Con la entrada de Italia en la segunda guerra mundial una pequeña isla, escasamente importante durante las décadas anteriores, se convirtió en uno de los centros de interés del mediterráneo central: Malta.
Al principio su caída en manos italianas fue un hecho prácticamente seguro, sin embargo pasaron los meses sin que los italianos llevaran a cabo acción alguna contra la isla, y desde Londres se decidió reforzar sus defensas, especialmente con aviones.
El Argus en 1943
Un primer grupo de doce Hurricanes fue enviado a la isla a primeros de agosto desde el portaaviones “Argus”. La maniobra concluyó felizmente y se decidió meses después hacer un nuevo envío.La preparación fue repartida entre las dos armas implicadas: la marina se encargaría de llevar los aviones hasta el punto de lanzamiento, y de planificar el resto del viaje se encargaría la RAF.
El 15 de noviembre de 1940 zarpó de Gibraltar, bajo el mando del Almirante Sommerville, la flota encargada de la misión. A bordo del Portaaviones “Argus” viajaban los 12 Hurricane con destino a Malta y la escolta aérea fue desplegada a bordo del también portaaviones “Ark Royal”. Además, como escolta de superficie, los acompañaban el acorazado “Renown”, los cruceros “Despatch” y “Sheffield”, y siete destructores.
Las cosas empezaron a torcerse a la altura de las Islas Baleares, cuando el Almirante Sommerville supo que unidades de superficie italianas habían zarpado para interceptarlos y decidió dar media vuelta antes de arriesgarse a un combate inseguro. Los Hurricane fueron pues lanzados, en dos grupos de 6 guiados cada uno por un Skua del arma aérea de la flota, a 460 millas de Malta, con rumbo a las Islas Galite, situadas al norte de la costa tunecina, donde sendos hidroaviones Short Sunderland procedentes de Malta se encargarían de guiarlos hasta su destino.
El BlackBurn Skua
Enseguida empezaron a torcerse las cosas. Recién despegados los Hurricane perdieron un combustible precioso reuniéndose a 2.000 pies (unos 600m) de altitud, antes de iniciar su recorrido. Además, si el primer grupo consiguió contactar con el Sunderland que tenía asignado, el segundo, que había despegado media hora más tarde, se encontró con que el hidroavión encargado de escoltarlo no había despegado de Malta a causa de un brusco empeoramiento del tiempo. El mismo mal tiempo que empezó a sacudir a los aviones en su último tramo de vuelo, dificultando aún más la operación.
Estos inconvenientes resultaron ser letales: del primer grupo se perdieron tres aviones, solo dos de ellos con sus pilotos ya que el tercero pudo ser rescatado por el hidroavión de escolta, llegando a tierra los otros tres con 15, 6 y 0 litros de combustible en sus depósitos respectivamente. Del segundo grupo los seis Hurricane se estrellaron en el mar, perdiéndose junto con sus pilotos, y el Skua de acompañamiento, que había seguido adelante valientemente, acabó por aterrizar en Sicilia donde piloto y navegante fueron capturados por los italianos.
De los muchos motivos a los que se achacó el fracaso de la operación el mal tiempo fue el más recurrente, y el Almirante Sommerville fue exonerado de su posible responsabilidad por lanzar los aviones tan lejos de Malta (a 460 millas en vez de a 400), por el peligro real que suponían las fuerzas de superficie y aéreas italianas. Sin embargo Pascal Colombier, especialista en historia naval de los siglos XIX y XX, explica que la comisión de investigación encontró otra poderosa razón para explicar el costoso fracaso de la operación: los pilotos de la RAF calcularon las 460 millas que los separaban de su objetivo empleando la milla terrestre inglesa, de 1.610 metros, resultando una distancia a cubrir de 740 kilómetros, mientras que la Marina Real, que era la que realmente conocía la posición de sus barcos, empleaba para sus cálculos la milla náutica, resultando una distancia a recorrer de 852 kilómetros. Los 112 últimos tuvieron tristes consecuencias.
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