Resulta tentador comparar ambos años. Cualquier acuerdo que Trump negocie con Putin puede tener características similares al de Múnich: tierra por paz temporal. Occidente ya ha debilitado su posición negociadora al retirar de la mesa el ingreso inmediato de Ucrania en la OTAN. Por tanto, ¿qué ocurrirá si Putin reanuda su ataque dentro de uno, tres o cinco años?
En una conferencia celebrada en diciembre en la Chatham House de Londres se volvió una y otra vez sobre la idea de que Europa estaba reviviendo un momento de 1938. En cierto sentido, podría ser una comparación válida. Cuando el Primer Ministro británico Neville Chamberlain voló a Múnich en septiembre de ese año y vendió parte de Checoslovaquia a cambio de «la paz en nuestro tiempo», hubo un momento en el que gran parte de Europa creyó que podría escapar de una guerra con Alemania. Esa ilusión sólo duró seis meses.
Es probable que cualquier acuerdo en 2025 entre el presidente ruso Vladimir Putin y Donald Trump tenga características similares: tierra a cambio de paz temporal. Pero las ambiciones de Putin no habrán cambiado, aunque es posible que necesite tres o más años para que su ejército se recupere antes de emprender de nuevo la marcha hacia el oeste.
Parece haber surgido en Occidente un perezoso consenso, basado más en la esperanza que en un análisis serio, de que Putin aceptará detener sus nuevas incursiones en Ucrania. A pesar de sufrir bajas masivas y perder grandes cantidades de equipamiento (y de sufrir un revés en Siria), puede que prefiera continuar la guerra. En los últimos meses, los rusos han ido haciendo progresos graduales en Donbás, y la magnitud del problema de mano de obra de Ucrania se ha hecho cada vez más evidente. Ucrania necesita la paz (o incluso una pausa) mucho más que Rusia. El presidente Volodymyr Zelensky está sometido a más presiones políticas internas que Putin.
De hecho, el mayor motivo para que Putin acepte una tregua o una pausa sería dar a Trump un resultado que pudiera vender en casa como un éxito. Tras un periodo de relativa paz, Putin bien podría calcular que Trump se mostrase más reacio aún a implicarse una vez que la guerra se reactive (como seguramente ocurrirá).
Trump tiene un pobre historial de pacificación. Su Acuerdo de Doha con los talibanes (a espaldas del gobierno afgano) fue un movimiento diplomático muy irresponsable y sus negociaciones con Corea del Norte no llegaron ni de lejos a un acuerdo de desnuclearización.
Ya ha surgido una asimetría en las posiciones negociadoras para cualquier conversación hipotética con Putin. Los países de la OTAN han ido retirando exigencias de la mesa incluso antes de que comiencen las conversaciones. Así que ya está ampliamente aceptado que Putin pueda quedarse con Crimea de facto, si no de iure. Se da por sentado que Ucrania tendrá que retirarse del saliente de Kursk. Y es seguro que no se concederá a Ucrania el ingreso en la OTAN. Joe Biden lo ha dejado claro desde el principio, y es probable que Trump opine lo mismo. Hungría y Eslovaquia (y posiblemente Austria) también se resistirían a cualquier idea de este tipo.
En privado, los diplomáticos británicos aceptan que Putin difícilmente va a aceptar juicios por crímenes de guerra o reparaciones. Así que, desafiando los principios básicos de la diplomacia, Occidente acudirá a las negociaciones con exigencias de mínimos. Es probable que Putin presente posturas maximalistas; por ejemplo, es probable que exija las cuatro provincias de Donbás en su totalidad. Querrá conservar el control de la central nuclear de Zaporizhzhia. Exigirá que los países de la OTAN no posicionen tropas en Ucrania y que se respeten las preocupaciones de seguridad de Rusia.
Entonces, ¿qué le quedará a Ucrania? Después del Memorándum de Budapest de 1994, Ucrania haría bien en no aceptar más «seguridades» o incluso «garantías». Se ha sugerido que Estados Unidos podría proponer el posicionamiento de tropas europeas a lo largo de la frontera entre Ucrania y Rusia para que actúen como un cable trampa. Pero la frontera tiene más de 1.200 millas de longitud y requeriría un enorme número de tropas en un momento en que al Reino Unido le cuesta incluso mantener su contingente en Estonia. Además, se podría perdonar a Kiev por preguntarse qué harían esos países europeos si Rusia cruzara la nueva línea de alto el fuego. ¿Abrirían fuego realmente las tropas alemanas, francesas o británicas, o se limitarían a agachar la cabeza como las fuerzas de mantenimiento de la paz de la ONU en el Líbano?
Una gran diferencia respecto a 1938 es que el Reino Unido ya no es una potencia militar. Bajo el mandato del anterior Secretario de Defensa, Ben Wallace, el Reino Unido proporcionó gran parte de su inventario a Ucrania, pero fracasó a la hora de reponer en casa. Un alto funcionario de la OTAN me dijo hace poco que ahora se considera al Reino Unido como uno de los contribuyentes militares más débiles a la OTAN. Polonia y Finlandia son ahora las dos potencias militares más impresionantes que se enfrentan a Rusia, hábilmente apoyadas por los países bálticos y Suecia (este último país también ha dado notables pasos hacia la resiliencia interna). Francia aún conserva algunas capacidades serias, pero la expansión militar de Alemania prometida por el canciller Olaf Scholz se ha evaporado silenciosamente.
Esto también guarda cierta comparación con 1938, pero con una grave diferencia. Fue en el presupuesto de 1934 cuando Gran Bretaña decidió duplicar el tamaño de su fuerza aérea de 42 a 84 escuadrones. Esa decisión, conocida como Plan A, fue sucedida a intervalos regulares por nuevos esquemas de expansión hasta el Esquema M a finales de 1938. Todo el mundo se sorprende cuando descubre que el Ministro de Hacienda que aprobó el Plan A no fue otro que Neville Chamberlain. Así pues, el gran apaciguador político de 1938 fue el mismo hombre que contribuyó a que la RAF estuviese preparada para derrotar a la Luftwaffe en 1940.
Otra similitud con 1938 es que la administración Trump entrante no quiere ir a la guerra en Europa ni por Europa. De hecho, Europa debería darse por satisfecha si consigue mantener a Estados Unidos en la OTAN, y ya debería haber enviado mensajes a Trump de que ahora asumirá la mayor parte de la carga financiera de la guerra.
Sin embargo, Europa parece realmente poco dispuesta a hacer los sacrificios económicos internos necesarios para defender a Ucrania. Esto es de una enorme miopía. Si las tropas rusas rompiesen una línea de alto el fuego o siguiesen avanzando hacia Odesa, Moldavia, Dnipro y Kiev, ¿qué haría entonces Europa?
Por supuesto, el mejor resultado sería un acuerdo de paz bien negociado. Rusia ha sufrido enormes bajas y no desplegaría tropas norcoreanas a menos que estuviese desesperada. Occidente podría llegar a un duro acuerdo si enviase señales claras mediante un rearme. En lugar de ello, está ocurriendo lo contrario. John Healey acaba de reducir el tamaño de la Royal Navy antes de una Revisión Estratégica de la Defensa que se quedará muy lejos del Plan A de Neville Chamberlain.
© Tim Willasey-Wilsey, 2024, publicado en RUSI
Artículo original: Will 2025 be a Repeat of 1938 for Europe?