Sin embargo, la propuesta de Fisher no fue ajena a las críticas. Sus opositores creían que la construcción del HMS Dreadnought no sólo haría obsoletos a los acorazados de las potencias rivales, sino también a los propios.
En ese momento la marina británica era la mayor del mundo, pero si otras armadas copiaban el diseño del acorazado monocalibre, toda esa superioridad numérica se vendría abajo. En su defensa Fisher aseguró que Gran Bretaña seguiría siendo el mayor constructor naval del mundo y que botaría barcos más rápidamente que sus rivales.