Desperta Ferro Historia Contemporánea N.º 14: Afganistán, 2001.

Afganistán es una de esas guerras tan cercanas que no sabe uno si calificarla como historia o como noticia y, de hecho, forma parte de ambas. Todo recomenzó el 11 de septiembre de 2001, cuando un brutal atentado derribó las torres gemelas de Nueva York, variando el skyline, la línea que formaban los edificios sobre el horizonte y una de las imágenes emblemáticas de la ciudad, para siempre. No cabe duda que fue un acontecimiento traumático, lo suficiente como para que años, cuando tuve la ocasión de visitar Nueva York, los vendedores callejeros aún siguieran vendiendo “de tapadillo” los poster en los que se podían ver las torres gemelas. Un acontecimiento traumático que tuvo su primera repercusión al otro lado del mundo, en un país que se debatía entre el olvido y las primeras planas, en Afganistán.

Allí, todo había comenzado mucho antes del 11/9. La historia reciente del pueblo afgano es sin duda una de sinsabores, en parte de producción interna, y en parte potenciados por fuerzas externas. Primero fue la invasión soviética, promovida por un régimen que pretendía ampliar su área de influencia hacia el océano Índico recuperando una de las antiguas aspiraciones de los zares, solo que en esta ocasión la oposición no fue el imperio británico, sino el nuevo imperio estadounidense, que lo había sustituido en 1945. Norteamérica y, por supuesto, los propios afganos, los muyahidín, que se hicieron lo suficientemente famosos como para ser retratados –por supuesto como luchadores a favor de la libertad– en una de las entregas de Rambo, asaltaron las primeras planas de los periódicos, en el marco de la guerra fría.

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DESPERTAFERRO CONTEMPORÁNEA N.º 13: VERDÚN 1916.

Queda poco para el centenario de una de las batallas más recordadas, conocidas y contadas de la Primera Guerra Mundial. Y sin embargo ¿Qué sabemos de Verdún? Sabemos que fue una batalla muy larga, duró diez meses, sabemos que no dio resultado alguno, pues al final el frente casi había vuelto al punto de partida, que la “lista del carnicero” fue larga y que la vida en las trincheras se hizo insoportable para unos y otros. Pero hay cosas que son menos conocidas. Por ejemplo, que no fue la batalla más cruenta de la guerra, y que, en realidad, la apuesta fue de escaso valor.

Verdun

La batalla comenzó en febrero, bajo la nieve, con un brutal bombardeo de la artillería alemana. El frente era estrecho, alrededor de 10 km tan solo, y las fuerzas que se lanzaron al asalto fueron relativamente escasas en comparación con lo que iba a verse en batallas posteriores; sin embargo progresó, al menos al principio.

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La batalla del Atlántico, en Desperta Ferro Contemporánea N.º 12

Es difícil no pensar, cuando uno habla de submarinos alemanes, en el intrépido kaleu apoyado contra su periscopio, midiendo la distancia y el rumbo del panzudo carguero que surca el océano para dar la orden de disparar el torpedo que sembrará el Atlántico de llamas y gritos; en la inmersión precipitada ante la llegada de los destructores y en la espera, tensa y silenciosa, de los sudorosos marinos, deseando que las sordas explosiones que desplazan el agua al otro lado de su ataúd de acero se vayan alejando poco a poco para poder escapar de las cargas de profundidad, tal vez con rumbo a casa, o tal vez hacia una nueva batalla.

U-36. Hay varias pistas que nos indican que nos indican que el navío no está en situación de combate, por ejemplo la tranquilidad de los tripulantes, en lo alto de la vela.

            Sin embargo, hay mucho más en la historia de la flota submarina alemana de la segunda guerra mundial. Para empezar, las terribles consecuencias de la derrota de 1918 y el autohundimiento de la flota germana en las frías aguas de Scapa Flow, que llevó a los estrategas alemanes de postguerra a repensar su estrategia naval: ¿grandes buques? ¿Ágiles cruceros para el corso? ¿Submarinos? Fue una decisión difícil que dio lugar a agrios debates y a conclusiones que no siempre se implementaron con decisión. Por otro lado, para el Reino Unido, las operaciones submarinas alemanas de esta nueva guerra mundial fueron como el revivir de una pesadilla que creían superada. Cuando cargueros y convoyes empezaron a sumergirse bajo las aguas, fue necesario volver a actuar, primero desde el estrato político de la nación, y luego desde el punto de vista militar y tecnológico. Maravillas como el ASDIC y el FIDO iban a convertirse en bazas fundamentales de la batalla bajo el mar.

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1925, el desembarco de Alhucemas, en Desperta Ferro Contemporánea.

Alhucemas es un nombre que resuena en nuestra historia militar, un momento especialmente brillante en el que, tal vez, España volvió a ser la gran potencia que antaño había sido. Ciertamente, no fue contra un enemigo europeo, y tampoco después mantendrían nuestras fuerzas armadas, por múltiples razones, el nivel alcanzado en dicha ocasión, pero no se debe olvidar que en aquella nueva jornada de África, innovamos tácticas y medios militares que seguirían estudiándose años después, en guerras muchos más grandes, que no más graves.

Aunque colonial, hay que indicar que el enemigo no era en absoluto desdeñable. Abd el-Krim a la vez que combatía a los españoles, inició el proceso de creación de un estado propio, en el Rif, que supuso un experimento inaudito en la región. Sus objetivos fueron fundamentalmente dos: por un lado, demostrar al Majzén, el poder central marroquí, que existían alternativas políticas a las existentes entonces; y por otro demostrar a las potencias coloniales, Francia y España, y tal vez también al resto del mundo occidental, que el Rif podía ser un Estado pleno.

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