“Antes de El Alamein nunca tuvimos una victoria. Después de El Alamein nunca tuvimos una derrota”. Winston Churchill
El genial estadista británico fue, sin duda, uno de los pilares sobre los que se asentó la victoria aliada contra la Alemania Nazi en 1945, y cabe preguntarse, no sin alivio, como habría sido la Europa del presente de no haberse plantado aquel hombre frente al expansionismo de la cruz gamada. Además, Churchill, futuro premio Nobel, fue uno de los grandes redactores de frases y discursos de su época: “nunca tantos debieron tanto a tan pocos”, “lucharemos en los campos…” muchas de ellas son perlas que levantaron el ánimo de la población de su época y que nos ayudan a rememorar hoy el milagro que se vivió entonces. Pero llegados a este punto, la frase con la que abrimos esta entrada fue un error, y resulta sumamente injusta.
Hay veces en que las casualidades o repeticiones en la historia dan que pensar. En este caso encontraremos un nombre común en circunstancias paralelas, con casi 30 años de diferencia.
Para el primer caso nos desplazaremos a 1904. Muchos conocen la Guerra Rusojaponesa por la batalla de Tsushima, pero todo empezó con un ataque sorpresa japonés con lanchas torpederas contra la flota rusa del Pacífico en Port Arthur. Quiso la casualidad que este ataque se produjera mientras el almirante al mando de dicha flota celebraba allí la fiesta de cumpleaños de su esposa. Se llamaba Oskar Victorovich Stark.
El Gromoboi (Trueno) fue un crucero acorazado de la Flota Rusa que participó en la Guerra Ruso-Japonesa y en la Primera Guerra Mundial.
Comenzó a construirse en 1898 y entró en servicio en 1900. Era el último buque de su serie de grandes cruceros acorazados oceánicos, estando mejor protegido comparado con sus predecesores, el Rurik y el Russia.
Hay regimientos cuya historia puede explicar la historia de un país. Un ejemplo de ellos es el 4o. Regimiento de Infantería de Austria «Hoch und Deutschmeister»
Tamborilero del «Deutschmeister Regiment», por Keith Rocco
Dicho nombre no viene del azar. La orden de caballería Hoch und Deutschmeister era heredera de los caballeros teutónicos y fue fundada en 1530. Posteriormente, en 1696 el Conde de Neuberg autoriza la formación de un Regimiento de infantería de 3 batallones, con 4 compañías cada uno. Aquí es donde empieza la leyenda.
De forma general, las sesiones solían efectuarse utilizando los medios que ya hemos comentado: reproducciones del terreno y de las unidades, complejas reglas que permitieran simular los combates y sus resultados o, en su defecto, la presencia de uno o varios árbitros que eran quienes decidían qué sucedía en virtud de las decisiones tomadas por los mandos sobre el terreno. Cada uno de los dos sistemas tenía sus ventajas: el sistema de árbitros dejaba en manos de estos el resultado de las operaciones simuladas, de modo que si las arriesgadas teorías de los oficiales participantes coincidía con los puntos de vistas promovidos por los árbitros, solían triunfar, en caso contrario no era así, y en ambos casos se suscitaban acaloradas discusiones que siempre resultaban positivas. Esta subjetividad quedaba anulada cuando se aplicaban reglas determinadas, pero en este caso la ejecución de la simulación se volvía mucho más complicada, a veces tanto como las verdaderas operaciones militares.
Durante las dos guerras mundiales cada país tuvo sus propias experiencias con estas simulaciones.
Probablemente, donde más se empleó esta técnica fue en Alemania, empezando ya desde antes de la guerra de 1914. Es llamativo indicar que tanto el Plan Schlieffen como la ofensiva de Tannemberg habían sido intensamente practicados antes de ser ejecutados, siempre con resultado positivo, y es curioso indicar que la ofensiva de Tannemberg salió exactamente según el plan, y fue una resonante victoria, mientras que sustantivas modificaciones de última hora del Plan Schlieffen provocaron su fracaso.
Durante el periodo de entreguerras, siempre en Alemania, se introdujeron aspectos políticos en estas simulaciones, y el mismísimo von Manstein propuso, en 1929, un escenario en el que era Polonia la que invadía Alemania. Miembros del Ministerio de Asuntos Exteriores fueron invitados para hacer el papel de la Sociedad de Naciones y de los dirigentes políticos de ambos países.
No hace mucho uno de los habituales del blog nos hizo una consulta sobre los <<juegos de guerra>> y como se hacían, y dado que el asunto es muy interesante, trataremos de irlo exponiendo en esta y otras entradas. Dicho esto, no queremos desaprovechar la oportunidad de animaros a que nos hagais cuantas consultas os parezcan interesantes, pues siempre será un placer contestarlas.
Y dicho esto, vamos al lío.
Parece que el primer inventor del <<juego de guerra>> como instrumento para la preparación de la batalla pudo haber sido un viejo conocido de los aficionados a la historia militar: Sun Tzu, quien habría simulada batallas utilizando piedras pintadas sobre un tablero parecido al del Go, con el objetivo de rodear al contrario. En esa misma época aparece en la India un precursor del ajedrez, el Chaturanga, donde se enfrentaban cuatro bandos equipados con cuatro infantes, un rey, un jinete, un elefante, y un carro, que se desplazaban en virtud de las tiradas de un dado. La eliminación del azar y la reducción de los jugadores a dos lo convertiría en el juego de reyes de los persas, antes de convertirse, con el tiempo, en el ajedrez que conocemos hoy.
El paso siguiente fue la aparición de figuras para representar las unidades, y de diversos tipos de <<terrenos>> de juego que simularan la orografía real de una batalla. Las más antiguas podrían ser mesopotámicas, del año 1.000 a.C. Sin embargo tenemos que esperar hasta el S. XVII para empezar a hablar de un uso habitual de dichas figuras, pues en esta época son utilizadas por casi todas las cortes europeas para facilitar la educación militar de los jóvenes príncipes (sin duda era mucho menos oneroso que provocar una guerra, y relativamente
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