Aprendiendo a Volar: las escuelas de pilotos en la Primera Guerra Mundial. (I/2)

Cuando comenzó la primera guerra mundial, esta iba a ser corta, y todas las escuelas de pilotos, una afición nueva y moderna que hacía furor entre quienes podían permitírselo, cerraron. Sin embargo la guerra se alargó, lo haría durante cuatro años interminables, y pronto volvieron a ser necesarias las escuelas. En ellas no solo se enseñó a pilotar, sino que las especialidades fueron tomando poco a poco su lugar: ametralladores, bombarderos, observadores; todo ello sin olvidar la instrucción militar, ya que los pilotos, a fin de cuentas, seguían –o debían seguir siendo- soldados.

 

Aquí podemos ver uno de los «pinguinos», para la primera fase del entrenamiendo.

 

No obstante, la finalidad de las escuelas de pilotaje era enseñar a volar, y había dos maneras básicas de conseguirlo. La primera, “inventada” por los franceses y empleada por ellos sobre todo, consistía en que el estudiante se montara, el solo, en sucesivos modelos de avión, y se dedicara a efectuar maniobras cada vez más complicadas hasta que, finalmente, volaba. El otro sistema empleó el avión con doble mando, modelo que había sido creado por los hermanos Wright. Este sistema fue el adoptado por los ingleses, y por otros muchos, pues ofrecía la posibilidad de un entrenamiento. Esto motivó que al final muchas escuelas francesas también acabaran pasándose a este sistema.

No obstante, dado que el sistema inglés es más conocido, en estas entradas nos centraremos en el otro, sin duda más… interesante. Lo conocemos bien gracias a un voluntario americano, llamado Reginald Sinclaire, que aprendió a volar en la escuela de Avord –una de las más importantes, con un millar de estudiantes y alrededor de 1.300 aviones- durante el año 1917.

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Verdun: La Trinchera Cercada. El Testimonio del Abad Polimann (III/3)

Desde mi puesto de observación, bastante rústico, interrogué el horizonte buscando a los salvadores a los que aún estábamos esperando. En torno a las 14:00, otro problema: resulta que algunos individuos, equipados con aparatos de líquido inflamable colgados de la espalda, salen de sus trincheras a ochenta metros de mí. Pero son avistados, y eso bastó, un sargento y varios granaderos les ajustaron las cuentas rápidamente.

Las trincheras hoy. Casi cien años después, la tierra aún no ha sido capaz de recuperarse.

A pesar de todo la situación se fue haciendo más y más crítica. Las ametralladoras boches barrían nuestras trincheras con facilidad, pues podían ver todos y cada uno de nuestros movimientos. Recomendé a mis hombres que debían actuar con la mayor precaución; pero a pesar de todo otro ametrallador recibió un tiro, cerca de mí, ya que  el rincón en el que me hallaba era un objetivo especialmente favorecido, pues que los alemanes podían ver mis señales ópticas. A pesar del riesgo, tenía que comunicar con la retaguardia a toda costa.

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Verdun: la Trinchera Cercada. El Testimonio del Abad Polimann (II/3)

En aquel momento crítico nadie perdió su sangre fría, y poco después, tras haber sido desenterrada, desmontada y limpiada, la ametralladora estaba de nuevo en funcionamiento; dos tiradores voluntarios se encargaron de ella. Todo lo acontecido hasta entonces no era más que el comienzo del ataque, al menos para nosotros, pues los supervivientes de las ocho compañías desplegadas a mi izquierda acababan de ser capturados después de que numerosos oficiales encontraran la muerte durante el combate.

Infantería alemana atacando.

En torno a las 07:00 de la mañana, se desencadenó un segundo ataque, con la intención de romper nuestra desesperada resistencia. A mi derecha aún aguantaba la 4ª compañía, con la que seguía en contacto. Esta vez el humo se había disipado. Vimos descender del fuerte Douamont la línea gris de los fusileros enemigos. Era la misma maniobra que habían llevado a cabo dos horas antes; mis valientes iban a maniobrar igual de bien.  Tan solo unos pocos alemanes consiguieron, a duras penas, volver a las trincheras de las que habían partido.

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Verdun: la Trinchera Cercada. El Testimonio del Abad Polimann (I/3)

Tal y como prometimos hace unos días, traducimos en esta entrada y las siguientes, el testimonio de Polimann, Teniente del 137º de Infantería y abad en la vida civil, especialmente interesante no solo por la polémica de la trinchera de las bayonetas, sino también como descripción de lo dura y confusa que llegó a ser la primera guerra mundial.

Esta foto ha sido identificada como la de la trinchera que quedó enterrada. Si no lo es, sin duda fue una muy similar

Estamos a 11 de junio de 1916.

“Un bombardeo de Verdún particularmente violento hace que los dos batallones de línea sufran pérdidas enormes. Instalados en cráteres de obús, vagamente organizados, todos tenemos la misma orden, muy clara: resistir en nuestras posiciones.

Varios alemanes se nos habían rendido ya, informándonos de que un ataque es inminente.

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La Trinchera de las Bayonetas – Enterrados vivos o muertos

La historia básica es sencilla: el 12 de junio de 1916, en plena batalla de Verdún, en medio del caos y de la destrucción causada por el fuego de artillería, que labra los campos, dos medias secciones, una de la 3ª y otra de la 4ª compañía del 137 regimiento francés de infantería, aguantan a pie firme en la sección sur del “Ravin de la Dame”, entre la granja de Thiaumont y el bosque de Nawé. Estoicos, sumergidos bajo una lluvia de bombas, los hombres, incapaces de servirse de sus fusiles, dañados por el polvo y el humo, que reducen la visibilidad a menos de un metro, calan bayonetas y esperan. La tierra les llega hasta el pecho, hasta los hombros, la boca, los ojos… “Poco a poco, erigen un monumento” (termina la narración Jean Norton Cru, que no cree que esto sucediera en realidad). El origen de la historia fue una hilera de bocas de fusil, algunos con la bayoneta calada, encontrados surgiendo de la tierra dos años después del final de la guerra, que de inmediato atizaron la imaginación del público.

La Trinchera de las Bayonetas en 1920.

El acontecimiento causó una viva polémica tras la guerra, ya que los testimonios se cruzan y entrecruzan para desfigurar la verdad sobre estos hechos. Uno de los primeros en contar la historia pudo ser Henri Bouvard (Comandante y miembro del Estado Mayor del 2ème Armée), en la primera edición de su libro: “La Gloria de Verdún”, en base a una historia contada por el comandante Dreux, que combatió a escasos metros de aquel lugar a lo largo de aquella jornada.

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Los últimos momentos del acorazado SMS Szent Istvan de la Marina de Guerra Austrohúngara

Os traemos hoy un par de videos del hundimiento del SMS Szent István. El 10 de junio de 1918 a las 6 de la mañana se iba hasta el fondo del Adriático como consecuencia del ataque con torpedos realizado por una lancha de la Regia Marina Italiana.

Pese a lo aparatoso del hundimiento, solo hubo lamentar la muerte de 89 marineros, debido a que los marineros austrohúngaros debían aprender a nadar antes de entrar en servicio en la armada, y a que el acorazado tardó unas cuantas horas en hundirse. Se trata de uno de los tres acorazados de los que se han filmado sus últimos momentos, junto con el USS Arizona y el HMS Barham.

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