Lo que había ocurrido en la Misión de San Sabá podría constituir un peligroso precedente si no se castigaba con contundencia a los culpables de la Masacre. Si España quería mantenerse en Texas, estaba obligada a devolver el golpe.
La expedición se puso al mando del coronel de dragones Ortiz Padilla, que había sido testigo de lo ocurrido por estar al frente del Presidio. Ortiz era un verdadero veterano de la frontera y conocía bien a los indios. Una de sus principales preocupaciones era la utilización cada vez mayor por parte de las tribus de caballos y armas de fuego (suministradas por los franceses).