El 6 de diciembre de 1941, después de una de las campañas más duras y espectaculares de la historia militar de todos los tiempos, la Wehrmacht se hallaba a las puertas de Moscú. Iniciada en junio, la lucha había sido muy dura; las fuerzas armadas alemanas habían sufrido bajas muy importantes, y el material de sus divisiones motorizadas y blindadas había sufrido un desgaste tan elevado que estas apenas tenían ya vehículos con los que marchar al combate.
A cambio, el ejército rojo se había retirado miles de kilómetros, y había perdido millones de combatientes y decenas de miles de vehículos; mientras que el estado soviético había perdido importantísimas cuencas mineras y fabriles y enormes extensiones de territorio cultivable, así como toda la población que explotaba estos recursos. La situación era catastrófica.