Continuamos hoy con la saga kamikaze de GEHM, viendo la segunda parte de testimonios de pilotos japoneses que muestran los sentimientos y pensamientos que albergaban los japoneses cuando los mandos les pedían que se prestaran voluntarios para este tipo de misiones.
Los primeros kamikazes del ejército en las Filipinas fueron principalmente oficiales de la Academia del Aire del Ejército. En Okinawa, sin embargo, fueron principalmente suboficiales a los que se les ordenó convertirse en kamikazes. El general Miyoshi aseguró que no eran buenos pilotos. Quizás la explicación más coherente de por qué los pilotos se prestaban voluntarios para las misiones kamikaze fuera expresada por Takao Musashi, miembro de la 105 Unidad de Caza destinada en el aeródromo de Cebú en las Filipinas.
Y llegó un tiro disparado en Sarajevo, y todos los planes se pusieron en marcha. Los alemanes contaban con el apoyo incondicional italiano, pero tanto Moltke como el ministro de guerra von Falkenhayn no tuvieron en cuenta que el mando militar italiano estaba más subordinado a la autoridad civil que en Alemania.
La crisis cogió a los italianos sin jefe del estado mayor. El 1 de julio Alberto Pollio muere de un ataque al corazón. En medio de las tensiones los italianos parecen ir a su aire, pues no nombran su sustituto, el general Luigi Cadorna, hasta el día 27 de julio, a un día del comienzo de la guerra.
En principio nada debía cambiar, pues Cadorna inicialmente también simpatizaba con la Triple Alianza. El día 29 de julio pide al ministro de la guerra que autorice la “prealarme”, una orden indicando el peligro inminente de guerra, Ello permitiría a las tropas desplazarse a los puestos de avanzada y a los fuertes de los Alpes, así como el envio de artillería pesada a la frontera con Francia. También permitía a Cadorna realizar gastos extraordinarios para acumular material de importancia estratégica, tomar medidas de movilización preliminar y dar órdenes iniciales al Tercer Ejército. La respuesta del ministro fue rápida y Cadorna recibió su autorización.
El hecho que el Tercer Ejército italiano no se fuera a desplazar a a Alsacia no fue el fin de la cooperación italogermana. En enero de 1913 se empezó a negociar un acuerdo naval entre los miembros de la Triple Alianza. Dicho acuerdo fue complicado de obtener, pues no se llegó a un punto inicial hasta julio y se firmó en noviembre de ese año. Sus tres flotas operarían bajo un mando unificado en el Mediterráneo , en manos del oficial de la marina italiana o austrohúngaro de mayor rango a bordo, con el objetivo de impedir la llegada a Francia de refuerzos procedentes del Norte de África y planeando un desembarco naval en la Provenza. Las principales bases serían establecidas en el triangulo Messina-Augusta-Tarento, con bases avanzadas en La Mladdlena, en Cerdeña, y La Spezia.
General Alberto Pollio. El partidario de la Triple Alianza en Roma
Por entonces Italia podía contar con 15 cuerpos de ejército, formados por 25 divisiones activas y 10 de reserva, más cuatro divisiones de caballería. En caso de guerra contra Francia, según los planes del general Pollio, cuatro cuerpos de ejército atacarían en los Alpes, mientras cinco de ellos serían empleados en la operación anfibia en la Provenza. Uno de los restantes cuerpos de ejército se emplearía como reserva estratégica, con otros tres cuerpos empleados para vigilar la costa ante cualquier desembarco enemigo. Los dos restantes estaban en disposición para un hipotético despliegue en Alemania.
Imagínese el lector una ciudad en lo alto de un acantilado que se desploma sobre un río ancho, caudaloso y caprichoso, que la defiende en su lado oeste; con un denso pantano en su lado norte y solo accesible por el este o el sur, que es territorio propio. Y además una ciudad que está muy bien fortificada con diversas trincheras, fortines, redanes y numerosas baterías de artillería. Una nuez muy dura de roer, así era Vicksburg a finales de 1862 cuando, en plena guerra civil americana los ejércitos de la unión decidieron que era necesario tomar esta localidad, pues con su conquista se hacían con el control del río Mississippi, y la confederación quedaba cortada en dos.
