Hacía un frío terrible. La temperatura estaba bajo cero. El viento aullaba. La nieve caía tan seca que el polvo del camino se mezclaba con ella en nubes amarillentas que se arremolinaban alrededor de la columna de camiones. Como una tundra, sombría y sin vegetación en la mayoría de los lugares, la tierra era deprimente.
Apiñados en la parte trasera de los camiones, los hombres del 1er Batallón del 32º de Infantería, golpeaban con los pies en las plataformas de los camiones en inútiles intentos de evitar que sus miembros se volvieran rígidos y entumecidos. La mayoría de ellos llevaban ropa interior larga de lana, dos pares de calcetines, una camisa de lana, pantalones de campaña de algodón sobre un par de pantalones de lana, calzado, chaqueta de pelo, parka reversible resistente al viento con capucha, y mitones con dedos de gatillo de relleno de lana y cubierta exterior. Para evitar que se les congelaran las orejas, se ataron bufandas de lana alrededor de la cabeza, debajo de los cascos. Aún así el frío se filtraba a través de ellos. Ocasionalmente, la columna entera se detenía para permitir a los hombres desmontar y hacer ejercicio durante unos minutos.