Narrábamos en las entradas anteriores un ejemplo de cooperación carro-infantería en la que se apreciaba claramente como dos de los Sherman se establecían en retaguardia formando una base de fuego mientras los otros tres cooperaban en el avance con la infantería. Vamos a referirnos ahora, precisamente, al fuego del arma principal del Sherman; un cañón de 75 mm en la mayoría de los casos.
Cuando el Sherman llegaba a la posición de disparo, lo primero que había que hacer era asegurarse de que el cañón había sido liberado de su soporte y que se habían retirado las lonas de protección del mismo, cosa que sucedía siempre que el blindado iba a iniciar un ciclo de combates, ya fuera tras un periodo de descanso –por ejemplo el nocturno– o de mantenimiento.
Habíamos dejado al teniente Leslie Wenzel, del 135.º Regimiento de Infantería estadounidense, a punto de iniciar el asalto conjunto de carros e infantería que iban a llevar a cabo su sección y una de carros de combate Sherman, durante las complejas y angustiosas batallas que tuvieron lugar en la cabeza de playa de Anzio, en 1943. Seguimos ahora con su testimonio, que nos muestra como veían los infantes este tipo de operaciones.
“A las 5.50 horas, los carros cruzaron la línea de alambradas, que habían sido cortadas por las secciones de ingenieros en un camino que había sido preparado y que llegaba a unos 180 m de la casa ‘y’. En el momento en que la tuvieron a la vista dispararon con sus 75 mm y sus ametralladoras. Harán fuego de modo constante durante toda la operación. Al asomar la cabeza [no olvidemos que nuestro protagonista va subido a la parte posterior de un Sherman], justo lo suficiente como para echar un vistazo a mi alrededor, pude ver perfectamente el semicírculo de humo depositado por nuestra artillería y nuestros morteros.
Las diferentes formaciones que podía adoptar una sección de Sherman, tal y como las explicamos en la entrada anterior, tanto en los desplazamientos como en el ataque, podían verse influidas por la introducción de un elementos “foráneo” (por llamarlo de alguna manera), en la maniobra, la infantería.
Antes de entrar en materia, es importante indicar que, mientras que en otros países hubo importantes discusiones doctrinales con respecto al empleo más efectivo de los carros, en el caso de los Estados Unidos no fue así. La masiva capacidad de producción de la economía norteamericana permitió producir cantidades suficientes de vehículos como para cubrir tanto las doctrinas más difundidas, en las que el carro de combate era un arma de penetración y ruptura, como las más anticuadas, en las que el tanque debía actuar como arma de apoyo a la infantería; y no solo eso, sino que además consiguieron que todas las misiones pudieran ser efectuadas por un solo modelo, el polivalente Sherman.
Como hemos ido viendo a lo largo de estas entradas dedicadas al carro de combate Sherman en acción y al consiguiente adiestramiento de sus tripulantes, nada quedaba nunca al azar. Ahora, progresando, tal y como planeábamos inicialmente, por el camino del entrenamiento de los carristas, del puesto individual a la sección de cinco tanques, vamos a fijarnos en las distintas formaciones utilizadas por esta durante la marcha.
La más básica era sin duda la columna, con los cinco carros de combate situados uno tras otro, con el del jefe de la sección en cabeza. Como es lógico, esta se empleaba para los desplazamientos por carretera, siempre detrás del frente, cuando el contacto con el enemigo era muy improbable o –qué duda cabe– cuando a causa de la configuración del terreno, no quedaba más remedio. Normalmente, se dejaban unos 13 m entre un vehículo y otro, el doble si existía riesgo de toparse con el oponente. Las desventajas de esta formación eran fundamentalmente dos: escasa potencia de fuego hacia el frente, ya que esta se limitaba, fundamentalmente, al carro de cabeza, y flancos largos y vulnerables. Las ventajas eran que permitía avanzar con rapidez y facilitaba los cambios de dirección. Los jefes de sección experimentados solían asegurarse de que durante este tipo de avance las torres de los carros se repartieran para apuntar en todas direcciones.
Una vez formados los componentes de la tripulación en sus diferentes misiones: conductor y ametrallador en las profundidades del casco, y cargador, tirador y jefe de carro en la torre, el paso siguiente era el entrenamiento en pequeñas unidades, básicamente por secciones. Esta, que era la unidad blindada fundamental, constaba de cinco carros de combate, y tres de ellas, junto con el blindado del jefe de carro y el de su adjunto, formaban una compañía de un total de 17 Sherman.
Pero volvamos a nuestra sección. Para organizar un ataque, el comandante de esta, normalmente un teniente, se reunía con los otros cuatro jefes de carro para darles la información disponible sobre el despliegue enemigo, explicar cuál iba a ser el camino empleado para llegar hasta este –sobre un mapa– y los lugares eventualmente peligrosos. Así, cada uno de los mandos conoce no solo la misión general, sino también la suya particular y la de los otros cuatro carros que lo acompañan.
Sin duda, el “glamour” de la torre de un carro de combate es inevitable, allí se maneja el cañón que destruye al enemigo y se dan las órdenes que hacen maniobrar el carro de combate, pero en esta serie de entradas que estamos dedicando al estadounidense Sherman [capítulo I, capítulo II, capítulo III], no podemos olvidar lo que pasa dentro del chasis del carro, donde se sitúan dos tripulantes singularmente importantes, ya que de ellos dependen elementos tan vitales como la derrota que va a seguir el blindado y la protección cercana contra la infantería.
El primero de nuestros protagonistas, sentado en el lado izquierdo de la caja, es el conductor: Driver, que aunque sigue órdenes del jefe del carro, debe ser capaz de determinar por si mismo el itinerario a seguir, obteniendo del terreno circundante la máxima protección a la vez que consigue que el carro esté siempre en condiciones de poder disparar contra el enemigo, es decir, ocultando el casco pero dejando la torreta por encima de los obstáculos en todo momento.
Como en cualquier carro de combate de la época, a bordo de un Sherman el comandante era una pieza clave. Ya adelantamos en la entrada anterior que la misión primordial de este era dirigir y organizar a sus hombres, supervisar el correcto mantenimiento del carro y, durante la lucha, servir como “director de orquesta” de toda la tripulación. Cabe añadir, en este caso, que además se trata de lo que podríamos considerar una tripulación de ciegos, pues si bien otros miembros de la misma tienen acceso al exterior: el conductor, el tirador o el ametrallador, por ejemplo, siendo habitualmente el cargador el que se queda completamente a oscuras, es el jefe del carro el que, tanto para proteger a los demás como para detectar al enemigo antes de que este pueda destruirlos, debe estar siempre en alerta cuando entran en combate.
En los primeros modelos de Sherman la escotilla del jefe de carro estuvo equipada con un periscopio que este podía hacer rotar para observar el terreno en todas direcciones, sin embargo, los destinatarios de tan fastuosa comodidad pronto se dieron cuenta de que resultaba mucho más eficaz asomar la cabeza y mirar directamente en todas direcciones. Mejor todavía, mientras asomaba la cabeza el comandante del tanque podía hacer girar la torreta, de manera que además de seleccionar el objetivo podía pre apuntar el cañón hacia él, dejando al tirador la simple tarea de afinar dicha puntería para aumentar las posibilidades de dar en el blanco. La contrapartida era que se exponía a recibir las atenciones de un francotirador alemán, por eso, más adelante se instalará una cúpula blindada con seis visores.
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