Antes de El Alamein nunca tuvimos una victoria…

“Antes de El Alamein nunca tuvimos una victoria. Después de El Alamein nunca tuvimos una derrota”. Winston Churchill

El genial estadista británico fue, sin duda, uno de los pilares sobre los que se asentó la victoria aliada contra la Alemania Nazi en 1945, y cabe preguntarse, no sin alivio, como habría sido la Europa del presente de no haberse plantado aquel hombre frente al expansionismo de la cruz gamada. Además, Churchill, futuro premio Nobel, fue uno de los grandes redactores de frases y discursos de su época: “nunca tantos debieron tanto a tan pocos”, “lucharemos en los campos…” muchas de ellas son perlas que levantaron el ánimo de la población de su época y que nos ayudan a rememorar hoy el milagro que se vivió entonces. Pero llegados a este punto, la frase con la que abrimos esta entrada fue un error, y resulta sumamente injusta.

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Patton concibe su legendaria maniobra del Tercer Ejército en Las Ardenas

El presente fragmento es de las memorias de Patton, publicadas recientemente por Ediciones Salamina y pertenece al día 20 de diciembre de 1944, cuando Patton concibe su maniobra con el Tercer Ejército en la Batalla de las Ardenas.

A la mañana siguiente llegué al cuartel general de Bradley en Luxemburgo y me encontré con que, sin notificármelo, había retirado la Agrupación de Combate B (brigadier general H. E. Dager) de la 4.ª División Acorazada de Arlon para enviarla a una posición al suroeste de Bastogne, y que había detenido a la 80.ª División en Luxemburgo. Gracias a que la agrupación de combate todavía no había iniciado la lucha, la retiré de nuevo a Arlon e hice que la 80.ª División reanudara su marcha hasta las inmediaciones de Mersch.

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Rommel, el Comienzo de la Evolución Moral.

                Lutz Koch fue un periodista alemán que pasó buena parte de la guerra en compañía del Mariscal Rommel y que posteriormente escribió un libro bastante interesante sobre su figura, una obra en la que no falta el humos, ante ciertas delirantes situaciones que le toco vivir, ni tampoco un curioso capítulo titulado: “el comienzo de la evolución moral”, que parece indicar que, hasta un momento dado, el Mariscal Rommel no tuvo nada que objetar contra el nazismo.

Erwin Rommel y Adolf Hitler, frente afrente.

                Según el biógrafo, fue durante la épica retirada de El Alamein, una vez abandonada cirenaica y con los restos, bastante enteros dadas las circunstancias de su ejército, ya en Tripolitania.

                Primero solicitó una entrevista urgente con Hitler, varias veces, sin recibir respuesta, y una noche decidió tomar un avión y presentarse por sorpresa en la Wolfsschanze el cuartel general de Hitler en Rastemburg, Prusia Oriental. Así nos dice Koch que sucedieron las cosas.

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La huida de Vidrá

Es el año 1874. En el ámbito de una nueva guerra carlista, nos encontramos con un grupo de caballeros que cenan amistosamente en una masía catalana, en el pueblo de Vidrá.

Masía del Cavaller de Vidrá

Este pueblo es un refugio carlista, un envidiable posición estratégica a 1.100 metros de altura, bien protegida por montañas. Un simple pelotón podía defender la posición ante una columna enemiga.  Sobretodo destacaba la masía llamada «El Cavaller de Vidrá» (El caballero de Vidrá), una casa restaurada en 1787  con estilo francés. Dicha casa, como la mayoría de masías catalanas, era robusta y capaz de proporcionar una posición defensiva excelente.

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Los Motes del General Patton

Es de sobra conocido que al inolvidable George Smith Patton se le conoció con el sobrenombre de “old blood and guts” [lo que se traduce como “el viejo sangre y agallas”]. El origen de esta denominación suele buscarse, de modo bastante general, en su comportamiento en combate, su empuje, su insistencia en la ofensiva constante y en su florido lenguaje; no obstante, hay dos posibilidades mucho más concretas con respecto al origen de este mote.

George S. Patton fue el creador de la primera unidade de carros de combate estadounidenses, durante la primera guerra mundial.

La primera cuenta como, mientras entrenaba y preparaba la que sería la 2ª División Blindada del Ejército Estadounidense, solía impartir largas conferencias a los jóvenes oficiales que acudían a la escuela de formación divisionaria en las que, entre otras descriptivas frases, solía indicarles que cuando entraran en combate los más probable era que se encontraran “metidos hasta el cuello en sangre y agallas”. Así, parece ser que una noche, en los acuartelamientos de oficiales solteros, un teniente observó, al mirar su reloj, que “era casi la hora de ir a escuchar al viejo sangre y agallas”; comentario que fue recibido con muchas risas, dando sí nacimiento al sobrenombre.

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