalmente un
territorio que pertenece, claramente, a Manchukuo, creemos que la situación
podría tener consecuencias importantes en nuestras futuras operaciones, y se le
ordena que tome las medidas apropiadas para volver a la situación anterior”. No
era difícil que alguien le quitara el condicional a la orden, sobre todo si el
general al mando del Ejército de Kwantung era nada menos que Tojo Hideki, un
halcón, quien en el futuro iba a liderar Japón entre 1941 y 1945.
A finales de 1936 España estaba en guerra y la Alemania hitleriana apenas había dado un paso en su escalada hacia el conflicto mundial, remilitarizando Renania en marzo, si bien la situación europea era grave, mucho más lejos, en Extremo Oriente, parecía gestarse una nueva guerra. La tensión había comenzado en 1931, cuando el Imperio del Japón se había hecho con Manchuria, arrebatada a China, y creado el Estado títere de Manchukuo, que lo llevó a tener frontera directa –una frontera muy mal definida en algunos aspectos– con otro de los imperios de la región, el soviético.
Las fronteras de Manchuria se basaban en los tratados
ruso-chinos de Aigún (1858) y Pekín (1860), y seguía, siempre que era posible, los
grandes cauces fluviales para definir donde estaban los límites entre
territorios. La precisión, y la indefinición, de estos tratados radicaba en que
se basaban en las convenciones internacionales de la época para indicar a qué
Estado fronterizo pertenecían las innumerables islas que surgían del cauce en
base al canal principal de navegación. En el caso de la frontera del Amur,
todas las islas situadas al sur o al oeste del cauce principal del río serían chinas,
mientras que las situadas al norte o al este serían rusas. No hubo problemas
hasta que los japoneses entraron en escena, o tal vez se debió a que la mejora
en las comunicaciones hizo que la región fuera más accesible.
La muerte del general Kussin no supuso un quebranto especialmente grave para el protagonista de esta entrada y sus tropas. El fallecido ha tenido tiempo de informar al SS-Sturmbannführer Krafft de que el sector ha quedado bajo el mando del II Cuerpo de Ejército Panzer SS, lo que significa que las dos potentes divisiones que lo componen –9.ª y 10.ª divisiones Panzer SS–, que estaban en proceso de abandonar la región para volver a Alemania a ser reconstruidas, se quedarán.
Hay otro elemento importante en la emboscada que ha sufrido
el general, que permite a Krafft saber hasta dónde han llegado, como mínimo,
los paracaidistas enemigos: el cruce en el que la Wolfhezerwg (N-783) se une a
la Utrechseweg (N-225), es decir, bastante por detrás del ala izquierda de la
2.ª Compañía. Si los paracaidistas deciden aprovechar alguna de las vías que se
dirige hacia el norte, bien podrían rodear y aislar a todo el Kampfgruppe.
El 25 de junio de 1940, un zumbido estruendoso se extendió por el aire sobre el aeródromo de Burdeos-Merignac. En días anteriores, podría haberse tratado de un ataque aéreo, pero en aquella ocasión los grandes cuadrimotores no habían venido para destruir, sino para quedarse y convertirse en un problema. Desde el punto de vista de la Royal Navy, tener una escuadrilla de aquellos Focke Wulf 200 Condor, con un alcance de más de 3500 km, tan cerca de las vías de comunicación marítimas que comunican las islas con buena parte del imperio, suponía un problema de suma gravedad.
Pronto llegaría también la amenaza de los U-boote, pero fue en aquel preciso momento cuando los pensadores y estrategas del Reino Unido empezaron a plantearse la necesidad de construir y desplegar portaaviones de escolta, buques pequeños y de fabricación estandarizada que no necesitaban cargar gran cantidad de aparatos, solo los suficientes para detectar y ahuyentar, o mejor hundir, un submarino, o para entorpecer el ataque de los Condor, o mejor, derribarlos.
El 17 de julio de 1944, el coche en el que viajaba Erwin Rommel fue atacado por una pareja de Spitfire y el mariscal de campo resultó herido. Tuvo que abandonar el frente, pero no sin emitir un informe, fechado el 15 de julio de 1944, que resultaría ser el último de su carrera militar.
La situación del frente de Normandía se está volviendo más difícil cada día que pasa, y se acerca con rapidez al momento crítico.
Debido a la fiereza de los combates, la enorme cantidad que posee el enemigo, especialmente en artillería y blindados, y el indisputado control del aire obtenido por las fuerzas aéreas enemigas, nuestras bajas son tan numerosas que el potencial de combate de nuestras divisiones se deteriora a toda velocidad. Los refuerzos, desde casa, llegan en cantidades muy pequeñas, y tardan semanas para ello debido a la mala situación del transporte. Hemos perdido unos 97 000 hombres, incluyendo 2360 oficiales –una media de entre 2500 a 3000 bajas al día–, y hasta hoy solo han llegado unos 10 000 reemplazos, de los que 6000 ya han sido enviados al frente.
Os dejamos a continuación la información sobre el interesantísimo congreso internacional que se celebrará la semana que viene en Madrid. Esperamos que sea de interés.
La Historia Militar está viviendo un interesante momento de renovación historiográfica internacional. Esta realidad contrasta con el tradicional recelo del mundo académico español hacia este campo de estudio, en parte por el éxito que viene alcanzando los temas militares en medios de difusión más amplios. La Historia Militar académica española se enfrenta al reto de atender con mayor sensibilidad esa renovación historiográfica internacional, al tiempo que se plantea abiertamente cómo difundir el resultado de sus investigaciones entre un público más general y dispuesto a recibirlo. Desde el equipo internacional “Red Imperial. Contractor State Group” queremos abordar este problema, analizar las posibilidades y hacer propuestas, y hacerlo desde casos concretos como es la investigación en la movilización de recursos para las Fuerzas Armadas de la Monarquía Imperial Hispánica en los siglos XVII y XVIII.
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