Sin embargo las operaciones iban a resultar extraordinariamente difíciles. El primer intento orquestado por el General Grant partió de la región de Memphis y trató de llegar hasta su objetivo por tierra, avanzando desde el norte. Ante esta situación los confederados tuvieron que retirarse tras el río Yalabusha; y los federales decidieron enviar uno de sus cuerpos de ejército, el del General Sherman, a operar por el río, al oeste de la ciudad, para distraerlos. Sin embargo estas reaccionaron muy bien bajo presión: un raid de la caballería sudista de Forrest segó las líneas de comunicación de Grant, y un violento contraataque de las tropas confederadas de Van Dorn acabó con la destrucción del depósito de suministros principal de los nordistas en Holly Springs, obligando a Grant a cancelar su ofensiva.
El 6 de diciembre de 1941, después de una de las campañas más duras y espectaculares de la historia militar de todos los tiempos, la Wehrmacht se hallaba a las puertas de Moscú. Iniciada en junio, la lucha había sido muy dura; las fuerzas armadas alemanas habían sufrido bajas muy importantes, y el material de sus divisiones motorizadas y blindadas había sufrido un desgaste tan elevado que estas apenas tenían ya vehículos con los que marchar al combate.
A cambio, el ejército rojo se había retirado miles de kilómetros, y había perdido millones de combatientes y decenas de miles de vehículos; mientras que el estado soviético había perdido importantísimas cuencas mineras y fabriles y enormes extensiones de territorio cultivable, así como toda la población que explotaba estos recursos. La situación era catastrófica.
La segunda guerra mundial dejó algunos ejemplos muy interesantes de personajes capaces no solo de sobrevivir a sus fracasos, sino de medrar a pesar de ellos. Uno de ellos fue Lord Louis Mountbatten.
Louis Francis Albert Víctor Nicholas George Mountbatten, I conde Mountbatten de Birmania, había nacido en 1900, con el cambio de siglo, y era bisnieto de la reina Victoria. Cuando en 1917 la familia real inglesa decidió cambiar su germánico apellido: Battemberg, por el más aceptable (Alemania y el Reino Unido estaban en guerra) Windsor, él se decantó por la variante anglófona: Mountbatten. Personaje original, encantador, mujeriego, gran promotor de su persona y bastante dado al autobombo, y con el -en círculos militares- imperdonable defecto de adjudicarse los logros de los demás (ya sabemos que si la derrota es huérfana, la victoria tiene siempre muchos padres), decidió hacer carrera en la marina de guerra.
Ingresó en la Royal Navy en 1916, y vio algo de acción durante la primera guerra mundial, pero no llegaría a entrar verdaderamente en escena hasta la segunda. Poco después de comenzar esta fue puesto al mando de una flotilla de destructores, donde se distinguió en parte por la valentía con la que cumplía las misiones que se le encomendaban, y en parte por tomar riesgos innecesarios; como cuando prestando servicio en el mar del norte hizo navegar el destructor HMS Kelly a toda velocidad en medio de una tormenta, provocando que el barco estuviera a punto de ser destruido por una ola gigante. La nave sobrevivió, sin embargo, y no sería hundida hasta 1941, aún bajo su mando, prestando auxilio a las tropas británicas que estaban evacuando Creta.
Sicilia, caía la noche del 14 de julio de 1943 cuando, tras duros combates, los británicos consiguieron hacerse con la localidad de Lentini, desbaratando las posiciones defensivas del Kampffgruppe Schmalz.
Esta unidad, que gracias a su tenaz resistencia y a la habilidad de su jefe, el Oberst Schmalz, había conseguido desbaratar los planes británicos, impidiéndoles llegar al puente de Primosole en el plazo previsto y, a la postre, haciendo fracasar los planes ofensivos de Montgomery en la llanura de Catania, estaba formada por dos contingentes bien distintos:
Por un lado estaba el Kampffgruppe Schmalz propiamente dicho, formado por elementos de la Fallschirm-Panzer-Division “Hermann Göring”; una unidad que, salvo excepciones como el jefe de este grupo de combate, estaba resultando tener oficiales y suboficiales bastante mediocres, y cuyos soldados eran demasiado bisoños, y en consecuencia poco fiables, aunque irían mejorando.
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