Rommel y las consecuencias de un ataque indebido (I)

“En lo que a Rommel se refiere, mi punto de vista es que gracias a la propaganda, primero de Goebbels, luego de Montgomery  y, finalmente, después de que fuera envenado, de todas las antiguas potencias enemigas, se ha convertido en un símbolo de las mejores tradiciones militares. Su liderazgo es glorificado, así como su carácter, especialmente su caballerosidad, bondad y modestia… Cualquier crítica pública de su personalidad, ya legendaria, deñaría la estima en que se tiene al soldado alemán en general” Así hablaba, después de la guerra, el general Kirchheim, sobre el zorro del desierto negándose a criticar al hombre bajo cuyas órdenes había servido cuando era oficial de la 5.ª División ligera.

Erwin Rommel dando órdenes des uno de sus vehículos de mando. Su capacidad para controlar la situación no fue tanta como se cree.

Lo cierto es que la figura de Rommel se ha ido concretando a lo largo de los años, pasando del mito del gran general a ser considerado un buen táctico, pero un mal operador y un fatal estratega. El objetivo de este artículo no es, por otro lado, analizar el mito, sino exponer, a la luz de la historiografía más reciente, como uno de sus supuestos momentos de triunfo lo puso, en realidad, al borde del desastre.

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Medalla de Honor – Rudolph Blanco Dávila

De padre español y madre filipina, Rudolph nació en El Paso, Texas el 27 de abril de 1916 y se crió en Watts, California. Se alistó en el Ejército en Los Angeles.

Durante la Segunda Guerra Mundial sirvió como infante en la Compañía H del 7º Regimiento de Infantería de la 3ª División de Infantería. En 1944, el sargento mayor Dávila y su compañía formaban parte de la fuerza Aliada atrapada en la bolsa de Anzio. La invasión de Anzio (Operación Shingle) había sido un intento de los Aliados de flanquear las posiciones alemanas en Italia desembarcando a un contingente entre las líneas principales enemigas y la ciudad de Roma.

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El sino del SS Santa Elisa en la Operación Pedestal

La Operación Pedestal fue una misión de convoy que tenía como objetivo aprovisionar a la maltrecha Isla de Malta en sus peores momentos, durante el verano de 1942. El convoy fue uno de los más castigados de toda la guerra.

Pedestal, en primer plano el Indomitable, tras el navega el Eagle

Para alférez Gerhart S.Suppiger, su destino en convoyes en mayo de 1942 no comenzó con buenos auspicios. Primero, uno de sus nueve hombres de la dotación de la artillería del barco fue hospitalizado tras herirse una mano con un contenedor de suministros. Luego, el capitán de su barco mercante, el SS Santa Elisa, tuvo que ir a tierra también al hospital muy enfermo para hacerse cargo de la misión.

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Nueva York, la Xª Flotilla MAS y el Almirante Doenitz (2ª Parte)

Dejamos el otro día al príncipe Borghese de la Xª Flotilla MAS intentando convencer al almirante Doenitz sobre la viabilidad de un ataque al puerto de Nueva York.

Borghese asentía rememorando todo lo sucedido en los últimos quince meses. Aparte de un crucero pesado, el HMS York, se habían hundido tres buques mercantes con un desplazamiento total de 32.000 toneladas en el ataque a la bahía de Suda. Luego en el mes de septiembre en Gibraltar, mandaron al fondo del mar al gigantesco petrolero Denby Dale, y los torpedos de la Décima habían hundido también al buque Durham y al petrolero Fiona Shell.

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Nueva York, la Xª Flotilla MAS y el Almirante Doenitz (1ª Parte)

Una cálida y húmeda noche de junio de 1942 el príncipe Valerio Borghese, de la Marina Real italiana asistía como invitado a una cena organizada en el Cuartel General del Arma Submarina alemana en el Bosque de Boulogne a las afueras de París.

El caballero italiano era oficial del arma submarina de la Supermarina, el ministerio naval del gobierno italiano. Su anfitrión durante esa velada era también un valeroso submarinista, aunque de mucho mayor nivel. Se trataba del Almirante Karl Doenitz, comandante en jefe de la flota de submarinos alemana y padre de las tácticas de las manadas de lobos, la pesadilla de la marina mercante anglo-norteamericana en el teatro de operaciones del Atlántico Norte.

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¡Asalto a Levitha! El LRDG Actúa en el Egeo. (3.ª Parte, el final de la aventura)

 

Estamos en Levitha, empieza la tarde del 24 de octubre de 1943 y los hombres del Long Range Desert Group, reconvertidos en comandos anfibios, que han asaltado esta pequeña isla del Dodecaneso para eliminar a la guarnición alemana y rescatar a los hombres del destacamento británico avanzado que la habían guarnecido hasta hace dos días, están a punto de empezar a pasarlo mal.

HMS Eclipse, uno de los destructores de la Royal Navy que operaron en el Egeo. Durante el día se refugiaban de la aviación alemana en aguas turcas, y por la noche surcaban el mar en busca del enemigo.

                Pero, por ahora, aún mantienen la iniciativa. El testimonio del tirador James Patch, jefe de una de las patrullas, que ha recibido la misión de tomar una colina ocupada por los alemanes, es un magnífico ejemplo lo que estaba pasando en la isla:

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¡Asalto a Levitha! El LRDG Actúa en el Egeo. (2.ª Parte)

Al final de la primera entrada de esta serie dejamos a nuestros escorpiones del desierto embarcando en dos lanchas motoras para lanzar un asalto anfibio contra la isla de Levitha, en el Dodecaneso. Al principio todo fue bien. La travesía se realizó sin encontrar naves enemigas, el desembarco se llevó a cabo en los dos puntos previstos de la costa, utilizando botes de asalto que luego fueron enterrados junto con los morteros de dos pulgadas (que en principio no pensaban utilizar), munición extra y suministros; todo ello con la intención de recuperarlos después si era necesario. Podemos añadir que, ventaja extra, ninguna de las dos secciones, la de Olivey y la de Sutherland, encontró oposición. Hasta ahora todo había ido, como quien dice, como la seda.

El puerto de Castellorizo. Esta isla, situada al este de Rodas, junto a la costa turca, fue la más oriental del Dodecaneso, y una vez conquistada, la única base aliada con comunicaciones seguras hacia Chipre.

                Ahora los hombres de ambas secciones tenían que ascender a las alturas que dominaban la isla, esperar al amanecer y entrar en contacto, pues habían tomado tierra en puntos distintos. Sin embargo, también las dos lanchas motoras que los habían traído tenían una misión que cumplir: bombardear las posiciones terrestres de los alemanes. A oscuras, desde el mar, y sin haber localizado sus objetivos con anterioridad, el bombardeo, que llevaron a cabo concienzudamente, siguiendo el plan, solo iba servir, desgraciadamente, para que la guarnición supiera que estaba sucediendo algo.

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