Dicen que el Senado estaba a punto de aceptar aquellas ofertas, pero que las rechazó en sus términos convencido por el anciano Apio Claudio el ciego, de que no debía tratar con el enemigo mientras permaneciera en Italia.
Este detalle, de ser auténtico da una clara idea , aunque sea un tanto vaga, de cómo se veían ahora a sí mismos los romanos en relación con Italia. Sin embargo no parece creíble, porque para Roma, Italia, en aquel momento, era solamente Roma. Cineas, al regresar con los dos mil prisioneros, ninguno de los cuales había faltado a la palabra dada, dio un informe tal a Pirro de lo que había visto en Roma, que el epirota, luego de intentar marchar sobre Roma, llegó hasta Anagnia antes de dar media vuelta (Capua y Nápoles le habían cerrado sus puertas y no se le unió ningún aliado de los romanos).
Apio Claudio el ciego en el Senado
Roma era un estado bien organizado cuyos recursos no podía ni imaginarse igualar, así que decidió abandonar la empresa, y, aceptando una invitación de los siracusanos para que les ayudase a liberarse de los cartagineses, marchó hacia Sicilia. En 279 obtuvo una segunda victoria en Áusculo, pero las pérdidas fueron más graves incluso que en Heraclea. La respuesta que dio a un soldado que lo felicitó por el éxito obtenido se ha hecho proverbial: “una victoria más sobre los romanos y estaremos completamente acabados”.
Un años después decidió cortar por lo sano y probar suerte en Sicilia, donde las ciudades griegas habían solicitado su ayuda contra los cartagineses. Consecuencia de todo ello fue una nueva alianza entre Cartago y Roma. En Sicilia, Pirro prometió mucho, pero hizo poco, y cuando en 275 regresó a Italia fue atacado y derrotado por el ejército romano en Benevento.
Regresó entonces a Grecia, donde siguió malgastando su talento y las vidas de sus seguidores en empresas estériles. Su brillante e inútil carrera acabó unos años más tarde, al recibir un golpe en la cabeza por una teja y morir en una pendencia callejera en Argos. Tras la marcha de Pirro, los romanos invadieron la Magna Grecia y conquistaron Tarento en 272. Pero la invasión del rey de Epiro provocó una sublevación de los samnitas, lucanos y brucios que duró más de una década. Aunque las escasa fuentes que han llegado a la actualidad nos proporcionan pocos detalles sobre esta guerra, fue evidentemente importante, pues los Fastos Capitolinos recogen hasta diez triunfos sobre estos pueblos entre 282 y 272.
Viene de Pirro topa con Roma (I)
Jo, que pedazo de elefantes. Esos dibujantes del S.XIX tenían una imaginación tremenda. Hoy día se sabe que como mucho cargaban dos personas, el conductor y un arquero o lacero como mucho. Y no un castillo lleno de gente.
Las cosas del romanticismo 🙂
Se trataría más bien de los pequeños elefantes de selva africanos, hoy extinguidos, que proporcionaría el Egipto ptolemaico ¿no? Creo que eran más pequeños que los asiáticos; los africanos de sabana parece que eran indomesticables…