Tanques en la Primera Guerra Mundial. El Final del Primer Combate.

                Habíamos dejado al subteniente Mitchell y a su tripulación en plena batalla con tres carros de combate alemanes. Prosigamos ahora esta historia hasta su dramático final.

…su primer disparo cayó a unas quince yardas por el frente, el segundo fue más allá, y entonces vi como los proyectiles se concentraban en torno al tanque. Disparó [recordemos que estamos hablando del artillero izquierdo del tanque británico] una y otra vez, rápida y sucesivamente, cada vez que el enemigo estuvo a la vista.

                Mientras nos acercábamos a la localidad de Cachy, me di cuenta, para mi sorpresa, de que los dos tanques hembra se marchaban renqueando hacia la retaguardia. Nada más llegar ambos habían resultado alcanzados por varios proyectiles que habían abierto grandes agujeros en sus costados, dejándolos sin defensa contra las balas de ametralladora, y dado que sus ametralladoras Lewis no podían hacer nada contra el pesado blindaje del enemigo, no les cabía hacer otra cosa más que retirarse.

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Tanques en la Primera Guerra Mundial. La Primera batalla entre Carros de la Historia.

                Estamos a 24 de abril de 1918 y los alemanes, en plena ofensiva, están decididos a romper el frente británico para llegar a Amiens. Para ello, su 77ª división de infantería ha recibido el apoyo de algunos de sus propios tanques, un leviatán bastante impresionante, si tenemos en cuenta que los alemanes habían llegado tarde a esta carrera armamentística. Se trataba del A7V.

Sturmpanzerwagen A7V, junto con quince de los 18 miembros de su tripulación.

Aquel día la 1ª sección de la compañía A aún se estaba recuperando de un ataque con gas mostaza que había pillado a los tripulantes a descubierto e imposibilitado a varios de ellos, y tan solo disponía de un modelo IV macho bajo el mando del subteniente Frank Mitchell, y de dos hembras, también del modelo IV. Entonces llegaron noticias inquietantes provenientes de la 8ª división británica, que defendía un pueblecito llamado Cachy, no lejos de la localidad de Villiers-Bretonneux: había tanques alemanes en su sector.

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Tanques en la Primera Guerra Mundial, llega la madurez.

                Han pasado los meses, estamos en Junio de 1917 y las tácticas de empleo de los “Landships”, los únicos tanques que no merecen ser llamados carros de combate, han ido evolucionando gracias la práctica y a las teorías elaboradas por el Coronel Swinton, cuyas reglas serán conocidas como “Tank Tips”.

Lusitania, en entorno urbano. En los meses siguientes a su aparición la infantería empezó a considerarlos armas milagrosas.

La acción, exitosa, que vamos a narrar hoy, tuvo lugar en Flandes el día 7 de junio, y si se compara con la que narramos en la entrada anterior, podrá verse hasta que punto había mejorado la situación. Los objetivos del ataque eran tres: expulsar al enemigo de las alturas de la cresta de Wytschaete, denegarle la utilización de las mismas para observar a las tropas propias y proteger el flanco derecho de la futura ofensiva de Passchendaele.

                El Cabo segundo Lee recuerda:

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Tanques en la Primera Guerra Mundial: heroísmo fallido.

                Acostumbrados a los potentes carros de la segunda guerra mundial, a menudo es fácil olvidar lo precarios que habían sido sus antepasados, aquellos dinosaurios de la primera que lo aplastaban todo a su paso y, teóricamente, sembraban el terror en las posiciones enemigas. Y si decimos teóricamente es porque no siempre fue así. Las primeras acciones individuales de estos vehículos  -“coches”, era la forma de referirse a ellos que se empleaba entonces- no siempre fueron exitosas, a pesar del heroísmo de algunos de sus tripulantes.

Un tanque Modelo I «Hembra». Pueden apreciarse las dos ametralladoras del costado izquierdo, así como las troneras por las que se asomaban los binoculares de prisma del conductor.

                Nos hallamos en acción cerca del río Ancre, es el 13 de noviembre de 1916 y el “coche” elegido es el Modelo I Hembra (es decir, con ametralladoras en vez de cañones) nº 544, de la Compañía “A” de la sección pesada del Cuerpo de Ametralladoras (era la unidad que encuadraba entonces los carros de combate). A bordo viajan el Teniente H.W. Hitchcok (jefe del tanque); el Cabo A. Taffs; el cabo segundo R. Bevan (conductor); el cabo segundo S.A. Moss; y los artilleros W.A. Stanley, W. Miles, F. Ainley  y A.W. Tolley.

 

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La Cara y la Cruz, dos visiones de los bombardeos durante la primera guerra mundial.

Para abrir este més de septiembre, queremos recalcar hasta qué punto podían ser distintas las vivencias de los bombardeos durante la primera guerra mundial. Para ello aportamos tres testimonios, todos ellos pertenecientes a la batalla de Verdun:

– El primero son las anotaciones hechas por un simple soldado francés, pillado bajo un diluvio de obuses. Estas anotaciones fueron hechas, supuestamente, bajo el bombardeo. Sin embargo, la tranquilidad con la que escribe el soldado nos llevan a pensar que, o bien se hallaba en un refugio muy seguro, o bien en realidad las redactó después de la batalla.

Resultados de los bombardeos en el sector de Verdún. No quedó nada por destruir.

– El segundo testimonio es el del observador de un globo de observación alemán «Drachen». Uno no puede dejar de notar el tono de euforia de la narración. Este testimonio llegó a manos francesas cuando el globo fue derribado por un avión de caza en territorio propio y el observador que iba a bordo fue capturado. Así son las cosas.

– El tercer testimonio narra el bombardeo dentro de la trinchera, y fue dado por un oficial francés con ocasión de una entrevista posterior.

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Aprendiendo a Volar: las escuelas de pilotos en la Primera Guerra Mundial. (II/2)

Por supuesto el aprendizaje no siempre era tan sencillo. En invierno, las condiciones atmosféricas solían alargar el proceso, y en verano, el calor podía provocar corrientes de aire ascendente que llegaban a ser peligrosas para los aprendices, hasta el punto de que los vuelos de entrenamiento solían hacerse al alba o al atardecer, recibiendo los alumnos permiso para efectuar la prueba del alba en pijama, cuestión de estar listos más rápidamente.

Spad VII B, pintado con los colores del 19th Sqdn, RFC

Otro elemento interesante –en todas las escuelas- eran los instructores. La mayoría eran pilotos “quemados”, algunos de los cuales, como cuentan las memorias de los aprendices, tartamudeaban hasta ser incomprensibles, mientras que otros se limitaban a acomodarse en tumbonas, cerca de los campos de entrenamiento, para observar las evoluciones de sus alumnos. Los consejos que daban también solían ser de lo más variopinto: si se le apaga el motor sobre una zona arbolada –horrible perspectiva- el mejor árbol sobre el que caer es el manzano; y si se le incendia el avión, indicaba otro –perspectiva, si cabe, aún más espantosa- lo que hay que hacer es cortar la gasolina y encomendarse a Dios.

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