¡Gas! No había sucedido nunca antes en el frente italiano, y hay que decir, en su descargo, que el general Boroevic, al mando de las fuerzas austro-húngaras en el sector, no estaba a favor, pero las órdenes llegaron de arriba y, el 29 de junio de 1916, se abrieron 250 cilindros de gas fosgeno, que descendió sobre las posiciones italianas en torno al monte San Michele.
El testimonio del cabo Valentino Righetti, del batallón Brescia, nos cuenta cómo llegó a una trinchera, durante la noche siguiente, pensando que había sido abandonada por completo dado el silencio que reinaba en ella. Sin embargo, los soldados seguían todos en su sitio, aunque dormidos, un sueño extrañamente pesado. Parece que al cabo le llevó hasta el amanecer descubrir que estaban muertos. Los soldados de la primera línea de trincheras carecían de máscaras antigás o las que tenían eran muy rudimentarias, y se habían asfixiado hasta la muerte. Los de la segunda línea parece que, viendo lo que se les venía encima, decidieron retirarse a toda prisa y, así, los atacantes pudieron cubrir sus objetivos con rapidez y tomar algunas de las posiciones italianas en torno al monte.
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