SAN PETERSBURGO. Maurice Paléologue había dado instrucciones bien claras a su asistente para que nadie le molestara esta mañana. Sin embargo, el teléfono lo despierta a las 07:00. Una llamada urgente le informa de que ha llegado el ultimátum.
El francés esperaba tener una mañana despejada y no había quedado hasta la hora de comer. Nada más saber la noticia, cancela esta cita y de inmediato invita a comer en su embajada al Ministro de Asuntos Exteriores Ruso Sazonov y al embajador británico Sir George Buchanan. No se sabe quién fue, si el francés o el ruso, el que más subió las apuestas, pues cada uno afirma haberlo sido. El primero habló de guerra, el segundo de segura movilización. Pero en lo que ambos estuvieron, desde luego, totalmente de acuerdo, fue en que las “potencias germánicas” habían decidido recurrir a la fuerza para asegurar su hegemonía en el este; y el Reino Unido no podía permanecer neutral. Buchanan, ante la presión, decidió que defendería con firmeza ante Lord Grey, su jefe, la necesidad de oponerse a la arrogancia germana.