BELGRADO. Quedan pocos minutos para la hora acordada y el embajador austro-húngaro está a punto de entrar en el Ministerio de Asuntos Exteriores de Serbia.
Allí lo esperan Lazar Pacu, que no ha conseguido hacer volver a Pasic, y Slavko Gruic, quien a diferencia de su colega habla francés y en consecuencia puede comunicarse con el visitante.
Son las 18:00 en punto cuando Giesl entrega el ultimátum a Pacu, acompañado por un anexo de dos páginas y una explicación que le está dirigida como primer ministro en funciones; y a continuación le informa de que el plazo para contestar es de 48 horas y de que cuando expire, si la respuesta es insatisfactoria o no hay respuesta, romperá las relaciones diplomáticas y volverá a Viena con todo el personal de la legación.