Churchill; El instante más oscuro.

Hace unas semanas interrumpía la serie de entradas dedicada al desarrollo del arma de portaaviones entre ambas guerras mundiales para hacer una breve e injusta reseña (no había sido capaz de verla entera) sobre la película Churchill. Debo decir que frente a mi estupor al pensar que las primeras escenas nos mostraban los restos del desembarco de Normandía, un lector me reconvino, en Facebook, para recordarme que se trataba de Gallipoli, el gran fracaso churchiliano, y tenía mucha razón a pesar de que, probablemente, los tiempos “han pasado casi treinta años” que tanto me escandalizaron entonces, sean el único dato claro que permita identificar la escena.

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Pero vamos al grano. En esta ocasión, y una vez terminada la serie aeronaval, he venido a meterme con la segunda película de Churchill que nos regaló 2017: El instante más oscuro. Antes de empezar a adelantar contenidos, cosa que ya voy avisando para quienes no la hayan visto, hacer un breve repaso por algunas características técnicas. Me gustó mucho la ambientación, sobre todo la atmósfera del cuartel general subterráneo del premier británico, por el que la cámara se desplaza con total facilidad sin dejar, en ningún momento, de transmitirnos lo atestado que estaba el espacio. Dos cosas llaman, curiosamente, la atención: el minúsculo y descarnado cubículo que corresponde a la secretaria; y el hecho de que en aquel atestado búnker se fume de forma constante. Hemos perdido, sin duda, la costumbre de ver el tabaco en lugares cerrados, y se nos hace extraño lo que no hace mucho era totalmente normal.

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Churchill (2017), la película. Un par de apreciaciones poco edificantes.


Si todo hubiera sucedido acorde al guion, hoy hubiera tocado hablar de portaaviones (otra vez), sin embargo, un guion se interpuso en el camino y debo decir que la inspiración me mueve a cometer lo que tal vez sea una injusticia. Voy a ser claro. Ayer topé con la película Churchill (1917), dirigida por Jonathan Teplitzky e interpretada por Brian Cox, es la que se estrenó el pasado verano, que narra las acciones del primer ministro británico Winston Churchill en los días anteriores al desembarco de Normandía (6 de junio de 1944). Como el personaje me parece sumamente interesante, me dispuse a pasar un rato entretenido. A continuación vienen algunos spoilers, pero no muchos.

La película empieza con una escena de playa en la que un anciano Churchill se debate penosamente por recoger su sombrero, que le ha sido arrebatado por una ráfaga de aire, de un agua llena de sangre. Hace casi treinta años y no consigo olvidarlo, o algo así, dice el protagonista, y mi mandíbula cae unos centímetros. Teniendo en cuenta que el desembarco, al que obviamente se refiere, tuvo lugar el 6 de junio de 1944, y que Churchill falleció el 24 de enero de 1965 (21 años después), nos hallamos, obviamente, ante una peli de fantasmas. O algo así, porque en la fantasmada siguiente vemos al protagonista, aún anciano, caminando en una playa cubierta de cadáveres y restos. Como poco Omaha, una Omaha muy sangrienta, pero se trató de una playa norteamericana. ¿Pretende hacernos creer el guionista en un catastrófico y cruento desembarco británico en las otras playas? Tengo que revisar esa escena para ver qué uniformes se han utilizado. Desde luego, las bajas en las playas británicas fueron mínimas.

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