Dediquemos hoy un rato a analizar una batalla bien documentada de la Edad del Bronce y de como ya en aquellos tiempos se era perfectamente consciente de los conceptos abstractos de estrategia y táctica.
En el año de 1458 a.C, durante el primer año de su reinado tras la regencia de Hatsepsut, Tuthnosis III decidió tomar cartas en el asunto de los crecientes problemas de lo que hoy es Siria-Palestina, que amenazaban la integridad de la frontera nororiental de Egipto, durante tanto tiempo olvidada por Hapsepsut. Antes, el rey de Kadesh había intentado, según parece, beneficiarse del cambio de jefatura en el país africano, desplazándose hacia el sur desde el Orontes, aliándose con príncipes cananeos locales y ocupando Megiddo en la actual Palestina, que dominaba la línea principal de comunicación entre Egipto y Mesopotamia, en un punto clave del Creciente Fértil.
Su estrategia ofensiva era penetrar en la esfera de influencia egipcia asegurándose el control militar de Megiddo, punto fuertemente fortificado donde podría mantener su ventajosa posición estratégica mediante una táctica defensiva. Tuthmosis se opuso, avanzando rápidamente hacia el norte con su ejército con la esperanza de conseguir la sorpresa estratégica y táctica ofensiva y derrotar al rey de Kadesh. Que la velocidad era parte de la estrategia de Tuthmosis se revela ante el hecho de que solo tardó 9 días en mover al ejército desde Egipto a Gaza, lo que requeriría una avelocidad media de marcha de unos 25km diarios, velocidad que rivaliza con las marchas de Alejandro y exige un complejo sistema de apoyo logístico.
Ruinas de Megiddo
Cuando Tuthmosis llegó a las proximidades de Megiddo convocó a su cosnejo de guerra para discutir la fase final del avance. Había tres posibles rutas. Una de ellas conducía directamente a Megiddo por un desfiladero estrecho y profundo y las otras dos, menos difíciles, se desviaban para acercarse a la ciudad desde el norte o el sur. Los generales de Tuthmosis creían que había que evitar a toda costa la aproximación dierecta por el paso estrecho, porque los egipcios tendrían que moverse en línea de columna contra una fuerza defensiva que les esperaba en línea de combate.
Pero para no dar al enemigo una ventaja moral, Tuthmosis decidió atacar sus posiciones frontalmente: «Esos enemigos a los que Ra abomina dirán: ¿Ha tomado Su Majestad otro camino porque nos teme? Así hablarán». La decisión del faraón fue correcta y se fundamentó posiblemente en la información recabada por su servicio de inteligencia. Aparentemente el rey de Kadesh esperaba que los egipcios evitasen el uso de la ruta directa por las mismas razones tácticas expuestas por los generales egipcios del consejo, y por tal razón había enviado a las otras vías de aproximación varias unidades de sus fuerzas.
Al acercarse Tuthmosis al final de la ruta por él elegida, sus generales le instaron a detener el avance para dar tiempo a que llegase la retauguardia de la columna y poder atacar al enemigo con todo el ejército. Tuthmosis comprendió la necesidad de concentrar sus fuerzas y atacar en una sólida línea de combate, por lo que en esta ocasión se sometió a la voluntad de sus generales. Como el rey de Kadesh no estaba informado del plan táctico egipcio y había adoptado una posición tácticamente defensvia alrededor de Megiddo, Tuthmosis ejecutó la maniobra extraordinariamente dificil de desplegar a sus tropas desde la línea de columna a la de combate sin que se lo obstaculizara su oponente.
Dividió su ejército en tres cuerpos para atacar a los defrensores: uno desde el norte y otro desde el sur, en tanto que el principal, bajo el mando personal del faraón lo haría directamente al centro del ejército enemigo frente a Megiddo. La batalla comenzó al amanecer y el ejército egipcio rechazó a las fuerzas defensoras a lo largo de toda su línea con tal ímpetu que éstas se vieron obligadas a buscar protección en la ciudad amurallada. La derrota fue tan decisiva que los habitantes de la ciudad tuvieron que cerrar las puertas y anudar telas a modo de cuerdas para izar a los defensores por encima de la muralla.
Tuthmosis debería haber aprovechado su ventaja y asaltado la aterrorizada ciudad pero, desgarciadamente, su ejército empezó a saquear los campos de las auferas en busca de botín. La narración oficial de la batalla reconoce que el ejército no mantuvo «la misión y el objetivo» militar: «Hubiera bastado que el ejército de su Majestad no entregara su corazón a la captura de las posesiones del enemigo para poder haber tomado Megiddo entonces«.
El saqueo ha sido un problema incluso entre los ejércitos muy organizados de los tiempos modernos. En la antigüedad el ejército persa que luchó contra Alejandro en Arbelas cayó en esa misma tentación a un costo todavía mayor que el que pagó el ejército del faraón en Megiddo. El principio del mantenimiento de la misión y el objetivo no es tan fácil de aplicar en campaña como de enunciarlo, y Julio César se deseperó más de una vez con una las fuerzas de mayor instrucción y disciplina de la historia miltar cuando sus legiones olvidaban la misión y el objetivo.
El resultado de esta actitud en Megiddo fue que Tuthosis tuviera que poner sitio formal a la ciudad, para terminar ocupándola al cabo de siete meses. A pesar de haber perdido la oportunidad de llevar la guerra a una colcuisión rápida, el éxito táctico egipcio fuera de la ciudad permitió al faraón ganar finalmente la guerra.
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